NUEVA YORK – América Latina tiene potencial para convertirse en el principal exportador mundial de hidrocarburos. Según la Agencia Internacional de Energía, América Latina podría producir 25 % de los 12 millones de toneladas de exportaciones de hidrógeno bajo en carbono que se esperan para 2030.
La región definitivamente está tomando esta oportunidad en serio. En los últimos años, 11 países de la región han publicado estrategias nacionales de hidrógeno. Si bien esta es una excelente señal de política, podría no ser suficiente para ganar la carrera contra otras regiones.
Para que la región se dé cuenta de su potencial de exportación de hidrógeno, diría que los gobiernos deberían pasar de hojas de ruta nacionales amplias a una estrategia de desarrollo de centros más asertiva y personalizada.
Esto se debe a que los primeros en moverse serán los que aseguren los contratos de compra y atraigan inversiones. A continuación, se presentan algunas consideraciones y propuestas para promover centros de bajo consumo de hidrógeno en toda la región para convertir a América Latina en una historia de éxito del hidrógeno.
El potencial del hidrógeno en América Latina
El hidrógeno (H2) es un componente esencial de los sistemas energéticos e industriales actuales. Alrededor de 90 millones de toneladas de H2 se producen y utilizan anualmente a partir de gas natural y carbón, con una emisión de nueve a 23 kilogramos de CO2 / H2.
Los productos químicos, las refinerías y la producción de acero dominan la demanda actual. Recientes desarrollos tecnológicos que permiten la producción de hidrógeno bajo en carbono, lo posicionan como una alternativa para descarbonizar sectores difíciles de abatir. En escenarios optimistas, la demanda global de hidrógeno puede llegar a 115 toneladas para 2030 y 528 toneladas para 2050.
Los dos tipos de hidrógeno con bajo contenido de carbono más destacados son:
- El hidrógeno verde, producido a través de la electrólisis del agua combinada con electricidad 100 % renovable, emite 0 Kg CO2/H2.
- El hidrógeno azul, producido a partir de combustibles fósiles combinados con tecnologías de captura y secuestro de carbono (CCS), emite 1 a 3 kg CO2 / H2.
El mercado mundial de generación de hidrógeno tuvo un valor de 129 850 millones de dólares en 2021 y se espera que se expanda a una tasa de crecimiento anual compuesta de 6,4 % entre 2022 y 2030. Se necesitarán nuevas cadenas de valor para respaldar esta ampliación, incluida la instalación de plantas de fabricación de electrolizadores en la región, que podría crear miles de empleos de alta calidad.
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América Latina tiene una ventaja competitiva en la carrera mundial del hidrógeno, ya que cuenta con una de las dotaciones más abundantes de recursos solares y eólicos, que son clave para la producción de hidrógeno verde.
De 2014 a 2023, fue la región más competitiva en términos de costo de producción tanto para la energía solar como para la eólica. Además, los productores de combustibles fósiles en la región pueden aprovechar su conocimiento e infraestructura existentes para desarrollar las cadenas de valor para capturar y almacenar CO2 de las instalaciones de producción de hidrógeno existentes.
Razones para una estrategia de centros de hidrógeno en América Latina
Ya existen algunos ejemplos de centros de hidrógeno planificados en Chile y Brasil. Sin embargo, la mayoría de las estrategias de hidrógeno en la región presentan metas nacionales amplias que carecen de demarcación y definición de incentivos particulares dirigidos a las ubicaciones más estratégicas.
Un centro es una ubicación geográfica específica con recursos que brindan una ventaja competitiva para desarrollar la cadena de suministro de hidrógeno. Esta vía podría facilitar la cooperación entre las partes interesadas públicas y privadas y la participación de la comunidad. También puede proporcionar una mayor visibilidad para atraer a los pioneros.
En este sentido, los centros de hidrógeno son áreas industriales con una ventaja competitiva en el desarrollo de múltiples proyectos de producción, distribución, utilización y exportación de hidrógeno. Estos centros también cuentan con la presencia de compradores potenciales e infraestructura existente, que podría reutilizarse como base para la cadena de suministro de hidrógeno.
Los centros de hidrógeno también se pueden definir en oposición a su alternativa, que consiste en desarrollar proyectos individuales independientes. La falta de éxito de los proyectos de CCS durante la última década ofrece un buen ejemplo de cómo los modelos independientes se enfrentan a importantes riesgos técnicos y comerciales que pueden dar lugar a políticas e inversiones inconsistentes.
Según un estudio de la estadounidense Universidad de California, el 80 % de los proyectos CCS fracasaron en Estados Unidos, debido a la falta de compradores, la mala ubicación de las plantas y el escaso apoyo de las coaliciones locales. Estas condiciones afectaron la credibilidad de los ingresos del proyecto y el apoyo continuo de incentivos, lo que debilitó su base financiera.
Es crucial aprender de estos ejemplos para mitigar tales riesgos, considerando vulnerabilidades particulares en América Latina que son difíciles de controlar, como costos de capital más altos y riesgos del tipo de cambio.
El centro de hidrógeno para mitigar los riesgos de inversión
Si bien el potencial del hidrógeno es enorme en la transición energética, a fines de 2021, las inversiones aún no pasaban de 863 000 millones de dólares. Aquí es cuando entra en juego la competencia con otras regiones.
Las economías latinoamericanas deben mostrar estrategias más ambiciosas para generar nuevas oportunidades y atraer ese capital. La clave para facilitar la asignación de capital es mitigar los riesgos con fuertes señales de mercado y el desarrollo de infraestructura clave.
Los beneficios de una estrategia de promoción de centros de hidrógeno más enfocada se pueden dividir en tres partes: reducción de riesgos, optimización de la asignación de recursos y política de seguridad y apoyo social.
En primer lugar, los centros pueden ayudar a mitigar los riesgos del mercado al generar redundancia en la oferta y la demanda. Esto evita riesgos asociados con la asignación de producción y demanda a proyectos individuales. Además, puede ayudar a distribuir los riesgos técnicos entre más actores para la construcción de proyectos de infraestructura clave, como líneas de transmisión, tuberías y almacenamiento geológico.
En segundo lugar, según las experiencias obtenidas de otros proyectos de energía limpia, los centros son más eficientes para optimizar la planificación y operación. Los proyectos únicos de punto a punto corren el riesgo de adaptar las decisiones técnicas a las necesidades específicas de un productor y un comprador. Sin embargo, con un enfoque central, los grandes actores del mercado cooperan y pueden involucrar a los más pequeños, lo que brinda más oportunidades para aprovechar las economías de escala.
Por último, las partes interesadas deben generar la aceptación de la comunidad y garantizar el apoyo de las autoridades locales. Una investigación del Banco Interamericano de Desarrollo halló que de 200 proyectos de infraestructura afectados por conflictos, 36 fueron cancelados, 162 enfrentaron demoras y 116 lidiaron con sobrecostos.
Por lo tanto, la participación de la comunidad no puede considerarse un requisito secundario. Una propuesta de un centro transparente con respecto a sus beneficios, costos y planes de transición para las comunidades y los trabajadores podría ayudar a obtener apoyo local y, por lo tanto, garantizar políticas consistentes y respaldo social.
Si bien los centros de hidrógeno limpio pueden ayudar a reducir los riesgos, optimizar la asignación de recursos y obtener apoyo local, varios actores deben tomar decisiones clave con diferentes objetivos. Esto crea el riesgo de retrasar los proyectos o no lograr acuerdos para llegar a las decisiones finales de inversión. En este sentido, es importante considerar las lecciones aprendidas de los fracasos y éxitos en otras regiones.
Por ejemplo, Europa está a la vanguardia del desarrollo de hidrógeno limpio con un enfoque descendente y basado en las partes interesadas. Es necesario tener en cuenta las lecciones sobre el papel de las autoridades nacionales y locales en los centros pioneros de Teesside, en Reino Unido, y Rotterdam, en Países Bajos.
Por otro lado, si bien Estados Unidos comenzó a seguir el modelo de fuente a sumidero para CCS, en 2021 experimentó un cambio hacia el desarrollo de centros de hidrógeno, que se revitalizaron con la Ley de Reducción de la Inflación recientemente aprobada.
Lecciones de la experiencia del centro de hidrógeno en Chile
En América Latina, Chile ofrece un excelente ejemplo de cómo mapear y comercializar centros de hidrógeno a escala global. En 2020, el Ministerio de Energía publicó su Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde, que describe las prioridades y objetivos nacionales.
Si bien la estrategia nacional proporcionó información para tres regiones, en 2022, el gobierno publicó un nuevo informe que identificó dos centros potenciales de hidrógeno en Antofagasta (desierto de Atacama), en el norte, y Magallanes, en el sur.
Ambas regiones tienen proyectos bien definidos y están trabajando para atraer inversiones y asegurar contratos de compra a largo plazo con socios internacionales.
Para reproducir esta estrategia, la primera hipótesis que los gobiernos deben probar es la disponibilidad de recursos naturales, recursos renovables para el desarrollo de hidrógeno verde o almacenamiento geológico adecuado, para el hidrógeno azul.
Idealmente, las regiones deben contar con la presencia de industrias relevantes con experiencia en sectores similares, como productores de gas natural o desarrolladores de energías renovables, así como compradores potenciales.
Luego, el gobierno debe diseñar un plan de incentivos, como deducciones de impuestos, depreciación acelerada y exenciones aduaneras, entre otros. Además de eso, se deben implementar aceleradores de políticas para permitir un despliegue más rápido de tecnología, como licitaciones de tierras especializadas y licencias y permisos de vía rápida.
Las empresas con experiencia internacional pueden trabajar en estrecha colaboración con los gobiernos locales y las agencias federales para garantizar que las regulaciones no obstaculicen el desarrollo de los proyectos.
Paralelamente, los participantes del centro deben comprometerse con las comunidades locales. Los planes deben delinearse diligentemente para realizar consultas y proporcionar una compensación atractiva cuando sea necesario.
Una implementación deficiente de este requisito puede crear una mala reputación para las partes interesadas clave y la industria en general.
Estos esfuerzos se pueden realizar con organismos internacionales y bancos de desarrollo, que luego podrían proporcionar inversiones iniciales para hacer que los proyectos sean financiables.
Los gobiernos también pueden ayudar a mitigar aún más los riesgos a través de subvenciones, pagos basados en la disponibilidad y herramientas de mejora del crédito.
El apoyo del gobierno también es crucial para asegurar contratos de compra mediante la firma de Memorandos de Entendimiento o el uso de oficinas para implementar lo que algunos llaman «diplomacia del hidrógeno».
Si bien algunos ejemplos internacionales y regionales muestran los beneficios de seguir una estrategia con foco en centros, los países latinoamericanos deben enfrentar desafíos cruciales para que funcione. En primer lugar, el reciente giro a la izquierda en la región puede plantear algunas incertidumbres sobre las políticas alineadas con el mercado.
Con tanto riesgo y márgenes más bajos, los gobiernos deben demostrar que pueden atraer y sentar las bases adecuadas para las inversiones privadas.
Por otro lado, con los requisitos de tierra más amplios para los proyectos de hidrógeno, las empresas deben mostrar su compromiso de generar apoyo local y respetar las comunidades y las regulaciones. Un negocio de energía limpia no se puede desarrollar con viejas tácticas sucias.
El potencial de la región es evidente. ¿Latinoamérica podrá trabajar en equipo y ganar esta carrera?
Adalberto Castañeda Vidal es estudiante de Maestría en Administración Pública de la estadounidense Universidad de Columbia, en la Facultad de Asuntos Internacionales y Públicos con foco en Energía. Trabajó como asistente de investigación del Centro de Política Energética Global, donde participó en proyectos de investigación sobre hidrógeno y gas natural. Es originario de Tabasco, México, y tiene una licenciatura en Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional Autónoma de México.
T: MLM / ED: EG