Viviendas saludables, derecho de familias rurales en Perú

La peruana Martina Santa Cruz, campesina de la aldea de Sacllo, en el surandino departamento de Cusco, se siente satisfecha en su remodelada cocina donde se abrió el techo para que ingrese la luz del sol y se instalado una chimenea que extrae el humo del fogón donde cocina la mayoría de las comidas familiares. Estos días se le manchó una pared porque dejó algo mucho tiempo al fuego, pero su esposo está por pintarla, porque le gusta tener todo limpio y ordenado. Imagen: Janet Nina / IPS

CUSCO, Perú – Adoptar el enfoque de vivienda saludable mejoró las condiciones de vida de mujeres rurales peruanas como Martina Santa Cruz, una campesina de 34 años que vive con su esposo y sus dos  hijos en la aldea de Sacllo, a 2959 metros sobre el nivel del mar, en el municipio altoandino de Calca.

“Antes tenía mi cocina a leña, de fogón sin chimenea y el humo llenaba la casa, teníamos tos y ardor de ojos y nos molestaba bastante”, recuerda a IPS durante una larga conversación telefónica desde su comunidad.

Santa Cruz, su esposo, su hija de 13 años y su niño de cuatro son una de las 100 familias que viven en Sacllo, parte del distrito de Calca y de la provincia homónima, una de las 13 que conforman el departamento surandino de Cusco, cuya capital del mismo nombre es conocida mundialmente por su patrimonio cultural y arqueológico del imperio inca.

Con una población estimada en más de 1 380 000 habitantes, según los datos de 2022 del estatal Instituto Nacional de Estadística e Informática, un 4% del total nacional de 33 millones, Cusco enfrenta numerosos desafíos para incrementar el desarrollo humano, especialmente en las zonas rurales donde es mayor la desigualdad social.

El 41% de la población rural peruana vive actualmente en pobreza según cifras oficiales de mayo y en Calca, donde 55 % de las familias son rurales, se mantienen tasas elevadas de desnutrición y anemia infantil.

Una forma que encontró Santa Cruz de mejorar la salud de su familia y labrarse nuevas oportunidades para incrementar sus ingresos, fue involucrarse en el objetivo de la vivienda saludable.

“Las familias rurales tienen derecho a una vivienda digna que les proporcione bienestar pleno y garantice su salud, su seguridad, su recreación y los medios para su alimentación”: Berta Ttito.

En el 2019 participó en un concurso organizado por la municipalidad de Calca, con el que pudo iniciar las transformaciones en su vivienda haciendo de ella un espacio que les produce mayor bienestar.

Su esposo, Manuel Figueroa, es obrero de construcción civil en la ciudad de Cusco, a unos 50 kilómetros de distancia por carretera, y es ella quien se queda todo el día en la casa a cargo del hogar, de sus hijos y de las tareas productivas como cuidar los cultivos de su huerto al aire libre y dar de comer a los animales.

“Cuando solo cocinaba con el fogón tenía que conseguir además una arroba diaria de leña (11,5 kilos) para poder tenerlo prendido todo el día y así sancochar el mote (granos de maíz), las menestras… todo lo que es la comida”, refiere.

Además de la cocción de los alimentos, el fogón les proveía de calor, especialmente en las temporadas de heladas en que las temperaturas suelen descender a bajo cero y que debido al cambio climático se han intensificado.

En la pequeña aldea de Sacllo, en el municipio peruano de Calca, Martina Santa Cruz posa junto a sus dos hijos, orgullosos de contar con una vivienda saludable que mejoró las condiciones de vida de la familia. La casa ha sido revestida de arcilla y cuenta con dos cocinas y un balcón de madera en el segundo piso donde se encuentran las habitaciones. Imagen: Janet Nina / IPS

Viviendas y comunidades rurales saludables

Jhabel Guzmán, ingeniero agrónomo con amplia experiencia en proyectos de vivienda saludable en diferentes zonas de la provincia de Calca, indicó a IPS que la sostenibilidad de esta propuesta radica en que debe incorporar el componente de la generación de ingresos económicos.

“No es suficiente proponer el cambio o mejoramiento de las cocinas, el ordenamiento de los espacios o la habilitación de servicios higiénicos, las familias rurales requieren medios para enfrentar la pobreza”, afirmó.

De los trabajos que ha acompañado, los que se mantienen son aquellos en los que junto con mejoras en relación a la salud, la transformación de las viviendas contribuyó a obtener ingresos a través de actividades como las huertas productivas, los galpones de pequeños animales y el turismo vivencial ampliando el impacto a la comunidad.

El caso de Santa Cruz y su familia se encamina en ese sentido. Su vivienda original la construyó el esposo en 2013 con el apoyo de un maestro de obras y algunos vecinos, un total de ocho personas, quienes la culminaron en un mes. Emplearon materiales locales como piedras, tierra, adobe y palos.

Era de dos plantas, pero no tenía revestimientos, lo que incrementaba la sensación de frío a la vez que los espacios no estaban acondicionados adecuadamente: sus animales se hallaban en ambientes muy estrechos, las habitaciones se apiñaban en la planta baja, su fogón carecía de chimenea y la casa era muy oscura.

Participar en la iniciativa de viviendas saludables fue el comienzo de muchos cambios.

La campesina peruana Martina Santa Cruz, acompañada de su madre y sus dos hijos, en la luminosa cocina donde emplea el gas como combustible y donde también se ubica el comedor familiar. Imagen: Cortesía de Martina Santa Cruz

“Embarramos la casa con arcilla, quedó bonito, parejito y allí pintamos un sol y un picaflor. En la cocina coloqué un repostero (despensa de madera) que no había antes, abrimos el techo y pusimos calamina transparente para que entre la luz del sol e hicimos una chimenea para que se vaya por allí el humo del fogón y del horno”, señala.

“Se siente bien… Ya no hay humo, puedo tener las cosas más ordenadas, hay claridad, la arcilla le da más calorcito a la casa y mis animalitos, que viven al lado, están aumentando”, comenta.

Además habilitó un espacio para tener una cocina a gas (de balón o bombona) con su comedor, la que emplea cuando le llegan visitas y requiere de mayor potencia en el fuego para preparar los alimentos en menor tiempo.

Por sus roles de género, las mujeres peruanas siguen responsabilizadas de las tareas del cuidado y estas les insumen más tiempo a las que viven en zonas rurales por las condiciones de precariedad de las viviendas y el menor acceso al agua, entre otros factores, restándoles oportunidad para realizar actividades de estudio, recreación, organizativas, entre otras.

Instalar amplios galpones,  pequeños cobertizos techados y con divisiones para los cuyes (Cavia porcellus) y las gallinas, le facilita a Santa Cruz la limpieza y su trabajo de alimentarlos, y por tanto ahorrar tiempo que piensa aprovechar en futuras actividades gastronómicas.

Cuenta que tiene 150 cuyes, unos roedores muy preciados en la gastronomía de las zonas andinas, que proveen de carne nutritiva a su familia y el resto puede vender y ganarse un dinero extra que emplea en la compra de frutas y otros alimentos.

Una típica e insalubre vivienda de zonas rurales de Perú donde se cocina empleando la leña como combustible y en un ambiente cerrado y sin chimenea, lo que provoca la expansión del humo por toda la casa y daños a la salud de las familias. Imagen: Mariela Jara / IPS

Vivir con pleno bienestar

La ingeniera agrónoma Berta Tito, de la institución cusqueña no gubernamental Centro para el Desarrollo de los Pueblos Ayllu (Cedep Ayllu, que significa comunidad, en quechua), destacó en diálogo con IPS la importancia de las viviendas saludables en las zonas rurales, como la de Sacllo y otras de la provincia de Calca.

Sostuvo que previenen enfermedades pulmonares entre integrantes de las familias, en particular las mujeres que inhalan el dióxido de carbono al estar en contacto directo con los fogones; disminuyen la contaminación, y mejoran la salud mental especialmente de hijas e hijos.

“Las familias rurales tienen derecho a una vivienda digna que les proporcione bienestar pleno y garantice su salud, su seguridad, su recreación y los medios para su alimentación”, puntualizó.

Berta Tito, en el centro de un huerto invernadero, durante una jornada de trabajo con campesinas y campesinos de elevadas zonas de Cusco, en el sur de los Andes peruanos. La ingeniera agrónoma cusqueña destacó la importancia de que las familias rurales accedan a las viviendas saludables como parte de sus derechos. Imagen: Mariela Jara / IPS

Explicó que demanda una planificación predial que comprometa a las familias con una visión de lo que quieren lograr a futuro y en qué tiempo, para en función de ello hacer sus planes de acción. “Y visto de manera integral, incluye el acceso a energías renovables”, dijo.

En la vivienda de Santa Cruz los espacios ya están ordenados, la planta baja está destinada a proveerse del sustento y la segunda al descanso, donde se ubican las cuatro habitaciones, una para cada integrante de la familia, que dan la cara con una hermosa baranda de madera.

Estos días está mortificada, porque usó demasiado tiempo el fogón y se le manchó de negro la pared más cercana, pero ella y su esposo ya tienen previsto volverla a pintar en breve, porque la familia disfruta con las paredes limpias.

Además de sus dos lugares para cocinar, a fogón y a gas, atiende una huerta en el terreno al lado de su casa, donde siembra cebolla, zanahorias, alverjitas (guisantes) y zapallitos italianos (calabacines), entre otras hortalizas que emplea diariamente y de las que tiene certeza de su calidad pues abona la tierra con el estiércol de los cuyes y las gallinas que “comen todo natural”.

En su planificación está pendiente cercar su vivienda y ampliar un espacio disponible para habilitarlo como un pequeño restaurante. “Ese es mi proyecto, dedicarme a la gastronomía con mis animales, tengo la cocina y el horno y puedo atender a más personas… pero poco a poco”, proyecta con seguridad.

ED: EG 

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