WASHINGTON – BP, la compañía petrolera británica que anteriormente nos trajo «Beyond Petroleum (Más allá del petróleo)” y más recientemente sólidos objetivos corporativos sobre el clima, ha anunciado un retorno a su negocio tradicional de producción de petróleo. Atraída por el ineludible atractivo de los últimos grandes beneficios del petróleo, BP se ha rebautizado como «Back to Petroleum (Volver al Petróleo)».
Este tipo de cambio pone de relieve la importancia de reforzar los incentivos del mercado para reducir las emisiones, de modo que las empresas interesadas en la descarbonización vean que sus intereses financieros están en consonancia con esa tendencia.
La reciente trayectoria de BP apunta a la necesidad de instrumentos que influyan específicamente en los beneficios y, en particular, a la reconsideración de la controvertida herramienta de control de precios: un tope de precios del petróleo en función del clima.
Ya en 2002, el entonces consejero delegado, Lord Browne, rebautizó a BP con el objetivo de «reinventar el negocio de la energía: ir más allá del petróleo». Sin embargo, diversas presiones financieras, incluido el vertido de Deepwater Horizon (en el golfo de México, en 2010), alejaron posteriormente a la empresa de sus negocios no relacionados con el petróleo.
Pero en agosto de 2020, BP regresó con un pivote reforzado hacia el clima, ya que la empresa anunció una serie de “ambiciosos objetivos de bajas emisiones de carbono”. Esto incluía una disminución de la producción de 40 % (de crudo) y un aumento de 10 veces en la inversión de bajas emisiones de carbono durante la próxima década.
BP también anunció “un objetivo innovador para las emisiones de Alcance 3”, es decir, las emisiones derivadas del consumo de sus productos por la industria y otros consumidores.
Es significativo que este cambio se haya producido en un momento en el que BP ha obtenido unos beneficios empresariales récord de 28 000 millones de dólares, un récord que también han alcanzado otras grandes transnacionales petroleras, como ExxonMobil y Shell.
Estos beneficios récord -impulsados en parte por los altos precios del gas resultantes de la invasión rusa a Ucrania- también apuntan a una gran vulnerabilidad para cualquier iniciativa climática impulsada por el mercado.
De hecho, como BP dejó claro al anunciar sus ambiciosos objetivos climáticos para 2022: «BP se compromete a ofrecer una rentabilidad atractiva a sus accionistas», y el petróleo, con sus ventajas, está en una posición única para ofrecer el potencial de una alta rentabilidad.
Mientras se puedan obtener grandes beneficios del petróleo, estas empresas seguirán sintiéndose atraídas por sus actividades petroleras, a pesar de cualquier deseo declarado de pasar a las energías renovables.
A lo largo de los años, grupos de reflexión, académicos y otros han propuesto la tarificación del carbono como el instrumento más eficaz para reducir las emisiones, pero este discurso no ha dado resultados significativos en la práctica, especialmente en lo que respecta a las empresas petroleras.
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Como las emisiones siguen aumentando y el presupuesto de carbono disminuye, ha llegado el momento de explorar otras soluciones. Una herramienta que merece consideración -más exactamente, reconsideración- es un tope a los precios del petróleo.
Este «tope climático del precio del petróleo» se diseñaría para aumentar la rentabilidad relativa y, por tanto, el atractivo financiero de las energías renovables, limitando específicamente los beneficios de las actividades petroleras, algo que no lograría un impuesto habitual sobre los beneficios extraordinarios fijado a nivel corporativo.
De este modo, apoyaría y alentaría a BP y a otras empresas petroleras a transformarse de una empresa petrolera tradicional en una «compañía de energía integrada» (término propio de BP), que pueda generar beneficios significativos de las energías renovables y otros productos con bajas emisiones de carbono en relación con sus actividades petroleras.
Los controles del precio del petróleo no son, por supuesto, nuevos y tienen una historia accidentada, como por ejemplo, el esfuerzo del presidente estadounidense Richard Nixon (1969-1974) hace 50 años.
Pero la emergencia climática representa una nueva amenaza que merece reexaminar este instrumento. Y lo que es más importante, un tope de precios también podría ayudar a los países en desarrollo importadores de energía, así como a los hogares vulnerables de allí y de otros lugares, a evitar el impacto perjudicial de los altos precios del petróleo experimentados en 2022 (otra ventaja potencial frente a un impuesto sobre los beneficios extraordinarios).
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Y ya existe un precedente de este tipo de acción compradora concertada, a saber, el tope de precios sobre el petróleo ruso acordado por la Unión Europea y Estados Unidos.
También es una herramienta que ha suscitado renovada atención en otros contextos, como el replanteamiento del marco que rige los precios del gas para aislar a los consumidores estadounidenses de las subidas del precio de la gasolina provocadas por la invasión rusa de Ucrania.
Por ejemplo, el límite debe fijarse en un nivel suficiente para atraer la oferta deseada, incluidos los países en desarrollo importadores de energía, aunque impida el tipo de beneficios récord que la industria petrolera registró el año pasado. También debería basarse en la experiencia del actual precio máximo ruso.
Si bien es cierto que actualmente no existe un apoyo suficiente a las políticas climáticas agresivas, es probable que la perspectiva de una acción enérgica aumente con el tiempo, a medida que las olas de calor, las inundaciones y otros fenómenos meteorológicos extremos causen estragos exacerbados por el cambio climático.
En previsión de este panorama cambiante, los grupos de reflexión, los académicos y otros actores deberían explorar y presentar a los responsables políticos opciones creativas que vayan más allá de los mecanismos tradicionales de tarificación del carbono.
En este sentido, la combinación de los recientes beneficios récord de BP y el cambio en la política corporativa apuntan a la conveniencia de considerar la limitación del precio del petróleo como una posible herramienta para luchar contra el cambio climático mediante la mejora de la rentabilidad relativa de las inversiones bajas en carbono.
Philippe Benoit tiene más de 20 años de experiencia trabajando en temas internacionales de energía, desarrollo y sostenibilidad. Actualmente es director de investigación en Global Infrastructure Analytics y Sustainability 2050 (Análisis de infraestructura global y sostenibilidad 2050).
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