Bioeconomía y descolonización para salvar la Amazonia

El encuentro sobre bioeconomía en la Amazonia reunió investigadores, organizaciones no gubernamentales y representantes del gobierno de Brasil en la Zona Franca de Manaus, donde se concentran industrias electrónicas, de motocicletas y otras para debatir caminos y desafíos para una nueva economía que contribuya a salvar los bosques amazónicos. Foto: Graziela Praia / Idesam

RÍO DE JANEIRO – En Brasil gana fuerza la idea de promover la bioeconomía como estrategia para hacer perenne la preservación de los bosques amazónicos, cuya destrucción sigue en auge. Una iniciativa que supone una descolonización de la región.

“Las poblaciones locales desarrollaron las tecnologías sociales que son la manera de pescar, de cosechar las castañas, el procesamiento de la andiroba (Carapa guianensis), nuestra forma de construir una vivienda, de tejer un cesto, de hacer un cepo, leer las señales de la naturaleza, los calendarios de ciclos de los bosques”, destacó la bióloga Rita Mesquita,  del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonia.

“Esas tecnologías son el epítome de la innovación en la Amazonia”, acotó en el “Debate de Bioeconomía: la consolidación del ecosistema de bionegocios en la Amazonia”, promovido por el no gubernamental Instituto de Conservación y Desarrollo Sustentable de la Amazonia (Idesam) y el Programa Prioritario de Bioeconomía, celebrado en Manus, capital del estado de Amazonas, el 16 de marzo.

La ciencia sí “puede interactuar y mejorar esas innovaciones, pero tenemos que reconocer de pronto su origen” y acordar la “repartición de beneficios” de la bioeconomía, sostuvo Mesquita, quien está por asumir la secretaria de Biodiversidad, Bosques y Derechos Animales del Ministerio de Medio Ambiente y Cambio Climático.

Ese futuro amazónico fundamentado en la bioeconomía exige descolonizar la economía amazónica, hasta ahora proveedora de recursos naturales para otros mercados, con daños sociales y ambientales, sin provecho propio.

La región produce más de una cuarta parte de la energía eléctrica del país, pero concentra la población carente de ese recurso. La minería, la extracción maderera solo dejan huecos. La ganadería y la soja, el maíz y otros monocultivos se destinan a la exportación.

Es necesario construir un ecosistema de los bionegocios en la Amazonia brasileña, para darle mayor escala a proyectos exitosos e impulsar otros, sostuvo Carlos Koury, coordinador del Programa Prioritario de Bioeconomía y director de Innovación del no gubernamental Instituto de Conservación y Desarrollo Sustentable de la Amazonia. Foto: Graziela Praia / Idesam

La bioeconomía en la moda

Naciones Unidas define la bioeconomía como «la producción basada en el conocimiento y la utilización de recursos, procesos y métodos biológicos para proporcionar bienes y servicios de forma sostenible en todos los sectores económicos»,

El gobierno del izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, que asumió el 1 de enero,  creó ya órganos dedicados a la bioeconomía en 11 de los 37 ministerios. El de Medio Ambiente ganó una secretaria de Bioeconomía, con la tarea de diseñar un plan nacional de desarrollo del sector.

Mientras el gobierno se organiza para asumir algún papel en ese proceso, las organizaciones no gubernamentales y otros sectores de la sociedad ya impulsaron numerosas iniciativas que pueden servir de ejemplos y aclarar los caminos del nuevo sector, considerado necesario para acabar con la deforestación, la inclusión social y el desarrollo de la Amazonia.

El potencial económico de los bosques en pie se comprueba en un proyecto de Idesam que involucra numerosas comunidades en la cadena de producción de aceites vegetales y madera de manejo forestal, que permite un ingreso promedio de 3.000 reales (580 dólares) por mes a cada participante, según Carlos Koury, director de Innovación en Bioeconomía de Idesam.

A diversas iniciativas calificadas de bioeconómicas en la Amazonia brasileña las empujó el Programa Prioritario de Bioeconomía (PPB), instituido en 2019 por la Superintendencia de la Zona Franca de Manaus (Suframa), una agencia del gobierno central que desde 1967 promueve la industria local con subsidios.

Coordinado por Idesam, el PPB ya aportó el equivalente a 17,6 millones de dólares, con aportes de 34 empresas industriales de la zona franca, que benefician a 15 cadenas de producción, como las de pescado, azaí, castaña amazónica y aceites vegetales.

Crear un ecosistema de bionegocios

“Es necesario ampliar el ecosistema de bioeconomía en la Amazonia” basado en el trío comunidades, gobierno y centros de investigación y tecnología, para “generar soluciones sumando el conocimiento de cada uno”, destacó Koury.

Ese proceso apenas empezó y tiene que ganar escala en la promoción de “negocios de impacto, que no solo buscan utilidades, sino también beneficios sociales y ambientales, con el uso sustentable de los recursos naturales”, dijo a IPS, por teléfono desde Manaus.

La bioeconomía podría aumentar en 284 000 millones de dólares el producto interno bruto (PIB) de Brasil hacia 2050, que corresponde a cerca de 17 % del PIB actual, estimó la Asociación Brasileña de Bioinnovación.

Además reduciría las emisiones nacionales de gases del efecto invernadero en 550 millones de toneladas hasta 2050, equivalente a 22 % de las emisiones totales de 2021.

El azaí, también conocido como açaí, su nombre en portugués, es un fruto de la palmera del mismo nombre, que está de moda en el mundo por sus altas propiedades nutritivas y antioxidantes. Su demanda evidencia el poder de la bioeconomía para un desarrollo sostenible de la Amazonia en Brasil. Foto: iStock

Éxitos previos

El azaí  (açaí, en portugués), fruto de la palmera del mismo nombre (Euterpe oleracea) y que recibe diversos nombres en los países de la región, es el producto de la Amazonia de mayor éxito actual, que se comercializa por el resto de Brasil y se exporta a varios países.

Consumido como bebida energética afuera, en el estado amazónico de Pará, su mayor productor, el açaí es un alimento básico, una crema que se come con pescado o harina y también como dulce y helados.

El éxito comercial estimuló una producción que ya tiende al monocultivo, con selección de especies y venta de semillas, en algunas áreas del Pará, un estado de la Amazonia Occidental, en el norte del país, señaló Harley Silva, economista y profesor de la Universidad Federal de Pará.

Pero es un alimento tradicional, cuyo consumo creció mucho junto con la población de la región metropolitana de Belém, capital de Pará, con cerca de 2,5 millones de habitantes, que siguen como el principal mercado del açaí, producido en los alrededores.

Esa demanda local fuerte determina estabilidad de precios elevados y también la calidad, ya que se trata de consumidores exigentes, que quieren la pulpa fresca, hecha pocas horas antes, explicó Silva, cuya tesis de doctorado incluyó el papel del açaí en el desarrollo amazónico.

De esa forma, el açaí registró un proceso al revés del café brasileño, cuya producción de mejor calidad se destina a la exportación, que responde por la mayor demanda, acotó Silva en entrevista telefónica con IPS desde Belém.

Solo Belém, con sus 1,5 millones de habitantes, consume 251 toneladas diarias del açaí al natural, estimó la municipal Secretaría de Economía en enero, un volumen muy superior al consumo de todo el resto del país.

Otros importantes productos amazónicos, como el cacao y el copuazu (Theobroma grandiflorum, en portugués cupuaçu), tienen consumo local limitado y el primero se destina principalmente a la exportación.

También el pirarucú (Arapaima gigas), el pez más grande de la Amazonia, que puede superar tres metros y 200 kilos, es un caso de éxito, en su manejo en lagunas, en algunas partes de la región.

El Colectivo del Pirarucú, que reúne comunidades de 11 áreas, obtuvo resultados impresionantes: se multiplicó 100 veces la biomasa del pescado, siete veces la población del pez en las lagunas manejadas por la misma población local. El aumento de los ingresos pesqueros benefició a más de mil comunidades rurales.

Es todo un éxito, porque se trata de un pez emblemático que se acercaba al agotamiento como un recurso natural al final del siglo pasado, realzó Jackon Pantoja, ingeniero de pesca y doctor en Ecología, profesor del Instituto Federal del Amazonas.

“El manejo del pirarucú se hace en realidad con el manejo del ecosistema de las lagunas”, donde viven otros peces amazónicos, que también son beneficiados, recordó a IPS por correo electrónico desde Presidente Figueiredo, en el estado del Amazonas.

Eso solo fue posible gracias al apoyo y conocimiento acumulado de investigaciones científicas e iniciativas gubernamentales y no gubernamentales en la Amazonia, matizó. Y enfrenta desafíos como el costoso monitoreo de los lagos y la estacionalidad de la oferta del pescado, que podría superarse por la piscicultura que poco avanzó en el caso del pirarucú.

Pero hay una infinidad de productos que ofrecen los bosques amazónicos, revela Mazô Maná, una empresa que reúne 14 asociaciones comunitarias de la Tierra del Medio, en la cuenca del río Xingú, en el estado de Pará, para producir y comercializar 14 tipos de alimentos extraídos de los bosques.

Son pequeños productores que cuentan con un acelerador de negocios, A Amaz, una iniciativa privada que está impulsando varios proyectos que abren camino a la bioeconomía, celebró Marcelo Salazar, líder de Mazô Maná, una de las empresas “aceleradas”.

La Amazonia tiene su propia economía hace 10 000 años, que “genera valor pero no dinero, donde la miseria es producto de invasiones como la de los garimpeiros (mineros informales)”, una colonización persistente, concluyó a IPS, por teléfono desde Altamira, ciudad del oeste de Pará.

ED: EG

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