El fútbol femenino profesional, solo permitido en Brasil desde 1982, ayuda a combatir el machismo tóxico entre los jugadores masculinos, que contamina también la prensa especializada, que solo ahora empieza a reconocer la violencia sexual como un efecto de la masculinidad agresiva cultivada en el mundo futbolístico. Imagen: Rodrigo Gazzanel / Agência Corinthians-FotosPública