CARACAS – El cierre parcial de los grifos dispuesto desde este 1 de noviembre por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep) y sus aliados responde a la necesidad de encarar la contracción del mercado, aunque impacta y queda inscrito en la actual confrontación entre Rusia y Occidente.
La alianza Opep+ (los 13 socios de la organización y 10 exportadores aliados) decidió sacar del mercado dos millones de barriles (de 159 litros) diarios, en un mundo que cada día demanda 100 millones, impulsada por los dos mayores productores, Arabia Saudí, líder de hecho de la Opep, y Rusia.
La decisión “obedece a motivos económicos, pues Arabia Saudita depende de precios del petróleo relativamente altos para su equilibrio presupuestal, por lo que para Riad es importante que el barril no baje de 80 dólares”, dijo a IPS la directora de Energía en el centro de estudios Diálogo Interamericano, Daniela Stevens.
Los precios de referencia, al concluir octubre, eran de 94,14 dólares por barril para el crudo Brent del mar del Norte, en el mercado londinense, y de 88,38 dólares para el West Texas Intermediate (WTI), marcador estadounidense, en Nueva York.
“En el momento de la decisión de recorte (5 de octubre) los precios del petróleo habían caído 40 % desde marzo, y los países de Opep+ temían que la desaceleración proyectada de la economía mundial –y con ella la demanda de petróleo- redujera drásticamente sus ingresos”, apuntó Stevens.
Con el recorte, “la Opep+ espera mantener los precios del Brent por encima de los 90 dólares por barril”, lo que estaría por verse “ya que debido a la falta de inversión los recortes reales serán de entre 0,6 y 1,1 millones de barriles por día y no los llamativos dos millones”, agregó Stevens desde la sede de su institución en Washington.
“No obstante la simpatía de Mohamed bin Salman por Putin, el recorte fue debido a su preocupación acerca del equilibrio del mercado petrolero mundial, y no por apoyar a Rusia”: Elie Habalián.
Hace un mes, la alianza fijó un tope de producción conjunta de 43,85 millones de barriles diarios, sin incluir a Venezuela, Irán y Libia (socios de la Opep exceptuados debido a sus particulares crisis), con lo que alcanzarían a entregar al mercado 48,23 millones de barriles por jornada.
Pero los operadores de mercado estiman que actualmente producen entre 3,5 y cinco millones de barriles diarios por debajo del nivel máximo considerado.
La alianza está integrada por los 13 socios de la Opep: Angola, Arabia Saudí, Argelia, Congo, Emiratos Árabes Unidos, Gabón, Guinea Ecuatorial, Irán, Iraq, Kuwait, Libia, Nigeria y Venezuela, más Azerbaiyán, Bahréin, Brunei, Kazajistán, Malasia, México, Omán, Rusia, Sudán y Sudán del Sur.
Los gigantes de la alianza son Arabia Saudí y Rusia, cada uno con una producción de 11 millones de barriles diarios, seguidos a distancia por Iraq (4,65 millones), Emiratos Árabes Unidos (3,18), Kuwait (2,80) e Irán (2,56 millones).
Estados Unidos encaja el golpe
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se declaró “decepcionado por la decisión corta de miras de la Opep+ mientras la economía global está lidiando con el continuo impacto negativo de la invasión de (el presidente ruso, Vladimir) Putin a Ucrania”, indicó un comunicado de la Casa Blanca.
De los 2,40 dólares que costaba en Estados Unidos un galón (3,785 litros) de gasolina a comienzos de 2021, se ha pasado al promedio actual de 3,83 dólares (cinco dólares en junio), un fardo para Biden y su Partido Demócrata de cara a la elección para renovar el legislativo Congreso, el 8 de noviembre.
Biden visitó Arabia Saudí en julio, bajo el recordatorio de la prensa de que durante su campaña electoral en 2020 habló de convertir al país árabe en “un paria internacional”, por la responsabilidad de sus mandos en el asesinato en Estambul, en octubre de 2018, del destacado periodista opositor y exiliado Jamal Khasoggi.
El presidente dijo que expresó claramente al poderoso príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salman, su convicción de que era responsable del crimen, pero el eje de su visita fue abogar para que el reino mantuviese muy abiertos los grifos para contener los precios del crudo y con ellos el de la gasolina.
De allí la decepción estadounidense por el recorte de producción que impulsó Riad -el doble del millón de barriles por día que suponían analistas de mercado- y el cual, al apuntalar los precios, favorece los ingresos de Rusia, que ha debido colocar en Asia, con descuentos, el petróleo que ya no le compra Europa.
Luego, Biden ordenó vender otros 15 millones de barriles de crudo de las reservas estratégicas –más de 600 millones de barriles en 2021, apenas 405 millones este octubre-, después de que en marzo, tras la invasión rusa a Ucrania, dispuso liberar hasta 180 millones de barriles de ese petróleo durante seis meses.
Cambia la relación Washington-Riad
Para Karen Young, investigadora en el Centro de Política Energética Global de la estadounidense Universidad de Columbia, “la política petrolera entra en una nueva fase a medida que desciende la relación entre Estados Unidos y Arabia Saudi”.
Ambos países “ahora están directamente involucrados en la política interna del otro, lo que no ha sido el caso en la mayor parte de los 80 años de relación bilateral”.
“Los mercados habían anticipado un recorte de aproximadamente la mitad. No está claro si la decisión de anunciar un recorte mayor fue precipitada o políticamente motivada por el liderazgo político saudí”, ha considerado Young.
Los dirigentes saudíes verían a Biden como complaciente con Irán, su archienemigo en el área del Golfo, con posturas adversas a las de Riad en el conflicto del vecino Yemen, y resentirían la acusación al príncipe por el crimen de Khasoggi.
Young sostiene que “la acusación de que Arabia Saudí ha convertido el petróleo en un arma para ayudar al presidente ruso es extrema”, y en cambio “el liderazgo saudita puede suponer que mantener a Putin en la tienda de la Opep+ es más valioso que tratar de influir en los mercados petroleros sin él”.
Más mercado, menos guerra
El secretario general de la Opep desde agosto, el kuwaití Haitham al Ghais, declaró el 7 de octubre que “la membresía de Rusia en la OPEP+ es vital para el éxito del acuerdo. Rusia es un jugador grande, principal y altamente influyente en el mapa energético mundial”.
En un trabajo para la revista financiera especializa Barrons, Young expuso que “lo que sí es cierto es que los mercados energéticos ahora están muy politizados”.
Estados Unidos “es ahora un defensor de la manipulación del mercado, pidiendo favores del principal productor oscilante del mundo, abogando por topes de precios en las exportaciones de crudo ruso y embargos en Europa”, subrayó Young.
Por su parte, el Ministerio de Relaciones Exteriores saudí rechazó como “no basadas en hechos” las críticas a la decisión de la OPEP+, y dijo que la petición de Washington de retrasar el recorte un mes (hasta después de las elecciones de noviembre, como habría pedido Washington) “habría tenido consecuencias económicas negativas”.
En su más reciente análisis mensual de mercado, la Opep destacó que “el crecimiento económico mundial ha entrado en un período de gran incertidumbre y deterioro macroeconómico, en medio de desafíos cada vez más intensos”.
Allí incluyó los altos niveles de inflación, el endurecimiento de las políticas monetarias por parte de los principales bancos centrales, aumento de las tasas de interés y problemas persistentes en la cadena de suministro, además de los riesgos geopolíticos y las extensiones de confinamientos relacionados con la covid-19.
El recorte de los dos millones de barriles se decidió “a la luz de la incertidumbre que rodea las perspectivas económicas y del mercado petrolero mundial, y la necesidad de mejorar la orientación a largo plazo para el mercado petrolero”, asentó la declaración de la alianza Opep+ tras su reunión del 5 de octubre.
El analista petrolero Elie Habalián, quien fue gobernador de Venezuela ante la Opep, también opinó que “no obstante la simpatía de Mohamed bin Salman por Putin, el recorte fue debido a su preocupación acerca del equilibrio del mercado petrolero mundial, y no por apoyar a Rusia”.
América Latina, pro y contra
Stevens considera que el panorama petrolero que se abre este noviembre significará, para los importadores de la región, que sus combustibles serán más costosos pero probablemente no por una cantidad significativa, y los importadores netos de América Central y el Caribe serán los más perjudicados.
Los exportadores se beneficiarán de precios más altos. Brasil y México ya aumentaron sus exportaciones de fueloil (combustible residual), y Argentina y Colombia las de crudo. Y los precios más altos beneficiarían sobre todo a Brasil y Guyana, que están aumentando su capacidad de producción.
Argentina pudo beneficiarse si hubiese comenzado a invertir en producción hace años, pero su inestabilidad financiera la dejó con poca capacidad para aprovechar este momento, y sobre Venezuela no solo pesan sanciones sino que levantar su desgastada infraestructura petrolera requeriría inversiones y tiempo que no tiene.
ED: EG