En julio de este año, los talibanes emitieron un decreto que supuso el cierre de peluquerías y salones de belleza en todo Afganistán. Esta directiva se alinea con las políticas islamistas extremas que gobiernan ahora el país, cuyo objetivo es confinar a las mujeres estrictamente dentro de sus hogares.
Esta medida siguió a un decreto anterior, de diciembre del año pasado, que prohibía a las mujeres trabajar en organizaciones no gubernamentales que prestaban ayuda humanitaria especialmente beneficiosa para las mujeres. Muchas de estas organizaciones han cerrado posteriormente sus operaciones en el país.
En Kabul, la capital, y en otras 33 provincias se han cerrado un total de 12 000 negocios dirigidos predominantemente por mujeres. El Sindicato de Peluqueras calcula que cada peluquería da trabajo a una media de tres mujeres.
«Me sentí profundamente descorazonada por esta noticia», expresó Shabnam, un nombre supuesto por seguridad de la fuente. Y añadió: «Mis amigas estaban tan tristes que empezaron a llorar. Intenté animarlas, pero comprendo que no hay nada más duro que perder tu fuente de ingresos y ser el único sostén de la familia».
El cierre de organizaciones humanitarias afecta especialmente a las mujeres. Estas organizaciones señalan que las empleadas desempeñan un papel vital debido a su mejor comprensión de los retos de las mujeres, lo que permite prestar una ayuda adaptada a las necesidades específicas.
Según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (Ocha), 25 millones de familias afganas viven por debajo del umbral de la pobreza, ganando menos de dos dólares al día.
Antes de la vuelta de los talibanes al poder, el 15 de agosto de 2021, numerosas mujeres ocupaban puestos importantes en el gobierno, en funciones no gubernamentales, así como en instituciones nacionales e internacionales en Afganistán.
Sin embargo, los talibanes, siguiendo una interpretación especialmente estricta del Islam, pretenden desmantelar estos avances, y son las mujeres quienes se llevan la peor parte de esta política.
Se ha negado a las mujeres el acceso a la educación superior y se les prohíbe trabajar fuera del hogar, lo que conlleva sanciones económicas impuestas por la comunidad internacional.
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Varias décadas de guerra han devastado la economía afgana, lo que ha provocado que muchos hogares estén encabezados por mujeres como único sostén de la familia.
Mina, también un seudónimo por seguridad, cerró su salón a regañadientes y se lamenta. «Perder mi trabajo fue muy duro para mí porque soy la tutora de cuatro hijos menores de 18 años, y todos sus gastos y responsabilidades recaen sobre mí», dice.
Este artículo lo elaboró Learning Together, una red voluntaria de mujeres periodistas finesas. La autora es una periodista afgana, formada con apoyo finés antes de la toma del poder por los talibanes. Su identidad no se revela por razones de seguridad.
T: MF / ED: EG