El Salvador se esfuerza poco en librarse del analfabetismo

Campesinas adultas de El Salvador participan de una clase de alfabetización en el cantón Santa Rosa, del municipio de Sensuntepeque, en el departamento de Cabañas, en el norte del país. Las autoridades de educación de este país centroamericano han hecho muy poco por continuar con programas que enseñen a leer y a escribir a personas adultas, sobre todo en la zona rural. Imagen: Edgardo Ayala / IPS

SENSUNTEPEQUE, El Salvador – Los esfuerzos de El Salvador por mejorar el nivel educativo de la población parece que no terminan de cuajar, con una precariedad a flor de piel en las escuelas del país, sobre todo las rurales, y con pocos avances para superar el analfabetismo.

En casi una década, este país centroamericano de 6,7 millones de habitantes se ha movido apenas dos puntos porcentuales en su lucha contra el analfabetismo, al pasar de 11,8 % en 2013 a 9,7 % en 2021, el último año con datos oficiales disponibles.

Esa tasa es más marcada en la zona rural con 15,2 % y en personas por encima de los 60 años, con 45,7 %.

Alfabetización en el congelador

Y más preocupante aún es la suspensión en los últimos tres años del programa estatal de alfabetización de adultos en la zona rural, contaron a IPS personas involucradas en ese esfuerzo.

“Es preocupante, el programa de alfabetización dejó de existir”, señaló a IPS la directora ejecutiva de la no gubernamental Asociación de Educación Popular, Verónica Majano.

Esa organización, conocida por su acrónimo, Ciazo, ha trabajado en programas de alfabetización desde 1989, cuando el país atravesaba por una guerra civil que se extendió de 1980 a 1992.

Y ahora Ciazo es quizá la única organización que aún desarrolla programas de alfabetización de adultos en las zonas rurales del país.

“A veces iba a oficinas al pueblo de Ilobasco, y sentía feo cuando veía rótulos con mensajes escritos y yo no podía entender las palabras”: Carmen Molina.

Otras instituciones que impulsaban proyectos similares han desistido precisamente por lo que consideran es un abandono por parte de las autoridades de Educación de ese esfuerzo nacional.

“No solo es estancamiento, es un retroceso; la pandemia del covid-19 afectó en la educación inicial, básica, media y superior, pero bien o mal se le está dando continuidad. Pero en alfabetización no hay nada”, subrayó Majano.

La cancelación o suspensión del gubernamental Programa de Alfabetización se ha hecho  evidente, dijo, desde que llegó al Ejecutivo el gobierno de Nayib Bukele, que asumió las riendas del país en junio de 2019.

Agregó que el esfuerzo por enseñar a leer y a escribir a quienes no tuvieron la oportunidad de ir a la escuela, o que en su inicio la abandonaron por diversas razones, se había mantenido activo independientemente de qué gobierno conducía el Ejecutivo, si de izquierdas o de derechas.

Con ello se refería a las administraciones de la derechista Alianza Republicana Nacionalista, que dirigió cuatro gobiernos entre 1989 y 2009, y a las del izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, con dos gobiernos entre 2009 y 2019.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) ha señalado que adquirir y mejorar las competencias de alfabetización a lo largo de la vida es parte intrínseca del derecho a la educación y conlleva un enorme empoderamiento y muchos beneficios.

La alfabetización “impulsa el desarrollo sostenible, permite una mayor participación en el mercado laboral, mejora la salud y la nutrición de los niños y las familias, reduce la pobreza y amplía las oportunidades en la vida”, señala el organismo.

La Unesco fija en 3,9 % del total de población de más de 15 años la tasa máxima de personas iletradas para que un país pueda declararse libre de analfabetismo, mientras que califica este problema como “otra forma de esclavitud moderna”.

Sin embargo, advierte que, a pesar de los progresos realizados a escala mundial, 763 millones adultos siguen sin saber leer ni escribir.

Las manos de una adulta mayor rellenan una cartilla con la que aprende a leer y escribir. La mayoría de mujeres que participan del círculo de alfabetización del cantón Santa Rosa, en el norte de El Salvador, sobrepasa los 60 años. Pero eso no las ha desmotivado para seguir aprendiendo, pese a que algunas tienen problemas de visión y examinarse la vista y comprarse anteojos implica un costo que muchas no pueden afrontar. Imagen: Edgardo Ayala / IPS

Palos de ciego

El académico Óscar Picardo aseguró a IPS que parte del problema en El Salvador radica en que, históricamente, la llegada de cada nuevo gobierno ha implicado el cambio de estrategia y visión sobre cómo impulsar la educación en general y los programas de alfabetización en particular.

Eso ha generado una discontinuidad con algunos logros o avances que alcanzaban las autoridades que precedían a las que llegaban, dijo.

“El país y el Ministerio de Educación ha tenido un problema recurrente que sigue presente, que es la ausencia de políticas de Estado”, dijo Picardo, director del Instituto de Ciencias, Tecnología e Innovación, de la privada Universidad Francisco Gavidia.

Y agregó; “El sistema educativo funciona con políticas de gobierno, y cada cinco años se reinicia todo el sistema, cambia ministro y cambian planes, cambian prioridades pero los grandes problemas se mantienen intactos”.

El experto señaló que si se quiere avanzar en materia educativa, y en particular en reducir el analfabetismo, hay que atajar el problema de la deserción escolar, motivada por la pobreza y por la inseguridad generada por las pandillas.

Según cifras oficiales, 1,3 millones de personas de 4 a 29 años (47,4 %) declararon no asistir a la escuela en 2022.

La tasa de pobreza alcanza a 26,6 % de la población, pero en el campo la cifra sube a 29,6 %.

La escuela del cantón Santa Rosa, en el centro de El Salvador, ofrece enseñanza hasta completar los nueve años básicos, y para poder continuar con el bachillerato las familias campesinas tienen que hacer un esfuerzo económico importante para poder mandarlos a una localidad conocida como El Guayabo, lo que implica pagar transporte y otros gastos. Imagen: Edgardo Ayala / IPS

Picardo destacó que a partir de la llamada “guerra contra las pandillas” impulsada desde finales de marzo de 2021 por el gobierno de Bukele, con la que se ha logrado desmontar la operatividad de esos grupos criminales, es probable que bajen los índices de deserción y eso se refleje ya en las cifras del próximo año escolar.

“Por supuesto, si disminuye la deserción por la mejora de la seguridad eso sería muy positivo, ojalá que veamos estadísticas en ese sentido”, acotó Picardo.

La estrategia de mano dura contra las llamadas “maras”, si bien ha desarticulado en buena medida la actividad criminal de esos grupos, ha generado también una dinámica de violaciones a los derechos humanos y abusos de autoridad policial y militar que han sido denunciadas por organizaciones de derechos humanos locales e internacionales.

Con una escolaridad promedia de apenas de 7,2 grados, a la población le costará salir de la pobreza y al país, encontrar inversión extranjera que ofrezca empleos mejor pagados, dijo el experto.

En El Salvador existen tres grados de educación inicial, hasta los siete 7 años en promedio. Luego hay nueve grados de básica, hasta los 15 años, y tres más de educación media, hasta los 18 años. Se considera obligatoria hasta completar la educación básica.

A nivel centroamericano, la mayoría de países enfrentan una problemática similar al salvadoreño, agregó Picardo, aunque Costa Rica siempre ha marcado un mejor desarrollo en el área educativa y social, en general, y es el único del área declarado  libre de analfabetismo.

El gobierno salvadoreño le ha apostado a reducir la brecha tecnológica con la entrega de miles de laptops a los estudiantes de educación básica y bachillerato, lo cual es un logro importante.

Pero también se le critica la poca inversión para mejorar las condiciones de la mayoría de las más de 5000 escuelas del país, sobre todo en la zona rural, y en subsanar las deficiencias en la enseñanza.

La maestra Blanca Velazco compartió con IPS las dificultades que enfrenta cada día para enseñarles los conocimientos esenciales a sus alumnos de parvulario y de primer grado, quienes comparten un mismo salón de clases, en la Escuela del cantón Santa Rosa, en el municipio de Sensuntepeque, del departamento de Cabañas, en el norte de El Salvador.

“Mis alumnos de primer grado ya tendrían que leer mejor, pero se me ha dificultado bastante enseñarles, porque están junto con los de parvulario, y eso no debería ser así”, comentó Velazco, de 47 años.

Añadió que a las 10:30 AM despacha a los niños de parvulario y solo tiene 45 minutos para enseñarles a los de primer grado para Lenguaje y Matemáticas.

“Cuarenta y cinco minutos no es suficiente”, subrayó. Por la tarde, ella también da clases a cuarto grado.

La ganadería a pequeña escala t la agricultura de subsistencia son las principales actividades económicas en el cantón Santa Rosa, en la jurisdicción de Sensuntepeque, en el norte de El Salvador. Imagen: Edgardo Ayala / IPS

Ganando la batalla al analfabetismo

En ese cantón, donde viven unas 50 familias, la Asociación de Educación Popular, Ciazo, desarrolla cinco círculos de alfabetización dirigido a las personas adultas que todavía quieren ganarle la lucha al analfabetismo, la mayoría mujeres.

Cifras oficiales revelan que de las personas que no saben leer ni escribir, en El Salvador,  14,4 % son mujeres, y 7,7 %, hombres.

Uno de esos círculos está conformado por una decena de mujeres campesinas cuyas edades sobrepasan los 60 años. La mitad de ellas estaban presentes cuando IPS visitó la zona, el lunes 28 de agosto, y varias de ellas presentan problemas de visión, por la edad, pero siguen en la lucha.

“A veces iba a oficinas al pueblo de Ilobasco, y sentía feo cuando veía rótulos con mensajes escritos y yo no podía entender las palabras”, contó Carmen Molina, de 66 años, mientras trabajaba en una cartilla, escribiendo palabras y resolviendo sumas y restas sencillas.

Narró que cuando era niña asistió a la escuela pero solo llegó hasta segundo grado, y lo poco que aprendió se le olvidó con los años.

“Ya no quise seguir”, explicó, porque tenía que ir a llevar el desayuno a su padre y sus hermanos a la milpa, -el cultivo tradicional que entremezcla el maíz con el frijol y algunas hortalizas. “Y luego venir para ir a la escuela era muy pesado”, dijo.

Se animó a ir al círculo de alfabetización porque algunos de sus hijos menores le preguntaban qué escribir en las tareas que les dejaban a ellos.

“A unas les cuesta más que a otras, aprender, pero en general han avanzado bastante, poco a poco”, aseguró Flor Echeverría, de 30 años, quien enseña en el círculo desde principios de 2023.

Echeverría comentó que ella misma solo estudió hasta octavo grado de primaria y ya no quiso terminar el noveno grado, el último escaño con el que contaba la escuela.

“En aquel tiempo no había las facilidades para ir a estudiar, todo era más complicado aún”, dijo.

“Es bonito dedicar el tiempo para compartir conocimiento con las personas que no aprendieron a leer ni a escribir”, finalizó.

Si bien en círculo participan algunos hombres, como Julio, el hijo de Carmen, la gran mayoría son mujeres que han ido comprendiendo que aprender a leer y escribir es en sí mismo un acto de rebeldía y, también, de liberación.

ED: EG

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