GUATEMALA – El sociólogo Bernardo Arévalo, de 64 años y de tendencia socialdemócrata, ganó de manera contundente la elección presidencial en Guatemala, a la cabeza del joven y crítico Movimiento Semilla, con 58 % de los votos emitidos frente a 37,2% de Sandra Torres, respaldada por fuerzas más conservadoras. El resultado de las urnas abre un nuevo camino político en este país centroamericano.
“El pueblo de Guatemala ha hablado contundentemente. Basta ya de tanta corrupción”, fueron las primeras palabras de Arévalo tras conocerse su arrolladora victoria, pues la crítica a ese flagelo fue el eje de su campaña, con la que sorprendió en la primera ronda el 25 de junio y entusiasmó a miles de jóvenes seguidores.
La corrupción ha sido la compañera de la impunidad durante los gobiernos en lo que va de siglo, al punto de que con auspicio de las Naciones Unidas funcionó entre 2006 y 2029 una Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig).
Fueron condenados, procesados o investigados por corrupción los ex presidentes Alfonso Portillo (2000-2004), Álvaro Colom (2008-2012), Otto Pérez Molina (2012-2016) y Jimmy Morales (2016-2020), quien expulsó a la misión de la Cicig, y también hay denuncias contra el actual gobernante, Alejandro Giammattei.
Ministros y otros altos funcionarios, parlamentarios y miembros del poder judicial han integrado redes de corrupción en connivencia con empresarios, y la campaña de Álvarez puso énfasis en relacionar ese flagelo con la pobreza que agobia al menos a la mitad de los 17,5 millones de habitantes de este país centroamericano.
En la segunda vuelta de la elección presidencial este 20 de agosto, participó aproximadamente la mitad del padrón, de nueve millones de guatemaltecos.
Torres, de 67 años, casada entre 2003 y 2011 con el expresidente Colom –este de ideología socialdemócrata- alineó a su partido Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), de posiciones originalmente centristas, a las más conservadoras y a pactos con fuerzas como la oficialista Vamos, de Giammattei.
Esas alianzas, con mayoría en el parlamento, se anticipan como escollos seguros para el trabajo inicial de Arévalo, aunque Giammattei ya reconoció y felicitó al vencedor.
Internacionalmente se percibe la victoria de Arévalo como un auspicioso freno a las corrientes autoritarias y que ignoran derechos humanos, que han avanzado en América Central, principalmente en Nicaragua con el gobierno de Daniel Ortega y en El Salvador con la presidencia de Nayib Bukele.
Arévalo ya recibió felicitaciones de las cancillerías de Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Panamá, Perú y Venezuela, además de mensajes o llamados de sus inmediatos vecinos, los presidentes de El Salvador, Honduras y México.
El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador se extendió en sus declaraciones y dijo estar “muy contento porque ganó la elección Bernardo Arévalo (…) un hombre progresista, con principios, una gente honrada, que va a gobernar para todos, pero estoy seguro que le va a dar atención especial a los más pobres”.
Las felicitaciones se extendieron a la vicepresidenta electa en la fórmula de Arévalo, Karin Herrera, química, bióloga y socióloga de 55 años, de extensa carrera académica pero que recién incursiona en la política con el Movimiento Semilla.
Analistas en la región concuerdan en que la elección de Arévalo y Herrera representa el giro más progresista en este país desde que en 1996 terminó una guerra civil de tres décadas protagonizada por las fuerzas militares y guerrillas de izquierda.
Tras un período de transición que puede ser muy azaroso por la oposición de fuerzas rivales que, entre otros poderes, tienen mayoría en el parlamento, Arévalo iniciará su mandato en enero de 2024, y en sus declaraciones se manifestó convencido de que para Guatemala será “el gobierno de la nueva primavera”.
Arévalo es hijo del fallecido expresidente Juan José Arévalo (1945-1951), el primer mandatario elegido democráticamente en el país, defensor de un “socialismo espiritual” e iniciador de reformas en educación, salud y modernización del ejército.
El sucesor de Arévalo, Jacobo Arbenz, de tendencia progresista, fue derrocado en 1954 por un movimiento militar auspiciado por Estados Unidos, lo que llevó al exilio al exgobernante, quien se encontraba en Uruguay cuando nació su hijo Bernardo.
Ahora es el “tío Bernie”, como le llaman los más jóvenes seguidores de Semilla, quien emerge como la nueva referencia democrática en el país más poblado de América Central.
A-E/HM