CHIMANIMANI, Zimbabue – Las abejas melíferas reaccionan rápidamente con un agudo y fuerte zumbido cuando el apicultor Tanyaradzwa Kanangira abre una de las colmenas horizontales de madera de barra superior keniana cerca de un arroyo en un espeso bosque de las montañas de Chimanimani, a 412 kilómetros de Harare, la capital de Zimbabue.
El joven de 26 años echa una bocanada de humo, una medida de seguridad, mientras sostiene e inspecciona un panal construido con hexágonos por las abejas melíferas (Apis Mellifera), también conocidas como abejas europeas o domésticas.
Muchos habitantes de estas montañas, en el extremo oriental del país, dependen de variadas formas de la agricultura, desde la agrosilvicultura y la horticultura hasta la producción de cultivos.
Sin embargo, con el aumento de las inundaciones y las sequías como consecuencia del cambio climático, tanto la agricultura de secano como la de regadío se han vuelto poco fiables, lo que ha obligado a los agricultores a diversificarse hacia otras formas de agricultura, como la apicultura, para mantener sus medios de vida.
Kanangira forma parte de los 11 jóvenes de Chimanimani, en la provincia de Manicaland, e la frontera con Mozambique, que desde junio de 2023 reciben apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) con formación en apicultura y los vínculos con el mercado.
Los factores a tener en cuenta a la hora de establecer un colmenar incluyen el tipo de forraje, como flores y hierbas, las condiciones climáticas cálidas y la disponibilidad de agua, explica Kanangira, vestido con un traje blanco de protección de apicultor a prueba de picaduras.
Silence Dziwira, también apicultora, afirma que el uso de productos químicos por parte de los agricultores está restringido en las zonas que rodean un colmenar.
«Estamos plantando árboles frondosos dentro del colmenar y otros discursos diferentes. Esto ayuda a mantener el suelo intacto, evitando la degradación de la tierra», dijo Dziwira, madre de un hijo, cuya primera cosecha de miel fue en 2023 y abastece al mercado local.
La apicultura no es nueva en Zimbabue, ya que forma parte de su tradición y su cultura.
Los conocimientos se han transmitido de generación en generación.
Pero tradicionalmente, la gente utilizaba colmenas de troncos, lo que promovía la deforestación y era ineficiente.
Hoy en día, los agricultores utilizan colmenas modernas, como las horizontales de barra superior estilo keniana, que son las utilizadas en Chimanimani y que se fabrican con materiales sostenibles.
Un estudio de caso sobre agroecología de la Alianza para la Soberanía Alimentaria en África muestra que en la actualidad hay más de 50 000 apicultores en Zimbabue.
Patrice Talla, representante de la FAO en Zimbabue, asegura que están apoyando a los apicultores con el desarrollo de capacidades en apicultura, incluyendo la fabricación de colmenas, la recolección y procesamiento de la miel, y la gestión empresarial.
Desde 2021, «la FAO, en el marco del proyecto Empleos Verdes, ha capacitado y equipado a 300 jóvenes en comunidades seleccionadas para aumentar el empleo entre los jóvenes rurales, mejorar la seguridad alimentaria, reducir la pobreza y apoyar la sostenibilidad ambiental», dijo a IPS.
Hasta la fecha, se han construido 319 colmenas para crear apiarios en diferentes zonas, según detalló Talla.
Actualmente, de las 48 colmenas pertenecientes a Kanangira y su equipo, 13 han sido colonizadas con abejas melíferas, de tamaño similar a un clip.
Admire Munjuwanjuwa, un experto en apicultura afincado en Mutare, la capital de la provincia de Manicaland, asegura que esta actividad tiene la ventaja de ayudar a preservar los bosques.
«La apicultura reduce la deforestación porque la gente no puede talar árboles donde hay abejas; al hacerlo, los árboles funcionarán como sumideros de carbono y reducirán el cambio climático», afirmó.
Robert Mutisi, otro experto en apicultura, afirma que los colmenares protegen los bosques que sirven de hábitat a las abejas y son fuentes de néctar.
«La apicultura anima a los agricultores a plantar árboles y a no talarlos indiscriminadamente. La apicultura puede actuar como herramienta de protección contra incendios para evitar la destrucción de los bosques y la vegetación», dijo.
Kanangira asegura que han plantado 3500 árboles de caucho que cubren más de dos hectáreas.
Tres de cada cuatro principales cultivos alimentarios para consumo humano y más de un tercio de las tierras agrícolas de todo el mundo dependen en parte de los polinizadores, según la FAO.
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Talla afirma que las abejas son un barómetro de la salud de los ecosistemas naturales y polinizadores en los bosques.
«Desempeñan un papel fundamental en el mantenimiento de la biodiversidad, incluidos los cultivos silvestres, hortícolas y agrícolas», detalló.
La gente consume miel como alimento, untándola en el pan y como edulcorante en el té.
Otros subproductos de las abejas son la cera, el propóleo y el polen.
Tradicionalmente, la industria apícola ha estado dominada por los hombres, pero ha crecido el interés en el sector por parte de las mujeres, que construyen y atienden sus colmenares en todo el país.
En Chimanimani, del equipo de 11 personas de Kanangira, siete son mujeres, lo que demuestra que están cambiando la narrativa.
Estas apicultoras reciben estipendios mensuales de la FAO.
«Ganarme la vida con la apicultura me hace feliz. Como mujer, no creía que pudiera aventurarme en un proyecto como la apicultura», afirmó Dziwira, madre de dos hijos.
Y añadió que «esta iniciativa me ha hecho darme cuenta de todo mi potencial como mujer y de que puedo dirigir con éxito un gran proyecto».
Talla asegura que los ingresos generados por la iniciativa se ahorrarán y se utilizarán para pagar los salarios más allá de la ayuda de dos años.
El proyecto apícola de la FAO, llamado Empleos Verdes para el Empleo Juvenil Rural, está financiado por la Agencia Coreana de Cooperación Internacional (Koica) y se lleva a cabo actualmente en tres países: Zimbabue, Sierra Leona y Timor-Leste.
En Zimbabue, el proyecto se desarrolla en seis distritos y está dirigido como en los otros dos países a los jóvenes.
Kanangira, que utiliza el dinero de la apicultura para cuidar de sus hermanos, tiene previsto suministrar miel a los mercados de Harare.
«Queremos vender grandes cantidades a empresas de Harare. Para añadir valor, queremos tener una planta de procesado en la que fabricar productos de las abejas, como dentífricos y abrillantadores de suelos», aseguró.
T: MF / ED: EG