COYAIMA, Colombia – A mediados de 2020, las comunidades de Tamirco, Hilarquito y Palma Alta, tres resguardos indígenas del pueblo pijao asentados entre los municipios de Natagaima y Coyaima, en el centro-occidental de Colombia, instalaron paneles solares en estos territorios con el propósito de extraer el agua de aljibes, jagüeyes y manas —fuentes naturales de agua subterránea con cauce—, a través de motobombas impulsadas con energía solar, para así mejorar la producción de sus alimentos.
Se trata del proyecto La inclusión energética como motor de desarrollo centrado en la comunidad, que contó con el apoyo de la oenegé colombiana Grupo Semillas y de organizaciones nacionales e internacionales como Fastenaltion, Corpoema, EBP y REPIC.
“Esta zona del país siempre ha sido bastante seca, estamos a hora y media del desierto de la Tatacoa, pero durante los últimos cinco años las temperaturas han aumentado. Venimos de un verano muy intenso, desde julio no llovía”, dice Orlando Pamo, gobernador del resguardo indígena Palma Alta.
Los resguardos en Colombia son los territorios indígenas legalmente constituidos, en que una o más comunidades originarias que tienen sus títulos se organizan de manera autónoma.
Solo hasta hace seis meses, las temperaturas al sur del Tolima no bajaban de los cuarenta grados centígrados. Su gente, en especial quienes habitan la zona rural, perdieron buena parte de sus vacas y sus ovejas. Los cultivos de pancoger —pequeñas huertas—, desaparecieron y el agua se fue a otra parte.
Cosecha de peces en Tamirco
“Nosotros sufrimos mucho en verano porque se dificulta bastante llenar los lagos donde cultivamos la mojarra (un pez)”, cuenta Alejandra Apache, una de las jóvenes del resguardo de Tamirco.
Esa situación que ha sido medianamente enfrentada en los últimos tres años a través del uso de una motobomba y un aljibe impulsados con energía solar.
“El agua que brota desde ahí llega a tres tanques de 5.000 litros, aunque eso no es suficiente cuando el verano pasa de los tres meses. Por ejemplo, hasta hace un mes los nueve lagos que tenemos estaban secos”, explica mientras señala cada uno de ellos.
La principal fuente de ingresos y de seguridad alimentaria para esta comunidad suele verse completamente afectada, ya que el agua que racionan para esas fechas solo les alcanza para darle de beber a su ganado y abastecer a 16 de las 44 familias que hacen parte del resguardo.
“Muchas ya no están en el territorio, se han ido precisamente por lo difícil que está el clima y la falta de oportunidades. Los jóvenes se van para Ibagué o para Bogotá”, señala Alejandra.
Sin embargo, en cuanto regresan las lluvias, la comunidad de Tamirco aprovecha para reactivar sus cultivos de pancoger, otra de sus más importantes fuentes de alimento. Siembran plátano, yuca, auyama y maíz. Huertos que contribuyen a la soberanía alimentaria de las familias en el resguardo, y que suelen complementar con el engorde de vacas, gallinas, ovejas y la producción de huevos.
Otro de los beneficios que han experimentado con este proyecto en los últimos tres años, después de que le hicieran entrega de tres refrigeradores de 708 litros y ocho paneles solares para mejorar su producción pesquera, es que ya cuentan con un lugar seguro para guardarla.
Al igual que en temporada de sequía, cuando se ven obligados a sacar todos los peces del lago, las familias de Tamirco ya no tienen que enfrentar importantes pérdidas económicas, porque tiene donde refrigerar el pescado, explica Bonifacia Apache, coordinadora del proyecto de piscicultura dentro del resguardo.
Bonifacia también señala que otro de los obstáculos que enfrentan en época de verano es que el caudal del río Magdalena disminuye, y para salir de Tamirco y dirigirse al mercado en Natagaima, deben cruzarlo en balsa. “Se nos quedaba la producción y se dañaba, y eso dentro de la comunidad generó confrontaciones y divisiones, porque la gente se cansa de trabajar a pérdidas”, dice.
El pescado también suelen venderlo a los vecinos del resguardo, y su valor se encuentra entre los 3 y 5 dólares, y la inversión inicial que debe realizar la comunidad con cada cosecha cuesta un poco más de 900 dólares en promedio.
Otra de las discusiones al interior de la comunidad era el pago del recibo de la energía para el funcionamiento de seis reflectores que iluminan los lagos en las noches. Se negaban a seguir pagando facturas que superaran los 25 dólares, entonces también los conectaron a cuatro paneles solares.
Es un ahorro que ahora invierten en la compra de alevinos y en mejoras al proceso productivo, un promedio de 300 dólares, comparte Bonifacia.
Cultivos de pancoger en Hilarquito
En el resguardo de Hilarquito instalaron seis paneles solares para impulsar una cerca eléctrica y una motobomba, vinculada a uno de los jagüeyes —un pozo o laguna que llenan con aguas lluvias—, conectado a un tanque de 5000 litros, dispuesto para el almacenamiento y riego de los cultivos.
“Ellos siembran frijol, maíz, plátano, flor de jamaica, y tienen árboles de naranja, limón y guayaba. Cultivos que al mismo tiempo mezclan con el silvopastoreo de ovejas y vacas”, detalla Jazmín Mora, coordinadora del área de energías comunitarias de la oenegé Grupo Semillas, mientras advierte que las principales dificultades con las que se encontró el resguardo para llevar a cabo esta idea fue la invasión del ganado en sus cultivos y la escasez de agua.
Esta comunidad está ubicada en la zona rural del municipio de Coyaima y la conforman aproximadamente 30 familias, que desde hace seis años trabajan en una propuesta de seguridad alimentaria centrada en la recuperación y adaptación de las semillas criollas, la agroecología y la reforestación, como parte de un agrosistema alimentario. Iniciativa a la que recientemente, se adicionó el uso de energía solar para su fortalecimiento.
Sin embargo, reconoce que el buen funcionamiento de este tipo de tecnologías, como es el caso del cercado eléctrico, suele estar sujeto a factores externos. “Cuando se engargola alguna hoja de árbol o se enrolla con el alambre de púa que le ponemos de refuerzo, deja de responder”, comenta Marisol.
Toda la instalación fotovoltaica en Tamirco está ubicada en su casona comunitaria, con el fin de que sus beneficios sean para todos. Por este motivo, las viviendas del resto de la comunidad están conectadas al sistema de energía convencional, y a través de su acueducto veredal y jagüeyes que suplen su necesidad de agua.
Incubadoras solares en Palma Alta
El resguardo de Palma Alta se ha caracterizado por su trabajo alrededor de la producción de gallinas criollas y la incubación de sus huevos de manera artesanal. “Es un recurso muy importante para las familias de esta comunidad, porque proporciona huevos y carne de calidad, abono para sus huertas y brinda ingresos principalmente a las mujeres”, menciona Pamo, su gobernador.
Por eso, cuando invitaron a su comunidad a fortalecer esta actividad económica y de seguridad alimentaria a través del uso de la energía solar, vieron en esta fuente de energía alternativa una oportunidad para mejorar sus procesos de producción y generación de alimento.
“Nos entregaron una incubadora de 500 huevos para la producción de pollo, una bomba de agua y maquinaria para el procesamiento de alimentos concentrados para animales. Aparatos que solo funcionan con paneles solares”, detalla Orlando.
Sin embargo, el uso de estas herramientas ha estado marcado por el ensayo y el error. El gobernador de Palma Alta confiesa que les ha costado bastante aprender a utilizar la incubadora. Después de tres años de funcionamiento, hasta hace tres meses identificaron cuál es el estado y la temperatura precisa para los huevos, junto al cuidado de las baterías de este sistema fotovoltaico. “
Tienen que ser huevos de menos de una semana, mínimo de tres días. Además, nos hemos dado cuenta que solo 60 % de los huevos se convierten en polluelos y el otro 40 % se pierde”, dice.
También han tenido inconvenientes con el funcionamiento de la motobomba solar. A diferencia del resguardo de Tamirco e Hilarquito, la comunidad de Palma Alta no cuenta con aljibes o jagüeyes, así que planeaban conectarla al Distrito de Riego Triángulo del Tolima.
Se trata de una infraestructura que tenía como propósito acercar el agua a las comunidades indígenas y campesinas de los municipios de Natagaima, Coyaima y Purificación, pero que quedó inconclusa.
En 2005 inició su proceso de construcción por orden del gobierno nacional de esa época, y desde entonces distintas administraciones departamentales y nacionales se han comprometido a terminarlo, sin mayores avances en el tiempo.
“Solo los canales mayores y menores están completamente construidos, pero todavía no están listos los canales secundarios y terciarios para que lleguen hasta los predios del resguardo”, explica el gobernador de Palma Alta, con un mapa del proyecto en mano.
Tampoco han puesto en marcha el proceso de generación de concentrado para animales, porque a diferencia de los otros sistemas fotovoltaicos, esta maquinaria funciona con un sistema mixto: energía convencional, paneles solares y un contador bidireccional. Este último es un aparato que separa el consumo de energía solar y el del sistema nacional. Solicitaron la instalación a la empresa de energía en la región pero, según la comunidad, la solicitud no ha sido atendida.
Técnicos solares comunitarios
Este proyecto de energía alternativa y comunitaria también contó con un componente de formación. Doce de las personas beneficiarias, cuatro por cada resguardo, especialmente mujeres y jóvenes, aprendieron del manejo de la energía solar o fotovoltaica.
La idea a futuro es que ellos sean quienes se hagan cargo del manejo y su sostenibilidad del sistema, repliquen estos conocimientos a través de la instalación de estructuras similares en el resguardo y reflexionen sobre el origen de la energía.
El proceso de aprendizaje se demoró año y medio por cuenta de la pandemia del Covid-19 y el acceso a herramientas tecnológicas como un celular para conectarse a las clases virtuales. Sin embargo, el pasado 16 de mayo de 2023, culminaron su proceso de formación e instalaron un sistema de pruebas en Natagaima para seguir fortaleciendo sus conocimientos y experimentando con energías alternativas como el biogás.
“Recientemente, formamos una alianza con Comunidades Setaa de Peque, Antioquia. Ellos vinieron hasta Natagaima para enseñarnos a fabricar un biodigestor, la idea es viajar en los próximos meses hasta allá para enseñarles de economías solidarias, como la experiencia en Tamirco alrededor del cultivo de peces o las incubadoras artesanales en Palma Alta”, señala.
Jazmín, desde Grupo Semillas, dice haber tocado recientemente las puertas del Gobierno de Gustavo Petro, después de que anunciara que una de las banderas de su administración sería la transición energética para el país, pero la respuesta no ha sido satisfactoria.
Junto a otras 10 organizaciones, presentó una propuesta en la que se destaca la creación de programas de formación técnica en energías renovables no convencionales y con enfoque comunitario; la creación de “canastas energéticas” para el uso y manejo de distintos tipos de energías alternativas, entre otras.
Este artículo se elaboró con apoyo de Climate Tracker América Latina.
RV: EG