Kenia comienza a aprovechar los beneficios para la salud de los caracoles

El científico Paul Kinoti en la granja de caracoles de la universidad donde investiga el potencial del jarabe para la tos con baba de caracol. Imagen: Wilson Odhiambo / IPS

NAIROBI – Los caracoles y la baba suelen ser seguidos por una expresión de repelencia  en mucha gente y los hay que chillan al ver a unos de estos gasterópodos cerca de ellos.

Para Paul Kinoti, sin embargo, estas viscosas criaturas podrían valerle el reconocimiento internacional, ya que su investigación sobre los caracoles ya premió a su institución, la Universidad Jomo Kenyatta de Agricultura y Tecnología (JKUAT, en inglés), una subvención del equivalente a un millón de dólares.

Esa partida, concedida por el italiano Instituto Cherasco de Cría de Caracoles, financiará un proyecto de investigación en dos fases para producir jarabe para la tos destinado a niños menores de cinco años.

Como profesor del departamento de Horticultura y Seguridad Alimentaria de la JKUAT, Kinoti lleva más de una década especializado en sistemas de cultivo no convencionales.

La agricultura no convencional es un sistema que emplea métodos agrícolas modificados o únicos en la producción de cultivos y animales. Kinoti ha estado investigando insectos y gusanos, centrándose dentro de la lombricultura en cómo añaden valor para complementar la producción agrícola y ganadera.

Según Kinoti, los caracoles ya están asociados a una gran variedad de productos, como piensos, productos para el cuidado de la piel, fármacos y fertilizantes.

“Mi investigación se centra en métodos de cultivo únicos a los que los agricultores no están acostumbrados, incluida la cría de insectos y gusanos como fuente de alimento para el ganado y fertilizante para las plantas. Crío moscas soldado negras y gusanos que son una fuente importante de proteínas para el ganado, especialmente para las aves de corral y los peces”, explicó Kinoti a IPS.

Y como especialista en seguridad alimentaria, uno de sus objetivos es animar a la gente a incluir los caracoles en su dieta, dado que son ricos en proteínas y hierro.

“La falta de concienciación es la principal razón por la que los kenianos no ven en los caracoles una fuente de alimento, y conseguir que lo acepten será una tarea difícil. Por eso estamos utilizando un enfoque más sencillo, animando a los agricultores a dedicarse a la cría de caracoles para que se acostumbren a la idea de tener caracoles a su alrededor”, dijo a IPS.

En todo el mundo, sobre todo en Asia, partes de Europa y África Occidental, los caracoles son un manjar conocido.

Los productos de caracol se fabrican actualmente en la JKUAT, donde, a través de la formación, han contratado a agricultores locales para que les suministren baba de caracol (mucina). La institución ofrece a estos agricultores cursos cortos de tres días sobre cómo criar caracoles y extraer su baba, que luego venden a la institución para obtener beneficios.

“Agradecemos a la institución que nos haya abierto la mente a una oportunidad que se ha vuelto muy lucrativa”, afirmó Antony Njoroge, uno de los agricultores locales que ahora se dedica a la cría de caracoles.

En su condado, Kiambu, la población o vive de la agricultura o tiene un pedazo de tierra en algún lugar que han reservado para actividades agrícolas.

Por eso, “esta es una buena fuente de ingresos extra. La cría de caracoles es nueva para nosotros. La mayoría ni siquiera se habría planteado practicarla debido a la cultura con la que hemos crecido», explicó Njoroge.

El mismo Kinoti conoció la cría de caracoles solo cuando realizó sus estudios de doctorado en Austria, gracias a que su anfitrión era un criador de ellos.

“Cuando volví, me di cuenta de que la cría de caracoles seguía siendo ajena a Kenia, y en lugar de centrarme solo en su cría, decidí investigar su valor añadido para la agricultura. De ahí surgieron productos como fertilizantes, piensos y productos para el cuidado de la piel», explicó.

Todos esos productos ya están en el mercado de este país de África oriental tras haber sido certificados  por la Oficina de Normalización de Kenia (KEBS).

La idea del jarabe para la tos no surgió hasta 2019, cuando Kinoti realizó una investigación de campo sobre caracoles en Kumasi, en Ghana. Su visita coincidió con la temporada de gripe, donde le sorprendieron los extraños brebajes que los padres utilizaban como remedio para la tos de sus hijos.

“Me di cuenta de que en lugar de darles el té de jengibre o limón al que la mayoría de nosotros estamos acostumbrados cuando alguien tiene gripe, sus padres recogían baba de caracol y la mezclaban con un poco de miel que daban a los niños como remedio”, explicó Kinoti. “Esta idea se me quedó grabada y, cuando volví, decidí investigar más sobre ella», dijo.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

La primera fase del proyecto, que durará dos años, consistirá en identificar las mejores especies de caracoles para la producción y la investigación sobre la baba de caracol, al tiempo que se anima a los agricultores a criarlos.

La segunda fase consistirá en fabricar y producir el jarabe para la tos una vez aprobado por la Autoridad de Alimentos y Medicamentos de Kenia (KFDA, en inglés).

La especie de caracol más utilizada para la producción de baba es el caracol gigante africano (Lissachatina fulica), que produce hasta 4 mililitros de baba por caracol. Se necesitan unos 250 de estos caracoles gigantes para hacer un litro de baba, extraído una vez a la semana.

La especie Lissachatina fulica es originario de África oriental, donde su origen se remonta a Kenia y Tanzania. En todo el mundo se considera una especie invasora por su capacidad de producir colonias a partir de una sola hembra. Se alimenta en grandes cantidades y es portadora de patógenos vegetales, lo que la convierte en una plaga para los agricultores cuando invade sus explotaciones.

Se ha extendido por todo el mundo a través de la exportación a Europa y Asia como manjar, siendo comprada en esas zonas como mascota, o también por su transportación accidental al engancharse a algo.

El proyecto cuenta con la participación de varios expertos (principalmente de la universidad) de distintos departamentos para ayudar a supervisar su éxito. Entre ellos hay zootecnistas, científicos especializados en alimentación, científicos de la salud y otros técnicos que ayudan a gestionar la granja de caracoles.

También trabaja en colaboración con otras instituciones importantes, como el Museo Nacional de Kenia, cuya labor consiste en ayudarles a identificar el mejor tipo de caracoles para la producción de baba.

También coopera con el Servicio de Vida Silvestre de Kenia (KWS, en inglés), que es la principal parte interesada y el organismo que les proporciona la licencia que necesitan para llevar a cabo la cría de caracoles en Kenia.

Como medida de conservación, se supone que no se daña a los caracoles durante la extracción de la baba, por lo que es un proceso delicado que implica el uso de ácido cítrico, y la extracción solo se hace una vez a la semana.

Una vez que pase todos los controles, se espera que el jarabe para la tos contribuya a reducir el coste de importación, ya que todo se fabricará localmente, lo que ayudará a ahorrar mucho dinero.

Los agricultores también están entusiasmados porque ya no tienen que depender de los caros fertilizantes y piensos del gobierno, que siempre han encarecido sus insumos y les han dado pocos beneficios.

Como manjar, los caracoles están ya presentes sobre todo  en las cartas de hoteles y restaurantes de lujo, que visitan sobre todo extranjeros y turistas.

“En mi infancia, lo único que recordaba de los caracoles en las clases de biología era que provocaban la esquistosomiasis  (una enfermedad parasitaria) , por lo que no me gustaban. Hoy soy uno de los proveedores de carne de caracol de algunos grandes hoteles de Nairobi y Mombasa,” afirmó Brian Wandera, un empresario local dela capital keniana.

Añadió que “es increíble lo que puede hacer el conocimiento».

“Compro los caracoles a los granjeros de Kiambu y se los vendo a los hoteles con beneficio», detalló aunque puntualizó que entre los kenianos aún no incluyen la carne de caracol como alimento.

Según Kinoti, una inversión equivalente a 190 dólares puede reportar a un criador de caracoles entre 450 y 950 dólares al mes, respectivamente, una vez que los caracoles empiezan a producir baba, normalmente a los cuatro meses. La baba se clasifica en tres categorías que se venden a distintos precios.

El científico explicó que en su universidad compran la baba a los productores a unos 11 dólares por litro para la del grado A, a ocho dólares la del grado B y a seis la C.

Sea como sea, el uso sanitario y económico del caracol y su baba ha comenzado a ser una realidad en Kenia.

T: MF / ED: EG

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