Modelo de conservación restaura biodiversidad y empodera a comunidades en Kenia

Desde su instalación, Mara Siana Conservancy ha aumentado la biodiversidad, especialmente la fauna salvaje, que prácticamente había desaparecido del territorio donde se asienta, en el suroeste de Kenia. Foto: Geoffrey Kamadi / IPS

NAIROBI – Cuando Mara Siana Conservancy entró en funcionamiento en 2016, había una sola cebra y un topi (antílope) en el valle a las afueras de la Reserva Nacional de Masái Mara, en el suroeste de Kenia. El valle también albergaba menos de 150 elefantes y 200 búfalos.

Ahora, la población de elefantes supera ampliamente los 300 ejemplares y los búfalos son más de 400. El número de cebras y topis también se ha ampliado hasta alcanzar una población considerable. Lo mismo ocurre con los leones: sus manadas han pasado de una a cinco. Cada una puede tener entre 10 y 30 miembros.

“Y ahora estamos viendo la aparición de perros salvajes, que no existían en todo el ecosistema del Mara», dice con orgullo Samson Lenjirr, coordinador de subpaisajes del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), a cargo del programa para el sur de Kenia y el norte de Tanzania.

En marzo de 2021 se avistó una manada de unos 20 perros salvajes en el ecosistema.

Antes de la creación de la reserva, la zona era el espacio de un campamento de pastores. Por lo tanto, había poco territorio para que los animales salvajes vagaran, lo que llevó a la degradación del ecosistema de la zona con el tiempo debido al sobrepastoreo y la sobrepoblación.

Sin embargo, tras la creación de la reserva, se estableció un nuevo régimen de uso de la tierra, «que introdujo lo que se conoce como «gran pastoreo», en el que la reserva se abre al pastoreo solo cuatro veces al año», explica Evans Sitati, director de Mara Siana, que se extiende por algo menos de 12 000 hectáreas.

En otras palabras, la comunidad puede apacentar su ganado en la reserva en enero, cuando la temporada turística es baja y cuando los pastos suelen escasear en los alrededores debido a la sequía.

También se permite el acceso a la reserva en mayo, cuando la hierba es alta, justo antes de la migración de los ñus, y en septiembre, cuando el número de huéspedes en los campamentos turísticos cae. Por lo demás, el acceso a la zona de conservación se concede cuando se solicita el permiso.

La Mara Siana Conservancy tiene otra función esencial para determinadas especies animales. Se convierte en un refugio para los elefantes durante la migración de los ñus en la Reserva Nacional de Masái Mara.

“A los elefantes no les gusta mezclarse con los ñus, dado su gran número y el ruido que generan, así que se trasladan a la zona de conservación», explica Sitati.

Los leones escapan a la reserva durante la estación húmeda, cuando la hierba es alta. Estos grandes felinos prefieren una hierba más corta y seca que no les impida cazar.

Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.

El éxito de este modelo se debe a la gran participación de la comunidad. Cada miembro de la comunidad aportó 2,7 hectáreas para crear la reserva en virtud de un acuerdo de arrendamiento.

Esto significa que la comunidad se queda con unas 14 hectáreas fuera de la reserva, donde viven y pastorean su ganado.

“Recibimos un pequeño porcentaje de los ingresos de la reserva cada año», dice Abraham Sakoi, uno de los 1500 donantes de tierras, y añade que los estudiantes de la comunidad se han beneficiado de las becas ofrecidas por la reserva.

Además, los dos campamentos de hospedaje, el Entumoto Safari Camp y el Spirit of the Maasai Mara, pagan un alquiler anual equivalente a unos 50 000 dólares, lo que beneficia a entre 8000 y 10 000 personas. La totalidad del arrendamiento de Siana Conservancy asciende al equivalente a 290 000 dólares, también con el apoyo del WWF.

El acuerdo consiste en que, de la tarifa de alojamiento que pagan los extranjeros en estos alojamientos, 20 dólares por noche van a parar a la caja de la reserva. A los ciudadanos kenianos se les cobra algo menos de dos dólares.

La Mara Siana Conservancy es un excelente ejemplo de un modelo de gestión comunitaria que no solo está restaurando la biodiversidad en un ecosistema antaño degradado, sino que está potenciando económicamente a la comunidad en el proceso.

Si bien la pérdida de biodiversidad ha saltado a la vista en los últimos años, la forma de invertir esta tendencia sigue siendo una cuestión discutible. De hecho, los países parecen incapaces de ponerse de acuerdo sobre un plan global de biodiversidad.

El Marco Mundial de Biodiversidad Post 2020 pretende un plan de acción urgente para la naturaleza en esta década, para concretar hasta 2030. Pero el acuerdo de ese Marco se estancó en el vital punto de la financiación en una reunión en Nairobi, la capital keniana que es la sede del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma)

Estas cuestiones serán el centro de atención en la 15 Conferencia de las Partes (COP15) del Convenio sobre la Diversidad Biológica, que se celebrará en la ciudad canadiense de Montreal  del 5 al 17 de diciembre.

T: MF / ED: EG

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