SANTIAGO – La Convención Constitucional chilena fue una experiencia innovadora para la política no solo de América Latina sino del mundo entero, y sus resultados se medirán el domingo 4 de septiembre, cuando la ciudadanía acuda a votar a favor o en contra de la nueva Constitución propuesta.
Este fue un proceso novedoso en sí mismo: contó con una composición paritaria, participación masiva de independientes, escaños reservados para pueblos originarios, mecanismos de participación popular y sesiones fuera de la capital, entre otras cosas.
Pero según reconocen diversos especialistas en la materia, el punto más revolucionario del proceso fue la paridad de género que llevó a 77 mujeres de las más variadas profesiones a sentarse y debatir en los mismos espacios que acostumbraban a ocupar los hombres. Solo para dar un ejemplo: la Cámara de Diputadas y Diputados chilena hoy tiene la cifra más alta de mujeres desde en su historia y son apenas 55 de 155, un 35% del total.
“Es el primer proyecto de nueva Constitución donde las mujeres participaron en paridad en la historia del mundo. Eso, evidentemente, no es menor, por lo que, sea o no aprobado en el plebiscito de salida, Chile ya ha pasado a la historia”, resume la doctora en Derecho y académica de la U. de Valparaíso, Alejandra Zúñiga-Fajuri.
Pero las condiciones específicas de este órgano constituyente también dejaron un rastro de modernidad en el texto, que lo deja en la vanguardia internacional en muchos aspectos, como reconocieron abogados y académicos de Chile y otros países. Para producir ese resultado, la paridad también jugó un rol sumamente relevante.
La paridad en los contenidos
La cientista política y fundadora de la Red de Politólogas, Julieta Suárez-Cao, remarca que “algo que nos muestra la historia, es que las mujeres no escribieron las constituciones en pie de igualdad con los hombres”.
Eso, a juicio de la académica, explica que “nunca se incluyeron los mecanismos para hacer que el Estado cambie este rol de perpetuador de las relaciones jerárquicas entre los géneros”.
En ese marco, la ex constituyente independiente de la Región de Los Lagos, Adriana Ampuero, plantea que la paridad influyó “totalmente” en los resultados del proceso.
“Tenemos una Constitución feminista y no solo porque tiene algunos artículos que van relacionados a la equidad de género o a las mujeres de Chile. Es una Constitución feminista porque el feminismo es un item que permea todo el texto constitucional”, dice.
Entre los puntos que se pueden mencionar están el mandato al Estado para garantizar la igualdad sustantiva, la paridad en la composición de todos los órganos colegiados de elección popular y en órganos autónomos; la perspectiva de género en la formación de las policías y en los fallos judiciales; la creación del “sistema nacional de cuidados”, el reconocimiento al trabajo doméstico y a los derechos sexuales y reproductivos.
Además, Alejandra Zúñiga-Fajuri agrega que, aunque las constituciones de Bolivia y Ecuador contienen “innovaciones importantes” en materia de derechos sociales, derechos de los pueblos originarios y la protección de la naturaleza, “Chile avanza como ninguna otra Constitución comparada en el reconocimiento explícito del derecho de la mujer a la interrupción voluntaria del embarazo. Ello también es muy revolucionario”.
Los desafíos de la innovación
Qué consecuencias tendrán estas innovaciones, cómo se aplicarán y en cuánto tiempo se verán sus resultados es parte de la discusión política que vendrá a partir del 4 de septiembre, si la ciudadanía decide aprobar la nueva Constitución.
La politóloga Julieta Suárez-Cao ve dos desafíos concretos al respecto: el choque con las prácticas culturales de la sociedad y la “burocratización” de las normas.
“Hay ciertas prácticas que no están escritas, que no son formales, que a veces no son tan fácil cambiar con cuestiones de legislación. Por ahí en algún momento van a chocar con algunas de estas normas y hay que estar súper atentas, en especial las organizaciones feministas y de mujeres, para que la norma no se vuelva inefectiva”, dice sobre el primer punto.
En cuanto al segundo, la académica plantea que el riesgo es que “estas regulaciones que quedan escritas en la Constitución, que luego van a ser aterrizadas en legislación ordinaria, no se burocraticen, no se vuelvan parte de una check list y que tengan la consecuencia buscada. Para eso necesitamos una sociedad civil activa, involucrada, que monitoree que la normativa real tenga un impacto”.
Los retos en medioambiente
Además de los aspectos remarcables en cuanto a igualdad y paridad de género, el texto que propuso la Constituyente chilena suma derechos digitales y una mirada ecológica para abordar la crisis climática que avanza en el mundo.
Este último punto generó altas expectativas en el debate público, porque las propuestas de los constituyentes que impulsaban una “Eco-Constitución” muchas veces distaban de los objetivos del gran empresariado chileno y las formas de conducir la política económica que ha sostenido el país en las últimas décadas.
El resultado de todo el debate fue un texto que termina con un modelo de concesiones mineras a través de sentencias judiciales y de derechos de propiedad sobre las aguas, y pasa a un sistema de permisos administrativos revocables y caducables.
La doctora en Ciencia Política y académica de la Universidad de Chile, Claudia Heiss, recuerda que desde el proceso constituyente que inició la ex Presidenta Michelle Bachelet aparecía el medioambiente como un tema muy transversal y prioritario para la ciudadanía.
Por eso este texto va en esa línea, según Heiss, quien encuentra que contiene “una gran conciencia ecológica y del peligro del cambio climático, e implica por cierto el desafío del acomodo de la actividad empresarial y los temas que serán afectados, que no son pocos, pero creo que van en la dirección correcta. Tiene que ver con la sustentabilidad y tratar de encontrar una forma más armoniosa del desarrollo”.
Este artículo se publicó originalmente en democraciaAbierta.
RV: EG