Cómo alimentar a la inmensa población hambrienta de Sudáfrica

Nosintu Mcimeli y Bonelwa Nogemane, impulsoras de una organización que promueve los derechos de personas con incapacidades, desarrollan un proyecto agroecológico para mejorar la seguridad alimentaria en la provincia de Cabo Oriental, en Sudáfrica. A la izquierda, niños alimentados en un comedor social con parte de la producción. Imagen: ADP

JOHANNESBURGO –  En la profundidad rural de la aldea de Jekezi, en la provincia sudafricana del Cabo Oriental, la mayoría de las personas jóvenes y sanas han huido del lugar, dejando atrás a discapacitados, niños y adultos mayores.

Es en aldeas como esta donde podrían hacerse realidad las crudas estadísticas de que uno de cada cinco sudafricanos sufre tal inseguridad alimentaria que se ve obligado a mendigar para alimentarse a sí mismo y a su familia.

En cambio, Jekezi apoya a su frágil comunidad a través de un proyecto agroecológico, Personas con Discapacidad de Abanebhongo (APD, en inglés), cofundado en 2020 por Nosintu Mcimeli como ejemplo de soberanía alimentaria en acción.

La seguridad alimentaria es anormalmente baja en Sudáfrica, ya que es el segundo país africano más rico por producto interno Bruto (PIB), por detrás de Nigeria, y el que cuenta con el mayor PIB por habitante.

Según datos de 2019 de Statistics SA, al menos 10 millones de personas no tenían suficientes alimentos o dinero para comprarlos, en un país con una población total de 60 millones.

Impactos en el desarrollo físico y la salud mental

Los impactos de esto son devastadores porque el hambre no solo impacta en el desarrollo físico, sino también en la salud mental de las personas.

Siphiwe Dlamini, en un artículo en la plataforma internacional de artículos de opinión The Conversation, informó sobre un estudio que descubrió que quienes no podían permitirse una nutrición adecuada recurrían a comer menos, pedir prestado, utilizar el crédito y mendigar comida en las calles, lo que constituía la estrategia de sobrevivencia más perjudicial para la salud mental.

«Descubrimos que más de 20 % (1 de cada 5) de los hogares sudafricanos sufrían inseguridad alimentaria. Pero la prevalencia variaba mucho de una provincia a otra. La provincia del Cabo Oriental era la más afectada (32 % de los hogares sufrían inseguridad alimentaria)”, escribió.

“También confirmamos que el acceso a los alimentos en Sudáfrica depende en gran medida del estatus socioeconómico. Las personas sin estudios, los desempleados y quienes perciben unos ingresos mensuales bajos son los más gravemente afectados por un acceso inadecuado a los alimentos», dijo Dlamini, profesor de la Facultad de Fisiología de la Universidad de Witwatersrand.

La situación en la región africana donde se ubica Sudáfrica también es grave. Un informe del Programa Mundial de Alimentos (PMA), una agencia de las Naciones Unidas, revelaba en 2020 que 45 millones de personas sufrían inseguridad alimentaria grave en la Comunidad para el Desarrollo del África Austral (SADC, en inglés).

Sudáfrica padece desde hace tiempo amplias cotas de de hambre, pero la pandemia de covid, una economía en crisis, el cambio climático, el aumento de los precios de los combustibles y los alimentos, la subida de los intereses y el impacto de la guerra entre Rusia y Ucrania han agravado la crisis alimentaria.

Sin embargo, Vishwas Satgar, de la Campaña por la Soberanía Alimentaria de Sudáfrica (SAFSC, en inglés), afirma que incluso antes de la covid, el número de personas hambrientas se acercaba a los 14 millones.

Y lo que es más grave, dijo, «las mujeres soportan la carga de los altos precios de los alimentos, compartiendo los alimentos limitados, saltándose comidas y manteniendo unidas a las familias».

Lo irónico, según Satgar, es que el país tiene capacidad de sobra para alimentar a toda su población.

“Producimos suficientes alimentos, pero esencialmente para la exportación», lamentó.

“La cruda paradoja del sistema alimentario comercial es que es una mercancía más; la mayoría de la gente no puede alimentarse. Los pobres comen alimentos poco saludables (pero más baratos), y tenemos un problema de obesidad», destacó.

Satgar afirma que es necesario un cambio de estrategias para alimentar a los pobres.

«A pesar de las abrumadoras investigaciones que demuestran que los pequeños agricultores alimentan al mundo, mucha gente tiene la percepción de que las explotaciones industriales a gran escala son la fuente definitiva de alimentos”, dijo.

“Sudáfrica, con una tasa de desempleo creciente de 46,46 % (a principios de 2022), no puede permitirse perder más trabajadores agrícolas. La agricultura agroecológica puede transformar la economía rural y urbana con prácticas agrícolas localizadas que absorben a muchas personas no cualificadas y semicalificadas», sostuvo.

El SAFSC, el Movimiento por una Carta de Justicia Climática y el Centro de Cooperativas y Políticas Alternativas (Copac, en inglés) están construyendo un nuevo sistema alimentario para evitar una catástrofe.

La donación de un tanque de agua y la excavación de un pozo, fue parte de un compromiso de que los pobladores de aldea de Jekezi, en Sudáfrica, puedan contar con agua fresca «para siempre». Imagen: ADP

Soberanía alimentaria

«Lo llamamos sistema de soberanía alimentaria, organizado y controlado democráticamente por pequeños agricultores, horticultores, comerciantes informales, pescadores artesanales, comunidades y consumidores”, explica esa alianza de organizaciones.

Ahí es donde entra Mcimeli y su organización de personas con discapacidad.

Ella cuenta a IPS que su activismo comenzó cuando dejó una empresa que trabajaba con discapacitados en Ciudad del Cabo, la segunda ciudad más poblada del país, después de Johannesburgo.

Ella misma contrajo la polio de bebé porque su madre, trabajadora en el servicio doméstico, no podía llevarla a vacunar. «Tengo una discapacidad en el muslo y la pierna derechos», explicó.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

Trabajaba como comerciante informal cuando recibió la oportunidad de la SADC, «que liberaba millones de rands (la moneda nacional) para formar a mujeres de Sudáfrica en activismo en cualquier tipo de proyecto».

Mcimeli fue una de las 80 mujeres formadas en 2012 y 2013.

“En 2014, me trasladaron a Copac para la formación de activistas. Fue entonces cuando conocí a Vish (Satgar). Entonces decidí venir a la provincia de Cabo Oriental para recuperar mis conocimientos de activismo», contó.

Fue aquí donde cofundó la APD, que se ha convertido en un ejemplo de soberanía alimentaria en acción en la localidad rural de Jekezi.

Mcimeli cuenta que la ADP puso en marcha un proyecto de agricultura.

«Como en las zonas rurales hay tierras comunales, que son gratuitas, formamos grupos para poner en marcha huertos comunales. Luego me di cuenta de que hay gente que está postrada en cama, así que puse en marcha huertos ecológicos en pueblos cercanos. Ahora tenemos 24 y están funcionando», explicó en su diálogo con IPS.

Trabaja con cuatro mujeres jóvenes y quiere incluir más de esta condición en los proyectos hortícolas.

Agua saludable y de libre acceso

Durante el duro cierre de actividades por la covid-19, la ADP consiguió un gran depósito de agua del municipio local y puso en marcha un comedor social.

«Recibimos donaciones de mascarillas, desinfectantes y alimentos de Shoprite (una empresa). Luego, un colega me organizó entrevistas en la radio, y una empresa que hace pozos me oyó pedir más depósitos de agua. Dijeron que tenían una solución para toda la vida y patrocinaron un pozo comunitario”, contó sobre la experiencia para garantizarse el recurso hídrico.

“Lo instalaron gratuitamente en el patio de una escuela local. Es agua libre y saludable para siempre y disponible para todos, no solo para nuestros proyectos».

Una de las beneficiarias del ADP, Bonelwa Nogemane, dijo: «Tengo una familia de siete miembros, incluido un niño discapacitado de cuatro años; a menudo pasamos hambre porque la comida es demasiado cara. Me uní al ADP para ayudar a mi familia y a mi comunidad a cultivar nuestros propios alimentos».

Aunque el ADP está haciendo una pequeña huella positiva, el problema es mucho mayor, y los activistas advierten de que, a menos que se encuentre una solución a la crisis del hambre, Sudáfrica corre el peligro de sufrir una generación perdida de futuros líderes porque muchos estarán atrofiados intelectual y físicamente.

Un estudio en BMC Public Health sobre la relación entre la inseguridad alimentaria y la salud mental en Estados Unidos, publicado durante la covid concluyó que «la inseguridad alimentaria se asocia con un riesgo de 257 % mayor de ansiedad y 253 % mayor de depresión”.

“Perder el trabajo durante la pandemia se asocia a un aumento de 32 % del riesgo de ansiedad y de 27 % del riesgo de depresión», porcentajes muy inferiores a carecer de una alimentación segura, indicó la publicación.

Campaña para salvar a los niños de la «lenta violencia de la desnutrición”

Marcus Solomon, del Centro de Recursos para la Infancia, que ha lanzado una campaña para salvar a los niños de Sudáfrica de la «lenta violencia de la desnutrición», afirmó: «Las consecuencias de esta situación son nefastas para los niños afectados, ya que se calcula que cuatro millones de niños de Sudáfrica tienen un crecimiento atrofiado a causa de la desnutrición y otros 10 millones pasan hambre cada día.»

La activista Shanaaz Viljoen, de Ciudad del Cabo, detalló: «Mi experiencia personal a nivel de base es bastante desgarradora. Los niños con los que trabajamos siempre pasan hambre debido a la situación de sus hogares».

Además de un sistema alimentario alternativo, la Federación Sindical Cosatu, el SASFC, Copac y otras organizaciones creen que la introducción de un Subsidio de Renta Básica contribuirá en gran medida a resolver la crisis del hambre en el país.

T: MF / ED: EG

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe