SAN LUIS LA HERRADURA, El Salvador – Con unos maderos secos como combustible, la salvadoreña Margarita Ramos encendió el fuego de su estufa de leña y se dispuso a freír dos pescados, atizando de cuando en cuando la llama, consciente de que el humo que inhalaba podría afectarla.
“Sé que el humo puede dañar mis pulmones, pues así lo he oído en las noticias, pero qué le voy a hacer”, dijo Ramos a IPS, a un lado de su cocina, montada en el patio de su casa, en el cantón El Zapote, una aldea de unas 651 familias, del municipio costero de San Luis La Herradura, del departamento de La Paz, en el sur de El Salvador.
La leña, el combustible de los pobres
“Cocino con leña por necesidad, porque no siempre tengo trabajo ni dinero para comprar el gas”, añadió Ramos, de 44 años, en referencia al gas licuado, un derivado del petróleo con el que se cocina en 90,6 % de los hogares salvadoreños, según datos oficiales.
Por esa realidad pasan muchas mujeres en El Salvador, y en otras regiones del mundo, sobre todo en el campo, donde la opresiva situación económica, y un poco la costumbre, empuja a las familias a cocinar con leña, con las repercusiones negativas en la salud.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que en 2019 aproximadamente 18 % de las muertes globales se debieron a enfermedades pulmonares obstructivas crónicas y el 23 %, a infecciones respiratorias agudas.
En ese tipo de dolencias la contaminación del ambiente, incluyendo el humo de leña, juega un rol determinante en las enfermedades respiratorias sobre todo de las mujeres rurales, que son las que están al frente de los fogones debido a los roles de la cultura patriarcal.
“Sé que el humo puede dañar mis pulmones, pues así lo he oído en las noticias, pero qué le voy a hacer”: Margarita Ramos.
La OMS advertía ya en 2004 que cerca de 1,6 millones de personas morían entonces, anualmente, a causa del humo de carbón y leña usados en las cocinas en muchos países en desarrollo.
En El Salvador se reportaron en 2022 un total de 29 365 casos de infecciones respiratorias agudas por cada 100 000 habitantes, muy por arriba de los 19 000 del 2021. Las neumonías alcanzaron 365 casos por cada 100 000 habitantes, en el mismo periodo, y la letalidad llegó a 13,6 %, sobre el nivel de 11,4 % del año precedente.
Ramos mostró la cocina a gas que tiene dentro de su vivienda, con un tanque (bombona) que le dura aproximadamente 40 días.
Pero cuando se le acaba y no tiene dinero para reponerlo, se queda cocinando con su estufa de leña: una especie de mesa en un improvisado cobertizo en el exterior de su vivienda, sobre la que descansan los maderos y una estructura metálica que sostiene las cacerolas y ollas.
Cifras oficiales indican que en 5,9 % de los hogares se usa la leña para cocinar.
Sin embargo, en el campo esa cifra sube a 12,9 %, mientras que 84,4 % cocina con gas y el resto utiliza electricidad y otros sistemas.
Ramos, de 44 años, no tiene trabajo fijo y, como madre soltera, se las debe ingeniar para procurar el las necesidades de sus dos hijos.
Dos veces por semana ella limpia apartamentos de lujo en un complejo turístico cerca de su casa, en Los Blancos, una conocida playa del litoral salvadoreño al océano Pacífico, siempre en La Paz. Cuando le va bien limpia dos al día, por 24 dólares.
A veces ella también lava “ajeno”, como llama a la ropa de otras familias.
“Ahorita me he quedado sin gas, me toca con leña”, sostuvo. El tanque de gas licuado le cuesta entre 12 y 14 dólares.
La leña generalmente la colecta en la orilla del estero, de ramas de árboles de mangle, pues ella y su familia viven en un asentamiento de familias pobres levantado entre el océano Pacífico y el estero de Jaltepeque, uno de los principales humedales del país.
La pobreza alcanza a 26,6 % de la población a nivel nacional en este pequeño país centroamericano de 6,7 millones de habitantes, siempre según cifras oficiales, pero en el área rural la cifra alcanza a 29,6 %, y de esos, 10,8 % viven en pobreza extrema.
Abaratar los costos con leña
Mientras tanto en San Salvador, la capital del país, Cecilia Menjívar sostiene su pequeño negocio de elaboración de tortillas, en parte echando mano también de la leña, que colecta de las ramas de los árboles, en los alrededores de la Comunidad Los Héroes donde vive.
También usa maderos dejados en la construcción de alguna edificación y en ocasiones también la compra, a un costo de un dólar por unas tres “rajas” o ramas de árboles cortados con hacha.
Las tortillas son una suerte de panes circulares y aplanados, elaborados de masa de maíz, que se cuecen en planchas metálicas calentadas con el fuego que genera el gas licuado.
Sin embargo, Menjívar no cuece con gas los 68 kilogramos de maíz que diariamente necesita para salir adelante con el negocio, pues le representaría un costo económico demasiado alto.
“Por eso preferimos leña, no nos gusta, primero por los daños a la salud, luego la ropa se impregna con el olor a humo y las paredes de la casa también, se ve sucia”, comentó a IPS Menjívar, de 58 años
“Lo hacemos para ahorrarnos ese costo, que sería muy alto, y no nos resultaría el negocio”, añadió, mientras a su espalda se cocían en una olla, negra de recibir tanto humo, colocada sobre un fogón vibrante, los 68 kilogramos de maíz del día.
Las tortillas son parte de la dieta básica de la población salvadoreña. La mayoría de los hogares preparan sus alimentos en cocinas a gas, pero no producen sus propias tortillas, porque es un proceso complejo que consume mucho tiempo.
Por eso muchísimas mujeres, como Menjívar, se dedican al negocio de las tortillas para satisfacer la demanda, y cuecen el maíz en estufas de leña, normalmente situada en el patio interior, al aire libre.
Pero en la época lluviosa, de mayo a noviembre, la cocción del maíz lo realiza dentro de la casa, en un cuarto trasero.
Por la cantidad del maíz, y el tamaño de la olla, la estufa se improvisa en el piso: ahí se colocan los maderos y la estructura metálica para sostenerla.
El negocio de las tortillas se ha contraído, agregó, debido al aumento en el costo del maíz, que pasó de 15 dólares por quintal (45 kilogramos) a 32 dólares.
“Con el negocio ganamos para nuestros alimentos y otras cosas básicas, pero para otros gastos, no llega”, aseguró.
Bronquitis crónica y neumonía
Menjívar sostuvo que enfermó de neumonía en 2022, y no descartó que el origen de la dolencia fuera precisamente el humo que ha estado inhalando por décadas, aunque precisó que los médicos que la trataron no indagaron al respecto.
“Desde niña he estado expuesta al humo, porque mi mamá se dedicaba a hacer tortillas también, con leña”, indicó. “Cuando no encontraba ramas secas, mi mamá le metía de todo al fuego, zapatos viejos, ropa vieja y papel”, añadió.
Debido a la neumonía, dijo que tuvo que dejar de trabajar durante tres meses, y el negocio tuvo que ser manejado por su hija adolescente.
La combustión de leña libera gases tóxicos y partículas contaminantes que terminan produciendo las enfermedades que la terminología médica las agrupan como enfermedades pulmonares obstructivas crónicas, indicó a IPS la neumóloga Carmen Elena Choto.
Entre esos gases está el monóxido de carbono y el dióxido de nitrógeno.
“También vemos otras partículas dañinas, puede haber incluso hidrocarburos, porque no solo queman madera, sino también estiércol de vaca seco, mazorcas, papel, algo para hacer el fuego”, dijo la especialista.
El daño en las paredes de los bronquios, o bronquitis crónica, y en los alvéolos del pulmón, o efisema pulmonar, son algunas de las enfermedades asociadas a la exposición al humo, incluyendo el producido por el tabaco, añadió.
“Por quema de biomasa (leña y otros productos), la enfermedad más frecuente es la bronquitis crónica”, aseguró Choto, y las mujeres mayores son las que más la sufren.
En ese caso, las personas siempre presentan tos “o lo que la gente llama chillido de pecho o hervor de pecho porque hay obstrucción debido a los tapones de mocos en la vía respiratoria”, dijo.
Los pacientes, agregó, se van sintiendo cansados, sienten que les falta el aire y les da disnea, es decir, les baja la concentración de oxígeno, que en caso grave requiere de asistencia médica hospitalaria.
Esos síntomas comenzó a sentir Menjívar, al pasar los años fabricando tortillas.
“Sentía mucho cansancio, sufría de bastantes calenturas, me faltaba demasiado el aire, sentía que me costaba mucho respirar”, dijo.
Tras ser diagnosticada con neumonía, Menjívar dejó de trabajar durante tres meses, y el negocio familiar lo dirigió su hija adolescente.
“Por eso ahora poco me acercó a la humazón”, señaló. “Pero el humo siempre llega al resto de la casa”.
Por su parte, Ramos, allá en su aldea costera, ha tenido el cuidado de colocar la estufa en el patio, al aire libre, para evitar la exposición al humo. Le preocupa que pueda sufrir de asma, como su hermana.
Ecococinas, una alternativa
Una posible respuesta para reducir la exposición al humo, sobre todo en el campo, es la difusión de las estufas ecológicas, que por su mecanismo de combustión son más eficientes para producir energía y liberan menos humo.
Esas estufas ya existen desde hace décadas en países en desarrollo, incluyendo El Salvador, pero al menos en este país no se han logrado masificar lo suficiente como para que marquen la diferencia.
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Hay aspectos socioculturales que frenan la expansión de esas estufas y mantienen el uso del fogón a leña, dijo a IPS el ambientalista Ricardo Navarro, del Centro Salvadoreño de Tecnología Apropiada, filial local de la organización internacional Amigos de la Tierra.
Por ejemplo, mencionó la práctica de los campesinos de colocar los granos, como maíz y frijoles, arriba de las cocinas de leña, en plataformas de bambú o madera, para que el humo evite que los insectos se los coman.
“El problema es que a veces enfocamos el tema como un problema energético o de salud, sin considerar esos otros aspectos socioculturales”, comentó Navarro.