Salomé Acevedo, de 41 años, lamenta que en el precario asentamiento de la periferia de Santiago de Chile donde vive solo tengan agua de un camión aljibe, que deban bañarse en una ducha con agua fría, que tengan que controlar el agua en sus servicios sanitarios y que los ratones sean compañeros indeseados. Algo que cambiará cuando ella y otras 19 familias accedan a sus nuevas viviendas, para las que han luchado por años. Foto: Orlado Milesi / IPS

Salomé Acevedo, de 41 años, lamenta que en el precario asentamiento de la periferia de Santiago de Chile donde vive solo tengan agua de un camión aljibe, que deban bañarse en una ducha con agua fría, que tengan que controlar el agua en sus servicios sanitarios y que los ratones sean compañeros indeseados. Algo que cambiará cuando ella y otras 19 familias accedan a sus nuevas viviendas, para las que han luchado por años. Foto: Orlado Milesi / IPS

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