SAN SALVADOR – La falta de agua hace que la vida se vuelva cada vez más difícil para más de 10,5 millones de personas que viven en el Corredor Seco Centroamericano, una franja que abarca 35 % de esa región del mundo, caracterizada precisamente por la escasez del recurso hídrico.
En ese Corredor, esa falta de agua dificulta no solo las tereas higiénicas elementales, como bañarse, o las actividades hogareñas básicas, como lavar la ropa o los platos, sino también la agricultura y la producción de alimentos.
“Este es un lugar muy difícil para vivir, por la falta de agua”, dijo Marlene Carballo, una salvadoreña de 23 años que vive en el cantón Jocote Dulce, un asentamiento rural del municipio de Chinameca, en el departamento de San Miguel, en el este de El Salvador.
Ese municipio es uno de los 144 del país que se ubica en ese corredor, donde más de 73 % de la población rural vive en la pobreza y 7,1 millones sufren inseguridad alimentaria grave, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Pero esos asentamientos de campesinos pobres no se han quedado de brazos cruzados.
La escasez de agua ha llevado a líderes comunitarios, sobre todo mujeres, que son quienes más sufren esa falta de agua, se organicen en asociaciones rurales para impulsar proyectos que ayuden a paliar esa carencia.
En Jocote Dulce y sus varios caseríos han llegado proyectos de captación de agua de lluvia, de reforestación y de apoyo para el desarrollo de pequeñas granjas avícolas, con el respaldo de organizaciones locales e internacionales, y el empuje financiero de países europeos.
Esa captación de agua lluvia se materializa en sistemas como el instalado en la casa de Carballo: con las tormentas, el agua que cae en el teco se redirige por medio de una tubería a una inmensa bolsa impermeable ubicada en el patio de la casa, y que funciona como tanque de captación, con capacidad de 80 000 litros.
Otros mecanismos incluyen también los reservorios: hoyos de forma rectangular cavados en el suelo, y recubiertos su base con una capa también impermeable.
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Con el agua “cosechada” se pueden irrigar pequeños huertos, dar agua a los animales que ayudan en la producción de alimentos, como vacas, bueyes y caballos, e incluso la acuicultura.
Proyectos similares se han llevado a cabo en el resto de países centroamericanos con territorios dentro del Corredor Seco.
En Guatemala, por ejemplo, la FAO y otras organizaciones han beneficiado a 5416 familias en 80 asentamientos, en dos departamentos del país.
ED: EG