La desmotadora portátil podría reactivar la alicaída industria algodonera de Kenia

Una desmotadora portátil, creada por una universidad pública local, podría garantizar el futuro de la industria algodonera en Kenia. Imagen: Wilson Odhiambo/IPS

NAIROBI – Una universidad pública de Kenia  puede haber insuflado nueva vida a la alicaída industria algodonera del país al desarrollar una desmotadora portátil, fácil de fabricar, usar, mantener y reparar.

Para una industria que ha estado luchando por sobrevivir, este hallazgo  ha supuesto un alivio para los cultivadores de algodón, cuyas vidas se espera que  cambie el invento, y para un gobierno que presiona por la creación de empleo y la autosuficiencia a través de la producción interna.

El proyecto, financiado por el gobierno a través del Fondo Nacional de Investigación,  es una desmotadora de algodón portátil destinada a resolver los problemas de los agricultores, proporcionándoles un medio para procesar su algodón directamente en sus explotaciones y determinar así sus propios precios de mercado.

El invento es obra de cuatro profesores de la pública Universidad de Kirinyaga, situada en el centro del país: Dennis Muchangi, Grace Kiiru, David Kabata y Agnes Mutiso.

La industria de transformación del algodón lleva décadas luchando por recuperarse en Kenia  desde su hundimiento en los años 90, a pesar de que el país presume de ser pionero en la molturación del algodón y de tener la mayor desmotadora de algodón de África Oriental, la Kisumu Cotton Mills (Kicomi, en inglés).

La famosa Kicomi, situada en la provincia de Nyanza, ha sido centro de polémica desde su repentino cierre en la década de los 90. La fábrica, puesta en marcha en 1964, daba trabajo a miles de personas al estar estratégicamente situada en la mayor región productora de algodón del país.

El resultado de este cierre fue el colapso de la mayor región productora de algodón del país, ya que los agricultores acabaron optando por otros medios de supervivencia. En la actualidad, la fábrica es una sombra de lo que fue, a pesar de los repetidos intentos del gobierno por recuperarla.

«A partir de nuestra investigación, descubrimos que las desmotadoras de algodón que quedaban en el país luchaban por mantenerse abiertas debido al elevado coste de mantenimiento de las desmotadoras, y las que estaban en funcionamiento eran inaccesibles para la mayoría de los algodoneros de todo el país», explica Dennis Muchangi, jefe del equipo del proyecto.

El cierre de las desmotadoras, también conocidas como  almarrás, obligó a los algodoneros remanentes a depender de intermediarios para encontrar un mercado para sus productos, lo que supuso la explotación y la eventual pérdida de moral en el cultivo del algodón para la mayoría de ellos.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

«Actualmente, se ven obligados a vender un kilo de algodón de grado 2 a 26 chelines (0,19 dólares) , mientras que el de grado 1 se vende a 52 chelines (0,39 dólares) «, explicó Muchangi a IPS.

El invento de la Universidad de Kirinyaga ha traído esperanza a los cultivadores de algodón, la mayoría de los cuales se habían aventurado a buscar otras fuentes de ingresos.

Según los académicos, su invento ayudará al gobierno a impulsar la industria de fabricación textil, al tiempo que creará empleos manuales, como artesanos y mecánicos, ya que la máquina es fácil de fabricar con material disponible localmente y los diseños para su fabricación se pondrán a disposición del público.

La desmotadora portátil es una máquina bastante sencilla, con diseños fáciles de entender para cualquier mecánico local, explicó Muchangi. Esto significa que puede construirse en cualquier lugar.

La mini desmotadora dista mucho de las desmotadoras de la gran industria, ya que está hecha de simple chatarra y otros materiales que se pueden encontrar localmente y montar en cualquier taller.

«Otro problema que observamos entre las desmotadoras disponibles eran los retrasos en el mantenimiento, que provocaban muchos paros y frenos», explicó Muchangi.

Agregó que «las grandes desmotadoras son caras de mantener y demasiado complejas para los mecánicos locales, por lo que había que esperar meses para que vinieran ingenieros expertos de Nairobi a arreglarlas. Esto era malo para los agricultores y la industria algodonera».

«Con nuestras máquinas, los agricultores ya no tendrán que esperar a los expertos y podrán llamar a cualquier mecánico local», dijo.

Muchangi añadió que, mientras el gobierno prevé gastar miles de millones para renovar las desmotadoras paralizadas, su máquina en miniatura «requiere menos de 100 000 chelines (unos 724 dólares) para construirla y aún menos para mantenerla».

Grace Kiiru, miembro del proyecto, explicó que la máquina también es fácil de usar y, una vez que se aprende, «puede ser manejada por cualquiera, tanto hombres como mujeres». Esto, dijo, ayudará a empoderar a las mujeres y a los jóvenes.

«Mientras que las grandes desmotadoras requieren expertos para su manejo, nuestra máquina es muy fácil de aprender y utilizar, y cualquiera puede manejarla una vez adquiridos los conocimientos básicos. Esto significa que pueden funcionar en cualquier lugar, impulsando así la producción de algodón», dijo Kiiru a IPS.

La desmotadora también ha sido diseñada para poder adaptarse a agricultores que viven en zonas con acceso limitado o nulo a la electricidad.

«Dado que la mayoría de los agricultores se encuentran en zonas rurales, caracterizadas por la escasez o falta de electricidad, hemos fabricado nuestra máquina de forma que pueda funcionar manualmente o con un generador de gasolina para quienes puedan permitírselo. También estamos trabajando para que funcione con energía solar», explica Kiiru.

La desmotadora es lo bastante pequeña como para transportarla en moto, lo que la hace accesible incluso en zonas rurales donde el transporte en vehículo a motor puede ser un problema.

Según Kiiru, la máquina tiene capacidad para procesar hasta 500 kilógramos de algodón en un solo día, lo que la hará bastante rentable para los agricultores, que podrán vender sus productos directamente a las fábricas textiles.

«Nuestra intención es ayudar a los agricultores a determinar sus propios precios eliminando a los intermediarios. Al procesar su propio algodón, los agricultores podrán vender su producto por hasta 200 chelines kenianos (1,51 dólares por kilo), frente a los 25 chelines kenianos (unos 0,19 dólares) por kilo que se ven obligados a aceptar actualmente», explicó.

Kenia depende actualmente de las importaciones de algodón para complementar su industria textil, un hecho que Saada Mangi lamenta que haya encarecido el coste de algunos tejidos.

«La mayoría de los diseñadores de ropa, como yo, importamos tela de la India debido al elevado coste y, a veces, a la falta de material de la misma calidad en el país. Nos vemos obligados a vender nuestras prendas acabadas a precios elevados, lo que significa que tenemos que dirigirnos a ciertos clientes que pueden permitírselas», afirma Mangi.

Para ella, «es triste ver que la gente prefiere la ropa y los materiales importados porque son más asequibles en comparación con lo que fabricamos localmente. Esto es parte de lo que mata nuestra cultura como país».

Rivatex Textiles, la mayor fábrica textil de Kenia, ha tenido que recurrir a la importación de algodón de países como Egipto para mantener su demanda.

«Nuestras máquinas darán a los agricultores de las regiones occidental y de Nyanza una razón para reanudar el cultivo del algodón, lo que significa que no habrá más importaciones y, por tanto, se reducirán los precios de los productos textiles», concluyó Muchangi.

T: MF / ED: EG

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe