El senador Eduardo Duhalde juró este miércoles como presidente de Argentina hasta diciembre de 2003, designado por una amplia mayoría de congresistas reunidos en Asamblea Legislativa, pero resta saberse si cederá la hostilidad manifestada por la población ante la clase política.
«Los que hemos gobernado este país en las últimas décadas somos absolutamente responsables de la situación en la que nos encontramos. Los peronistas (justicialistas) somos parte del problema, como lo son todos quienes han gobernado este país, civiles y militares», advirtió el nuevo mandatario.
«Pero debemos ser hoy parte de la solución», dijo ante un grupo de justicialistas que lo esperaban en la casa de gobierno, donde acababa de recibir los símbolos del poder.
Este jueves «jurarán los ministros y el viernes, el ministro de Economía va a hacer los anuncios», informó a los periodistas que también se le acercaron. «Debo hacer las cosas de manera meditada y responsablemente».
Con expresión severa y sin sonrisas, el justicialista que perdió las elecciones de 1999 asumió la presidencia para completar el trunco periodo de gobierno de quien lo había derrotado hace poco más de dos años, Fernando de la Rúa.
El escenario en que Duhalde se hizo cargo del poder es de crisis sin precedentes en las áreas política, institucional, social y económica. Cuarenta por ciento de la población de Argentina ha caído en la pobreza y, según dijo el nuevo mandatario, hay dos millones de indigentes.
El predecesor inmediato de Duhalde, el también justicialista Adolfo Rodríguez Saá, sólo pudo resistir una semana en la presidencia. Cayó al perder el apoyo de figuras clave de su partido.
Duhalde prometió el martes ante la Asamblea Legislativa el abandono del régimen de convertibilidad de la moneda nacional, un sistema de cambio fijo con respaldo en las reservas internacionales que mantuvo durante 10 años al peso argentino en la paridad uno a uno con el dólar.
La misma propuesta le restó votos en 1999, cuando el electorado pretendía un cambio moderado y un dirigente con buena imagen, y De la Rúa parecía encajar en ese perfil mejor que él.
Duhalde fue elegido en 1989 vicepresidente de Carlos Menem, pero dos años después renunció, para convertirse en gobernador de la provincia de Buenos Aires, la de mayor población del país, donde cumplió dos periodos consecutivos.
En 1999, tras librar una batalla política en el Partido Justicialista para impedir la segunda reelección de Menem, fue vencido por De la Rúa. En octubre de 2001 obtuvo una banca en el Senado, por su provincia.
Duhalde pondrá fin al régimen de convertibilidad, determinando una inmediata devaluación del peso cuya magnitud aún no se conoce. También renegociará el suspendido pago de una deuda pública de 147.000 millones de dólares y pondrá en marcha políticas de reactivación de la producción y de la demanda interna.
Esas decisiones serán implementadas por Jorge Remes Lenicov, ex colaborador de Duhalde en la gobernación de Buenos y que ahora se hará cargo del área de economía en el nuevo gobierno nacional.
Los golpes de cacerolas que junto con manifestaciones y disturbios marcaron en las últimas semanas el profundo malestar de la población de la capital con los dirigentes políticos, volvieron a resonar sobre las 23:15 horas del martes (02:15 GMT de este miércoles), cuando Duhalde fue votado por 262 diputados y senadores, sobre un total de 301.
Así mismo, centenares de manifestantes llegaron hasta las puertas del edificio del Congreso. Pero cuando Duhalde comenzó su discurso, el ruido disminuyó hasta casi extinguirse.
El nuevo presidente aseguró que los depósitos en dólares que no pueden ser retirados de los bancos por los ahorristas desde hace un mes, serán devueltos en la misma moneda. La retención de ahorros y pagos es uno de los factores de más irritación de la clase media.
Las expresiones de repudio fueron una advertencia para Duhalde, que este miércoles se dispuso a integrar un gabinete de unidad nacional con figuras de prestigio ante la opinión pública, para neutralizar los efectos de una designación que no fue fruto de elecciones.
Según trascendió, será creado un Ministerio de Industria y Comercio, a cuyo frente podría estar el presidente de la Unión Industrial Argentina, Ignacio de Mendiguren. Se cree que un dirigente de la Unión Cívica Radical, el partido de De la Rúa, se hará cargo del Ministerio de Justicia.
También se confirmó que el actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, Carlos Ruckauf, será el nuevo canciller, y que inaugurará su gestión con un viaje el próximo sábado a Brasil, el principal socio comercial y político de Argentina, y de allí irá a Estados Unidos.
Hay quienes creen que el objetivo del «caceroleo» del martes fue Duhalde, pero otros que lo interpretaron como expresión de repudio a la clase política tradicional y al acuerdo para no convocar a elecciones. Por fin, una tercera opinión sostiene que el público exige conocer la magnitud de la crisis, sin falsas promesas ni demagogia.
La fórmula acordada por justicialistas y opositores para el nombramiento de Duhalde comprendió la anulación del llamado a elecciones presidenciales para el 3 de marzo realizado por Rodríguez Saá.
La Constitución indica que, ante la renuncia del presidente y el vicepresidente, la Asamblea Legislativa debe designar a un nuevo mandatario «hasta las elecciones». Pero no especifica si esos comicios deben realizarse de modo anticipado o si se refiere a la frecuencia normal de cuatro años.
Frente al vacío de poder creado por la dimisión de De la Rúa, la asamblea se pronunció en primera instancia por el nombramiento de un presidente interino, con un mandato de 90 días, y la realización de elecciones para completar el periodo de gobierno comenzado en 1999.
Pero la renuncia de Rodríguez Saá determinó a los dirigentes políticos a buscar una nueva fórmula, ajustándose a otra interpretación de la Constitución y con el objetivo puesto en la creación de un gobierno de amplio consenso.
La moción presentada obtuvo 100 votos más que la propuesta que había llevado al gobierno a Rodríguez Saá.
El malestar público, sobre todo de los sectores medios, persistió ante el nombramiento de Duhalde, aunque el declinante ruido de las cacerolas sugirió la necesidad de otorgar una oportunidad al nuevo mandatario.
«La legitimidad de un presidente le viene con el voto, pero también se construye mediante las acciones de gobierno. De la Rúa tuvo legitimidad de origen, pero la perdió en seis meses», advirtió la socióloga Graciela Romer, de la empresa encuestadora Romer y Asociados.
Duhalde admitió que el país está en una «situación límite», se autoexcluyó de las elecciones presidenciales de 2003, y prometió «terminar con un modelo agotado», en referencia al neoliberalismo imperante desde los primeros momentos de la gestión de Menem.
Su propósito, según explicó, es cambiar el modelo económico al que se había aferrado el presidente saliente, empezando por la derogación de la convertibilidad y la devaluación del peso, mientras negocia con los organismos multilaterales de crédito.
Duhalde pidió el martes la ayuda de Dios y dijo que la doctrina social de la Iglesia Católica será guía de su gestión.
Por su parte, el presidente del Episcopado católico, Estanislao Karlic, advirtió «el peligro de la anarquía» y solicitó a los dirigentes políticos que «renuncien a los intereses personales o de partido» y procedan con «grandeza» y aún con «sacrificios».
El obispo reclamó políticas de Estado para enfrentar el desempleo, que afecta a 20 por ciento de la población económicamente activa, y la pobreza. (FIN/IPS/mv/ff/ip/02