BUENOS AIRES – Durante el último semestre el dengue y sus récords ―tanto de casos como de muertes― colmaron los titulares de países como Argentina, Brasil y Perú, entre otros países de América del Sur.
El dengue es la infección viral más frecuente transmitida por los mosquitos del género Aedes y según la Organización Mundial de la Salud (OMS) más de 3900 millones de personas en más de 129 países corren el riesgo de contraerla. Pero la ultima temporada del verano austral el vector encontró las condiciones perfectas para reproducirse y sobrevivir en Sudamérica.
Según el último informe del grupo de expertos independiente The Lancet Countdown sobre cambio climático y salud en Sudamérica, el potencial de transmisión del dengue por el mosquito Aedes aegypti ha aumentado 54 % entre los períodos de 1951-1960 a 2013-2022, lo que concuerda con los recientes brotes y el aumento de casos de dengue observados en toda la región en los últimos meses.
La enfermedad ―cuyos síntomas van desde fiebre, dolor de cabeza y cansancio hasta vómitos y manchas en la piel, entre otros― ha sido típicamente estacional en muchos países sudamericanos, pero el aumento de las temperaturas y la humedad pone en amenaza a esta característica.
Con la llegada del otoño y el invierno a Sudamérica, Dialogue Earth habló con expertos y científicos sobre el futuro del dengue en la región, incluida la posibilidad de que la enfermedad se convierta en una constante durante todo el año debido al cambio climático, y sobre las medidas que se han tomado y deberían tomarse.
Clima, dengue y sistemas de salud
La reciente publicación de The Lancet Countdown ―la segunda edición de su informe sobre los vínculos entre el cambio climático y la salud en América del Sur― afirma que el aumento estimado de la aptitud climática para vectores como los mosquitos y el aumento registrado de casos de dengue “apoyan una relación entre las condiciones climáticas y el dengue en la población”.
Más concretamente, ¿cuál es la relación entre el clima y el dengue?
Las altas temperaturas, las lluvias y la humedad contribuyen a la transmisión del dengue, al ser condiciones ideales para la vida y reproducción del mosquito. Los Aedes aegypti se crían en lugares sombríos y húmedos, ya que la oscuridad permite que el agua no llegue a temperaturas que matarían a los huevos y larvas. Cuando son adultos, también requieren de humedad para sobrevivir por períodos prolongados
La urbanización y la movilidad de las poblaciones también pueden tener una gran influencia en su propagación. Pero no solo son las precipitaciones las que generan las circunstancias ideales para el vector: la sequía, y su consecuente almacenamiento de agua, también puede ser un escenario ideal para su reproducción.
Fenómenos climáticos como El Niño y La Niña son ejemplos ilustrativos.
El Niño provoca un calentamiento anormal de las aguas del océano Pacífico y trae consigo cambios en los vientos y un aumento de las precipitaciones, principalmente en el Cono Sur. Por su lado, La Niña se caracteriza por la disminución generalizada en la temperatura del mar desde el centro del océano hasta las costas de Sudamérica y genera menos precipitaciones en muchos países del sur de la región.
Durante El Niño ―el patrón que ha terminado recientemente tras estar presente desde mediados de 2023― el aumento de temperatura y la humedad generan las condiciones perfectas para la vida y reproducción del mosquito en muchas partes de América del Sur.
Además, puede generar inundaciones, que no solo son propicias para el Aedes sino que afectan a la respuesta de los sistemas de salud. Por otro lado, durante La Niña y su consecuente sequía, más personas se ven obligadas a recolectar y guardar agua, no siempre de la manera más segura: muchas veces en recipientes sin tapa o que no fueron correctamente esterilizados.
Expertos apuntan a que, ya conocida la relación entre dengue y cambio climático, es necesario un refuerzo en las capacidades de los sistemas sanitarios públicos.
“Si uno mira cuando ocurren los eventos de El Niño y las curvas epidémicas de dengue, usualmente venían volando mucho antes. El Niño solo hace que un problema de salud sea una tragedia”, dijo Andrés Lescano, investigador de The Lancet Countdown Sudamérica y jefe de la unidad de investigación en enfermedades emergentes y cambio climático de la Universidad Peruana Cayetano Heredia.
“Los brotes de dengue se van armando a través de meses y semanas. Hay aspectos de salud pública que tienen que estar vulnerables para que se dé un brote”, añadió.
En la misma línea, Andrea Hurtado Epstein, coordinadora de cambio climático de Salud sin Daño, opina que no se está tomando con suficiente urgencia el impacto del clima cambiante en la salud. “Las circunstancias con las cuales se planearon los sistemas de salud ya no son las mismas y van a ser cada vez más distintas”, dijo.
Respuestas dispares
Aunque el dengue no es una novedad en la región, las medidas contra los recientes grandes brotes en América del Sur han sido dispares. Este tipo de enfermedad de transmisión vectorial puede prevenirse con medidas de protección, prevención y movilización comunitaria. Sin embargo, no ha sido el enfoque en todos los países afectados.
En Argentina, donde en lo que va del año se registraron más de 500 mil casos ―más de tres veces que lo registrado en el mismo período de la temporada 2022/2023, según cifras del Ministerio de Salud― la respuesta gubernamental ha sido casi nula.
El gobierno del libertario de derecha Javier Milei, en su afán por reducir el costo público y en medio de una situación económica desafiante, hasta ha eliminado los informativos difundidos durante la temporada estival por radio, televisión y medios gráficos indicando cómo prevenir la propagación de esta infección.
En el país ya está disponible una vacuna contra el dengue elaborada por el laboratorio japonés Takeda, pero solo se puede acceder de manera privada y a un costo significativo, ya que no forma parte del calendario nacional de vacunación.
Durante los primeros días de mayo, el Ministerio de Salud anunció que comenzará un plan de vacunación pública focalizada en las regiones más afectadas, pero aún no se conocen detalles. L
a vacuna, de dos dosis, brinda protección contra los cuatro serotipos del dengue y ya fue aprobada por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) en 2023, así como por por las agencias regulatorias de la Unión Europea, el Reino Unido, Brasil, Colombia, Noruega, Islandia, Malasia, Indonesia y Tailandia.
El 10 de mayo fue precalificada por la OMS, que recomienda su uso en niños de 6 a 16 años en entornos con alta carga de dengue y alta intensidad de transmisión.
En Brasil sí se incorporó la vacuna japonesa contra el dengue en el calendario nacional. El pasado febrero, ya en medio del brote, se comenzó a vacunar a jóvenes de entre 10 y 14 años de los diez estados más afectados, al ser el grupo etario con más hospitalizaciones.
En paralelo se comenzó con un ensayo clínico local y se espera que más de seis millones de dosis lleguen de Japón a Brasil a lo largo del año, y así vacunar a aproximadamente tres millones de personas. Hoy, en Brasil ya hay más de 5 millones de casos probables y más de 3,700 muertes confirmadas en lo que va de 2024, lo que constituye cifras récord.
Perú es otro país donde los diagnósticos ya han marcado un récord histórico: hay más de 248 mil contagios y los casos se han triplicado respecto al mismo periodo del año anterior. Sin vacunación a la vista, el Ministerio de Salud peruano se ha enfocado en medidas de prevención como campañas comunicacionales y control larvario, además de fumigación.
En Paraguay, la primera epidemia de dengue se dio entre 1989 y 1990. Pese a ser un país con experiencia en este tipo de enfermedades vectoriales, desde que se inició el brote actual en septiembre de 2023 hasta hoy se registraron más de 45 000 casos confirmados y más de 47 000 probables.
Aún no hay vacunas en el país, pero según el Ministerio de Salud y Bienestar Social están en tratativas con la Organización Panamericana de la Salud (OPS) para importarlas.
Para Epstein es fundamental que exista una respuesta regional, hoy inexistente. “Se estima que 500 millones de personas en las Américas están en riesgo de contraer dengue y, por tanto, debiera haber una respuesta coordinada a nivel regional, en términos de aprovechar los conocimientos que ya existen y crear sistemas de alerta temprana”, dijo.
La pobreza, un factor de riesgo para la propagación del dengue
Además de sus climas cálidos y húmedos en verano, Sudamérica convive con altas cifras de pobreza, otro elemento determinante en la propagación del dengue.
Según datos de La Comisión Económica para América Latina (Cepal), casi un tercio de la población de la región vive en situación de pobreza. A pesar de que no es una condición exclusiva para la proliferación de la infección, para muchos científicos es un factor de riesgo, especialmente de dengue severo.
La falta de agua potable ―que hace que se almacene líquido de manera poco segura―, el acceso insuficiente a repelentes, y el menor uso de mosquiteros y aires acondicionados por sus altos costos colaboran a que la carga de la enfermedad del dengue sea alta en los barrios más vulnerables.
Tomás Orduna, médico infectólogo tropicalista argentino y miembro fundador y expresidente de la Sociedad Latinoamericana de Medicina del Viajero (Slamvi), expuso más razones por las que se puede construir una relación entre las condiciones de vida en barrios vulnerables y el dengue.
Entre ellas citó que hay una mayor transmisión producto de una urbanización descontrolada en barrios urbanos informales densamente poblados, y más criaderos de mosquitos por kilómetro cuadrado debido al mal manejo de residuos.
“Los humanos generamos en nuestras casas y barrios los lugares de cría perfecta para que el Aedes sobreviva y se reproduzca”, dijo el especialista.
El futuro: ¿dengue todo el año en América del Sur?
En gran parte de países como Argentina y Perú, el dengue ha sido históricamente una enfermedad estacional, que llega cuando comienza el verano y empieza a desaparecer con los primeros fríos otoñales. Sin embargo, expertos comentan que este año el dengue podría extender su estadía durante el invierno y dejar de ser una enfermedad veraniega: aunque los casos han comenzado a bajar, aún persisten.
“Los periodos de transmisión son más largos, ya no se da solo con altas temperaturas”, afirma Lescano.
Y añade: “Solíamos tener inviernos relativamente prolongados con temperaturas relativamente bajas, durante los cuales no solo no había presencia del mosquito, sino que en algunos lugares las temperaturas eran tan bajas que los pocos huevos que quedaban, morían. Pero ahora las temperaturas no son tan bajas y los mosquitos pueden sobrevivir”.
En declaraciones a CNN radio Argentina en abril, el médico infectólogo Rogelio Pizzi afirmó que el problema del dengue es que el mosquito se ha adaptado al clima local y ya existe circulación viral en 19 provincias argentinas. En la misma línea, Orduna dijo que ya en 2023 el dengue dejó de ser estacional en el nordeste del país: “Comenzó en enero de 2023 y continúa hasta hoy, todos los meses hubo casos autóctonos”.
¿Qué esperar a futuro? Muchos casos de dengue, con mucha expansión territorial, según Orduna. “Hemos fallado a nivel global. No nos hemos esforzado lo suficiente a nivel estado, comunidad e individuos para eliminar a los criaderos de Aedes aegypti”, concluyó.
Este artículo se publicó originalmente en Dialogue Earth.
RV: EG