CARACAS – En la región el 10 por ciento más rico de la población se queda con 55 por ciento de los ingresos y 77 por ciento de la riqueza, mientras el 50 por ciento más pobre recoge 10 por ciento de los ingresos y uno por ciento de la riqueza, de acuerdo con un estudio divulgado este lunes 5 por CAF, el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe.
“Esta persistente y alta desigualdad se asienta sobre raíces profundas que implican una transmisión de generación en generación”, sostiene el estudio, titulado “Reporte de Economía y Desarrollo. Desigualdades heredadas: el rol de las habilidades, el empleo y la riqueza en las oportunidades de las nuevas generaciones”.
La falta de oportunidades para formar capital humano, obtener buenos empleos en los mercados laborales y acumular activos, son factores clave detrás de la conexión intergeneracional de las desigualdades, dice el informe.
En la región esos tres ámbitos se distribuyen de manera muy dispareja entre personas provenientes de familias de diferentes niveles socioeconómicos, y “la desigualdad se mantiene constantemente por encima de lo observado en otras regiones”.
Dolores de la Mata, coautora del reporte y economista principal de la Dirección de Investigaciones Socioeconómicas de CAF, dijo que “la escasa movilidad social es un problema importante para América Latina y el Caribe. Y lo es no solo por sus consecuencias sobre la equidad”.
“También lo es por su impacto en otros componentes centrales del desarrollo económico, como el crecimiento y la estabilidad político-institucional”, agregó.
Según De la Mata “la falta de movilidad social tiende a alterar los incentivos al esfuerzo y a distorsionar la asignación del talento humano, afectando por esas vías a los niveles de productividad y al crecimiento”.
“Además, la alta persistencia intergeneracional derivada de la desigualdad de oportunidades puede corroer la confianza entre los ciudadanos y en las instituciones”, advirtió la responsable.
En la publicación se evidencia la importante expansión educativa que experimentó la región a lo largo del siglo XX y que, sin embargo, no fue suficiente para mejorar la situación relativa de los hijos de las personas menos educadas.
Esto se debió a que la expansión educativa para los grupos más vulnerables se concentró en niveles educativos bajos, como primaria y en menor medida secundaria, mientras que alcanzar niveles educativos mayores sigue siendo una tarea pendiente.
Por ejemplo, la fracción de hijos de padres no universitarios que sí logra finalizar estudios universitarios es aún muy baja en la región, ya que apenas supera 10 %.
Y quienes sí lograron superar a sus padres en niveles educativos no necesariamente alcanzaron progresos similares en sus oportunidades laborales.
Eso sugiere tanto que los progresos educativos no han sido suficientes, como que la estructura económica de la región no está logrando absorber o premiar esos mayores niveles educativos.
El diagnóstico sugiere que enfocar los esfuerzos en grupos poblacionales como los afrodescendientes, los indígenas, las mujeres de entornos más vulnerables y los residentes en zonas segregadas, podría ayudar a mejorar las oportunidades de movilidad ocupacional y de ingresos.
Focalizar políticas con criterios espaciales o geográficos es importante debido a que la localización geográfica de los padres también condiciona las oportunidades laborales de los hijos.
Buena parte de las nuevas generaciones vive en el mismo barrio en el que vivían sus padres, según 45 % de los encuestados por CAF, mientras que más de un tercio de ellos residen incluso en la misma vivienda que habitaron sus padres.
“Emparejar las oportunidades laborales requiere, en buena medida, disminuir las desigualdades entre regiones y entre distintas zonas al interior de las ciudades de la región”, dijo Lucila Berniell, también coautora y economista principal en la CAF.
Políticas que usualmente no se piensan como promotoras de la movilidad social se convierten en piezas centrales de las políticas para la igualdad de oportunidades.
Ese es el caso por ejemplo de las mejoras en la infraestructura de transporte público, que tienen el potencial de acercar oportunidades laborales de calidad a poblaciones que residen en zonas desaventajadas y alejadas de los centros productivos.
En cuanto a las posibilidades de ahorrar y acumular activos, el estudio muestra el papel que cumplen en la región las herencias y los problemas relacionados con la desigual inclusión financiera.
“El análisis permite proponer espacios de política que podrían favorecer una mayor movilidad de la riqueza. Por ejemplo, el potencial que tienen los sistemas de tributación, el desarrollo de los mercados de crédito hipotecario, y las intervenciones para mejorar las condiciones de titularidad de las viviendas”, dijo Berniell.
El informe aboga finalmente por políticas activas de empleo, que incluyen capacitación, pasantías y asistencia para la búsqueda de ocupación, y destaca que emparejar las oportunidades laborales requiere disminuir las desigualdades entre regiones, dotándolas de infraestructura y servicios básicos.
La elevada tasa de urbanización de la región supone un gran potencial para las políticas que igualen las oportunidades laborales entre los barrios de las ciudades, lo que implica fundamentalmente inversiones en transporte público masivo que disminuyan la distancia a los empleos, así como las políticas de vivienda.
Finalmente, un mayor desarrollo de la protección social universal frente al desempleo puede permitir a los trabajadores y a sus familias protegerse frente a choques adversos y dedicar más tiempo a la formación y a la búsqueda de empleo.
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