Opinión

Un plan para que los Estados del Golfo impulsen una revolución de bajas emisiones

Este es un artículo de opinión de Philippe Benoit, director de investigación de Global Infrastructure Advisory Services 2050.

La construcción de plantas de energías renovables en el Sur Global es una alternativa preferible para generar menos emisiones, pero hasta la fecha la comunidad internacional no ha estado dispuesta a aportar los fondos sustanciales necesarios para construir este tipo de capacidad de generación adicional al nivel que requieren los países en desarrollo. Foto: Isaías Esipisu / IPS

WASHINGTON – La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de este año, la COP28, será organizada por Emiratos Árabes Unidos, que, junto con sus vecinos del Golfo, cuenta con abundantes recursos solares, de gas natural y financieros.

Al mismo tiempo, muchos países más pobres luchan por generar la electricidad asequible adicional que necesitan para impulsar su desarrollo, especialmente porque las naciones más ricas suspendieron su financiación en el extranjero para centrales de carbón de alta emisión.

Desafortunadamente, los Emiratos Árabes Unidos y otros estados del Golfo no pueden exportar fácilmente sus recursos solares a los países en desarrollo.

Sin embargo, pueden exportar su gas natural para respaldar la producción de energía asequible y de bajas emisiones en los países más pobres si se combinan con plantas a gas equipadas con tecnología de captura, almacenamiento y uso del carbono (CCUS, en inglés) financiadas por donantes.

Philippe Benoit. Foto: GIAS2050
El autor, Philippe Benoit

El período previo a la COP28 (28 Conferencia de las Partes sobre cambio climático) brinda la oportunidad de explorar este mecanismo para apoyar el crecimiento económico bajo en emisiones en los países más pobres: una propuesta de energía de «gas para la pobreza y el clima«.

Como señalé en un artículo de opinión anterior, las decisiones del Grupo de los Siete (G7), China y otros de detener el financiamiento extranjero para centrales de carbón cumplen objetivos climáticos importantes, pero no eliminan la necesidad de los países en desarrollo de más electricidad a precios asequibles.

Según un informe de Reuters de febrero, el gobierno de Pakistán ha decidido, frente a los altos y volátiles precios del gas natural, pasar de la construcción de plantas a gas a plantas a carbón más asequibles a pesar de las mayores emisiones.

Este cambio es aún más inquietante dada la devastación que sufrió Pakistán el año pasado debido a las inundaciones masivas con una intensidad potencialmente exacerbada por el cambio climático.

La decisión de construir más centrales de carbón refleja el difícil dilema que enfrentan muchos países más pobres: son los más vulnerables a los impactos del cambio climático y, sin embargo, no sienten que puedan permitirse el lujo de invertir en generación de energía asequible y los beneficios económicos a corto plazo que proporciona, incluso si esto significa construir centrales de carbón con altas emisiones.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

El próximo contexto de la COP28, que tendrá lugar en Dubai del 30 de noviembre al 12 de diciembre, podría proporcionar una salida, una que aproveche la organización del evento en la región del Golfo rica en gas, con el interés declarado de los países más ricos y los bancos multilaterales de desarrollo de apoyar a los países más pobres en la transición energética.

La propuesta tiene dos elementos básicos: un compromiso por parte de un productor del Golfo de proporcionar gas natural a un precio bajo preferencial a nuevas centrales de gas de “baja emisión” construidas con financiamiento climático favorable en los países en desarrollo asociados.

El precio preferencial se basa en tres dinámicas de los estados del Golfo interrelacionadas: la abundancia de recursos de gas en la región, los programas del Golfo para contribuir al desarrollo económico de los países más pobres y los esfuerzos para reducir las emisiones del petróleo, como la aplicación de tecnologías de captura de carbono.

El precio de venta se fijaría a un nivel favorable, por ejemplo, idealmente al costo de producción, licuefacción y transporte (o incluso posiblemente por debajo de ese costo) en lugar de generar los rendimientos típicos del mercado.

El subsidio integrado en esta estructura sería reconocido como una contribución financiera del país proveedor de gas tanto al desarrollo internacional como a los esfuerzos climáticos globales.

Esta estructura también podría ser utilizada por países ricos en gas de otras regiones, como posiblemente Noruega, interesados en apoyar el desarrollo y abordar el cambio climático simultáneamente.

El segundo elemento es el uso de este gas natural en centrales de gas equipadas con tecnologías de “captura, almacenamiento y uso de carbono” para producir electricidad “de bajas emisiones”.

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Muchos países han buscado expandir el uso de plantas a gas en parte porque emiten menos de la mitad del dióxido de carbono (CO2) por kilovatio hora (kWh) que una planta de carbón.

Pero sus emisiones aún son importantes, potencialmente del orden de 350 gramos de CO2/kWh según una estimación, un nivel significativo si se consideran los objetivos de «cero emisiones netas» establecidos por varios países o integrados en el modelo climático de la Agencia Internacional de la Energía.

CCUS es una herramienta para reducir sustancialmente estas emisiones en un 90 % o más. El resultado potencial son emisiones de CO2 por kWh que son tan bajas que incluso podrían denominarse «emisiones cercanas a cero».

Aunque las tecnologías CCUS se han desarrollado y probado durante muchos años en centrales eléctricas, aún no se han implementado a gran escala. Una de las razones es que son caras por tonelada de emisiones de CO2 reducidas. En consecuencia, su costo socavaría el objetivo de asequibilidad de la electricidad de un país en desarrollo.

Para superar este obstáculo, la planta a gas equipada con CCUS tendría que ser financiada en gran parte a través de fondos climáticos en condiciones muy favorables, proporcionados en particular por la comunidad internacional de donantes.

También puede haber una oportunidad de aprovechar los mercados de carbono para financiar tanto los gastos de capital como los operativos dadas las emisiones más bajas (es decir, evitadas) de la planta equipada con CCUS, en comparación con la alternativa de una nueva central eléctrica a carbón o una a gas sin CCUS.

Hay, por supuesto, complejidades adicionales para explorar. Por ejemplo, la planta necesitaría poder acceder a opciones a precios razonables para el uso o almacenamiento de CO2.

Además, los gases de efecto invernadero (incluido el metano) emitidos al producir y entregar el gas natural a la planta deberían limitarse para garantizar que la electricidad producida siga siendo de «bajas emisiones» al considerar la cadena de valor completa.

También se necesitaría un análisis más detallado sobre los precios y otros términos para que esta estructura sea atractiva para el proveedor de gas natural, la comunidad de donantes que financia la planta equipada con CCUS y los consumidores de electricidad del país en desarrollo.

La construcción de plantas de energías renovables en el Sur Global es una alternativa preferible para generar menos emisiones, pero hasta la fecha la comunidad internacional no ha estado dispuesta a proporcionar los fondos sustanciales necesarios para construir este tipo de capacidad de generación adicional al nivel que requieren los países en desarrollo.

Y, como se señaló anteriormente, aún no existen las tecnologías para que los estados del Golfo exporten sus abundantes recursos de energía solar, a pesar de los debates actuales sobre el hidrógeno verde.

La celebración de la COP28 en el Golfo brinda la oportunidad de pensar creativamente sobre cómo movilizar los recursos de gas de esa región (y de otros lugares) para apoyar mejor las necesidades de desarrollo de los países más pobres y el esfuerzo climático global.

Esta propuesta de energía de la COP28 “gas para la pobreza y el clima” podría proporcionar algunos elementos.

Philippe Benoit tiene más de 20 años de experiencia trabajando en temas internacionales de energía, desarrollo y sostenibilidad. Actualmente es director de investigación en Global Infrastructure Analytics y Sustainability 2050 (Análisis de infraestructura global y sostenibilidad 2050).

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