Opinión

Pensar y actuar localmente para prevenir atrocidades

Este es un artículo de opinión de Katie Smith, especialista en políticas globales en la organización estadounidense Search for Common Ground.

Los conflictos violentos están en su punto más alto en 30 años y Acnur estimó que más de 115 millones de personas se verán desplazadas por la fuerza antes de finalizar 2023. Imagen: Aristophane Ngargoune / Acnur

ARLINGTON, Estados Unidos – Cuando viajé por primera vez al Cinturón Medio de Nigeria, escuché historias desgarradoras de familiares asesinados, lesiones físicas, violencia sexual, desplazamientos y desesperanza. En los años que han pasado, estas historias no han hecho más que acumularse.

Las estimaciones de las personas muertas en la violencia comunitaria en esta región durante los últimos cinco años varían entre 5000 y más de 25 000, pero las cifras solo cuentan una parte de la historia.

No cuentan la historia de una pequeña aldea en el estado de Benue, donde hombres armados irrumpieron en una iglesia católica durante una misa y mataron a tiros a dos sacerdotes y 17 feligreses.

No cuentan la historia del niño musulmán de 14 años que fue decapitado por una turba en el estado de Plateau en represalia por ataques anteriores que se sospechaba habían sido cometidos por pastores fulani (una etnia nómada que habita en el norte y centro de Nigeria).

Hasta la fecha, se ha permitido que estas atrocidades y muchas otras similares continúen y se expandan, dejando muerte y destrucción en todo el país.

Tampoco cuentan la historia de las personas en primera línea que protegen a sus vecinos, amigos y familias al optar por detener la violencia: los jóvenes pastores fulani formados como “embajadores de paz” que leyeron en Facebook “tenemos que cazar a los fulani y matarlos a todos junto con su ganado; tenemos que matar a todos los musulmanes”, y luego, en lugar de vengarse, continuaron acercándose e incitando a sus pares a deponer las armas.

Y no cuenta la historia de los jóvenes de las comunidades agrícolas de Riyom, quienes construyeron relaciones en el diálogo intercultural que creó la base de su resistencia a los políticos que ofrecieron pagos y armas a cambio de que atacaran a los pastores fulani antes de las elecciones locales.

Estas son solo anécdotas de la primera línea de un conflicto que lleva mucho tiempo latente. Pero están respaldados por evidencia y datos cada vez mayores de que la mejor manera de prevenir atrocidades es actuar de forma anticipada y localmente.

La autora, Katie Smith

Con demasiada frecuencia la “prevención” de atrocidades comienza después de que los conflictos armados ya han comenzado a escalar. En cambio, los formuladores de políticas deben tomar medidas proactivas para apoyar a los grupos locales de consolidación de la paz en regiones que muestran señales tempranas comunes de alerta de atrocidades.

Existen condiciones estructurales de largo plazo que crean situaciones de vulnerabilidad a estos horrores y que también desencadenan eventos que aceleran la violencia. Sin embargo, la “prevención” de atrocidades a menudo comienza demasiado tarde: después de que estas ya han comenzado.

A pesar de los compromisos de los gobiernos, incluido el de Estados Unidos, con la prevención, en 2023 se cometerán atrocidades en trece países y millones de vidas estarán en riesgo.

Los conflictos violentos están en su punto más alto en 30 años y Acnur (Agencia de las Naciones Unidos para los Refugiados) estimó que más de 115 millones de personas serán desplazadas por la fuerza antes de fines de 2023.

Comprender los indicadores de posibles atrocidades empodera a quienes trabajan y viven en estos contextos para transformarlos y prevenir la violencia.

Si analizamos la experiencia de la última década de países que corren un alto riesgo de sufrir atrocidades: Afganistán, República Centroafricana, República Democrática del Congo, Guinea, Malí, Myanmar, Nigeria, Sudán del Sur, Siria y Yemen, podemos ver una clara relación y conexión entre los desafíos que enfrentan las personas en estos países, que se caracterizan por divisiones sociales generalizadas, relaciones fracturadas entre el gobierno y los ciudadanos o entre comunidades, exclusión de ciertos grupos de la representación y los recursos políticos, capacidades limitadas para prevenir o responder a conflictos violentos y espacio limitado para la sociedad civil.

Sin embargo, existen soluciones preventivas. En la República Centroafricana, donde el conflicto entre Seleka y las milicias anti-Balaka intensificó las divisiones religiosas, los esfuerzos de programación de la organización no gubernamental Search for Common Ground se centraron en superar las divisiones sociales.

En un año, 90 % de los participantes en la ciudad capital de Bangui pudieron identificar valores compartidos, lo que condujo a un mayor respeto mutuo y una reducción de la naturaleza de las represalias en los conflictos.

Este caso sirve como un poderoso ejemplo de la importancia de implementar iniciativas como eventos de solidaridad social y cultural, medios de cambio social y proyectos de acción comunitaria colaborativa para superar las divisiones y fomentar el entendimiento, al tiempo que se invierte en estructuras inclusivas para la respuesta a los conflictos durante períodos estables para construir paz sostenible.

El enfoque histórico de la comunidad internacional ante momentos de crisis en lugares como Afganistán, Yemen, Myanmar y Sudán del Sur ha sido restringir el compromiso diplomático, introducir sanciones y/o reducir drásticamente la asistencia no humanitaria. Sin embargo, es precisamente en estos momentos de agitación cuando crece el riesgo de que se cometan atrocidades.

Las sanciones y otros mecanismos de respuesta no deberían impedir la capacidad de las organizaciones locales de acceder a recursos y apoyo en momentos de crisis. En cambio, es crucial ampliar y apoyar el trabajo de las comunidades involucradas en los esfuerzos de reducción de tensiones, siempre que sea posible y seguro.

En Sudán del Sur, empoderar a los miembros de la comunidad de los condados de Magwi y Nimule para monitorear las tendencias del conflicto y brindar respuestas anticipadas ha dado resultados significativos.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

Monitores de conflictos capacitados y miembros del comité de paz informaron de una reducción drástica de los ataques en carreteras, una disminución de los casos de violencia doméstica y violaciones, y una mitigación de la violencia en torno a las cuestiones de tierras durante el regreso de personas de los campos de refugiados y desplazados internos.

Si bien la necesidad de actuar es urgente, los compromisos programáticos y financieros de la comunidad internacional deben ser duraderos y flexibles. Para obtener retornos de la inversión en cohesión social se requiere un compromiso a largo plazo y ciclos de programación que vayan más allá de 18 a 24 meses.

Esto quedó ejemplificado en el estado nigeriano de Plateau, donde los donantes apoyaron el desarrollo de plataformas de monitoreo de conflictos y diálogo comunitario durante más de cinco años a través de una variedad de proyectos. Durante ese período,  75 % de las intervenciones redujeron las muertes en los lugares objetivo.

Sorprendentemente, durante un aumento de la violencia en 2018 y 2019, las áreas con arquitecturas de paz establecidas desplegaron personas capacitadas para reducir los conflictos y compartir información, lo que resultó en menos casos de violencia en comparación con las regiones vecinas.

Se necesita una inversión sostenida en cohesión social para establecer comités de paz, cambiar narrativas y generar confianza, mientras que los programas de respuesta rápida pueden abordar eficazmente las crisis emergentes con diferentes métodos de desembolso.

La acción anticipada es fundamental para la agenda de prevención. Requiere un doble compromiso para reducir los entornos que propician la violencia y crear capacidades de respuesta rápida para reducir la escalada. Ahora es el momento de asumir ese compromiso, ya que la prevención de atrocidades sigue siendo una responsabilidad compartida entre la comunidad internacional.

Reconocer las señales de alerta, invertir en la consolidación de la paz inclusiva y fomentar la cohesión social desde el principio es crucial para arrancar de raíz y transformar las semillas de la violencia.

Katie Smith es especialista en políticas globales en la organización estadounidense Search for Common Ground (Buscar puntos en común). Es autora de un nuevo informe sobre “Polarización, cohesión social y atrocidades: enfoques para un mundo más seguro”.

T: MLM / ED: EG

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