RÍO DE JANEIRO – La minería artesanal, el “garimpo” como se conoce en Brasil, volvió al primer plano informativo como factor de mortandad en el pueblo indígena yanomami, cuyo territorio en el extremo norte brasileño sufre una permanente invasión minera, intensificada en los últimos años.
En los primeros días del año voceros yanomamis denunciaron nuevas invasiones y la suspension de los servicios de salud, además de la violencia de los garimpeiros, que coincidió con el hecho de que los militares se retiraron de áreas que protegían.
Además, los medios publicaron nuevas fotos de niños extremadamente subnutridos. Ante ello, el gobierno prometió establecer puestos de atención y protección permanente en el territorio indígena,
Pero “allá no se hace garimpo, sino extracción ilegal y deshumana”, distingue Gilson Camboim, presidente de la Cooperativa de Garimpeiros del Valle del río Peixoto (Coogavepe), que defiende la sostenibilidad ambiental y social de su actividad.
“Garimpo es una minería reconocida por la Constitución brasileña, con legislación propia, que paga impuestos, se practica con licencia ambiental y respeta las leyes, ocupa muchos trabajadores, fortalece la economía y distribuye ingresos”, defendió a IPS por teléfono desde la sede de su cooperativa en Peixoto de Azevedo, una ciudad de 33 000 habitantes en el norte del estado de Mato Grosso.
La Coogavepe nació en 2008 con 23 socios, hoy tiene 7000 y busca impulsar el garimpo legal y prácticas ambientales, como la restauración del área deteriorada por la minería.
Pero es difícil salvar la reputación de esa parte legal de una actividad cuyos daños son conocidos por fotos de niños escuálidos, familias diezmadas por el hambre y la malaria, porque la invasión contamina los ríos, mata los peces e introduce enfermedades a las que los indígenas son vulnerables por no haber desarrollado defensas inmunológicas.
Garimpeiros y muertes indígenas
La tragedia humanitaria entre los yanomamis se convirtió en gran noticia en enero de 2023 cuando Sumaúma, un medio digital amazónico, denunció la muerte de 570 niños menores de cinco años, por desnutrición y enfermedades evitables, durante el gobierno ultraderechista del expresidente Jair Bolsonaro (2019-2022).
Luiz Inácio Lula da Silva, que había asumido la presidencia el 1 de enero, visitó la tierra yanomami y movilizó su gobierno para cuidar los enfermos y expulsar los invasores mineros, con destrucción de sus equipos y campamentos. Pero un año después se conoció la reanudación de la invasión, el hambre y las muertes.
Además, todo el sector extractivista tiene una imagen mortífera por las tragedias provocadas por la minería industrial. Dos represas de relave se rompieron en el suroriental estado de Minas Gerais en 2015 y 2019, lo que provocó la muerte de 289 personas y enlodó un río de 853 kilómetros de extensión y otro de 510 kilómetros.
Brasil es el segundo mayor productor mundial de mineral de hierro, solo superado por Australia. Es el gran dominio de la minería industrial.
El garimpo se dedica principalmente al oro, del que responde por 86 % de su producción, e incluye también casiterita (mineral de que se extrae el estaño) y otras piedras preciosas, como esmeraldas y diamantes. Su mayor expansión, hace muchas décadas, avanza sobre los ríos amazónicos, en desmedro de los indígenas y los bosques tropicales.
Amenaza ambiental y sanitaria
En la actualidad, 97,7 % del área ocupada en Brasil por esa minería artesanal está en la Amazonia, donde alcanza 101 100 hectáreas, según el MapBiomas, un proyecto de organizaciones no gubernamentales, universidades y empresas tecnológicas para el monitoreo de los biomas brasileños por imágenes satelitales y otras fuentes de datos.
La búsqueda de oro emplea el mercurio, que ya contamina muchos ríos amazónicos y buena parte de su población ribereña, incluidos grupos indígenas, como los del pueblo munduruku, que vive en la cuenca del río Tapajós, uno de los grandes afluentes del Amazonas con 2700 kilómetros de extensión.
El garimpo vuelca cerca de 150 toneladas de mercurio en la Amazonia brasileña cada año, estima el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). El temor es que llegue a repetirse la tragedia de Minamata, la ciudad japonesa donde el mercurio vertido por una industria química a mediados del siglo XX mató cerca de 900 personas y provocó daños neurológicos en decenas de miles.
Brasil produjo 94,6 toneladas de oro en 2022, según la Agencia Nacional de Minería, pero varía mucho su extracción, basada principalmente en la minería informal, a la que se suma la ilegal en un porcentaje desconocido.
Tres precios dictan esa producción, según Armin Mathis, profesor del Núcleo de Altos Estudios Amazónicos de la Universidad Federal de Pará, que vive en Belém la capital de ese estado amazónico, con 1,3 millones de habitantes.
El precio del oro en Brasil; el del diésel, que representa un tercio del costo de la extracción del oro; y el de la mano de obra son los tres elementos que determinan si vale la pena el negocio del garimpo, explicó a IPS desde Belém este doctor en ciencia política de origen alemán, que estudia esa actividad desde que llegó a Brasil en 1987.
Esa minería era de hecho artesanal, pero empezó a usar las máquinas, especialmente la retroexcavadora, en los años 80, por eso el diésel amplió su participación en los costos. Y el desempleo, elevado en períodos de recesión económica, como pasó en la década de 1980 y en 2015-2016, hace más atractivo el garimpo.
En esos períodos y los años siguientes se hicieron más masivas y agresivas las invasiones del territorio yanomami, que se extiende también por el estado Amazonas, en el suroeste de Venezuela. Las consecuencias para ese pueblo milenario que vive en amplias áreas de la selva tropical solo se convierten en noticia en algunas ocasiones, como ahora.
De artesanal a mecanizada
La mecanización reestructuró la actividad. Las máquinas cuestan caro y exigen financiadores. Surgieron los empresarios que dirigen las operaciones ahora más complejas y otros que son solo dueños de los equipos y los alquilan.
Además ganaron más poder los dueños de avionetas que abastecen las áreas mineras y facilitan el comercio del oro extraído. Se amplió la jerarquía del negocio.
“Hay que distinguir el garimpo del garimpeiro. No es una distinción retórica. El garimpeiro, que trabaja directamente en la extracción del oro, es más víctima que autor de la minería ilegal, depredadora y criminal. El responsable vive lejos y enriquece al explotar relaciones de trabajo análogo a la esclavitud”, observó Mauricio Torres, geógrafo y profesor de la Universidad Federal de Pará.
“El garimpeiro criminalizado por el noticiero paga la cuenta de los daños”, acotó a IPS por teléfono desde Belém.
Ese trabajador reconoce la explotación, pero se siente socio del dueño del garimpo, al ganar un porcentaje sobre el oro obtenido. Se esfuerza porque gana más con mayor producción.
Una gran parte de los garimpeiros en el río Tapajós, donde esa minería tiene lugar desde mediados del siglo pasado, son en realidad campesinos sin tierra que complementan sus ingresos en el garimpo, cuando la agricultura o la pesca no provee lo que necesitan, explicó Torres.
Por eso, una reforma agraria y otras iniciativas del gobierno que ofrezcan ingresos suficientes a esa población podrían reducir la presión del garimpo sobre el ambiente amazónico que afecta los indígenas y pueblos tradicionales de la región, concluyó.
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También son distintas las realidades de los garimpeiros según las áreas amazónicas que ocupan, destacó Mathis. En el río Tapajós, donde la actividad es más antigua, ya es legal en buena parte, se estableció una cierta convivencia con los indígenas mundurukus, algunos de los cuales también se tornaron garimpeiros.
En Roraima, estado del extremo norte en la frontera con Venezuela y Guyana, con gran parte del territorio reservado a los indígenas, la ilegalidad es generalizada e incluye la invasión más o menos violenta de las tierras yanomamis.
En cambio, como la economía local depende del oro, el apoyo de la población al garimpo, incluso el ilegal y más invasivo, es más amplio que en otras partes. Allá el expresidente Bolsonaro, un amigo del garimpo, obtuvo 76 % de los votos válidos en la segunda vuelta de 2022, en que fue derrotado por Lula.
Otro componente que aporta más violencia al garimpo y, por ende en su represión, es la expansión del narcotráfico en la Amazonia. La informalidad minera facilitó su relación con el crimen organizado, sea para el comercio de las drogas, sea para el lavado del dinero, destacó Mathis desde Belém.
ED: EG