BELÉM, Brasil – Mujeres de diversas identidades, nacionalidades, edades y culturas coincidieron en la urgencia de actuar de forma articulada ante los problemas comunes que minan sus derechos, destruyen sus vidas y la naturaleza en los países de la cuenca amazónica.
Fue durante el X Foro Social Panamazónico (Fospa), que se celebró entre 28 y 31 de julio en esta cálida y amazónica ciudad portuaria de Belém, capital del estado brasileño de Pará, con cerca de millón y medio de habitantes.
El foro, organizado en cinco grandes ejes temáticos en las llamadas “casas de saberes y sentires”, tuvo lugar en la Universidad Federal de Pará a orillas del río Guamá y reunió según sus organizadores a 10 000 participantes mayoritariamente de Brasil y con delegaciones de Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú, Suriname, Guyana francesa y Venezuela.
Esas áreas fueron: Casa de la Madre Tierra, Casa de los Bienes Comunes de la Naturaleza, Casa de los Pueblos y Derechos, Casa de Territorio y Autogobierno, y Casa de las Resistencias de las Mujeres.
En la universidad se constituyó la Casa de las Resistencias de las Mujeres, donde a través de numerosos paneles mujeres indígenas amazónicas y andinas, feministas, quilombolas (descendientes de esclavos), afros, lesbianas, trans, campesinas y de otros sectores reflexionaron sobre las opresiones que enfrentan.
Se trata de unas opresiones crecientes en sus embates, en un contexto de democracias surgidas del racismo, colonialismo y violencia, y ante un extractivismo creciente que amenaza ríos, selvas, tierras y también sus derechos de humanas.
“Nosotras estamos resistiendo el cuarto año del gobierno de (Jair) Bolsonaro. Es un gobierno genocida, racista, xenofóbico, misógino que le dice al mundo que continuará con este modelo capitalista explotando los territorios, siendo parte de las hegemonías en el mundo”, manifestó Masra Abreu, de la feminista Articulación de Mujeres Brasileras.
“No le importa arrasar con nuestros recursos naturales, con los pueblos, comunidades y con nuestros propios cuerpos de mujeres, de la juventud negra y de las comunidades indígenas, agregó.
Wilma Mendoza, de la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas, Indígenas, Originarias de Bolivia, sostuvo que la resistencia tiene que ver con conocer y ejercer los derechos. Explicó que en su país ellas resisten desde la educación tanto a nivel de la familia como del espacio colectivo, en sus comunidades.
“Pero también resistimos ante las política públicas para que se respeten nuestros derechos. Los pueblos indígenas tenemos un Plan de Vida y necesitamos gestar incidencia para demandar autonomía personal, colectiva y de toda la Amazonia”, remarcó.
Explicó que la propuesta implica pensar no solo en ellas sino en lo que las rodea, que son las mujeres las que están en mayor resistencia ante el Estado y otros grupos que ven en la tierra solo un valor material y económico y no su función social. “Para nosotras primero es la vida, por eso estamos contra el extractivismo de minerales, hidrocabarburos”, dijo a IPS.
Para Zuly Rivera, del pueblo indígena nasa de la región del Putumayo, en Colombia, la resistencia pasa por defender la Amazonia de las actividades extractivas que la están destruyendo y están poniendo en riesgo la existencia de todas las formas de vida.
Explicó que en su región es la mega minería la que más afecta a las mujeres y destacó el impacto en la pérdida de su cultura e identidad. “Para nuestro pueblo las piedras y las plantas son sagradas pero desde hace más de 500 años nos están imponiendo otros modos de ser y robando lo que somos”, denunció.
“Nos siguen engañando en nuestro propio territorio con pequeños regalos ya es hora de nosotras alzar la cabeza y reforzar nuestra identidad de mujeres indígenas”, remarcó.
Fundamentalismos, capitalismo y patriarcado: sistema opresor
Las reflexiones en la Casa de las Resistencias de las Mujeres también pusieron en evidencia que los fundamentalismo en la región no solo de corte religioso, sino también político y económico, y que junto con el patriarcado general las múltiples violencias y exclusiones contra las mujeres.
Un informe de la Comisión Económica de América Latina y el Caribe (Cepal) reveló que en el 2020 más de 4 000 mujeres fueron víctimas de feminicido en la región, una situación que expresa una forma extrema de la violencia de género en sus países y que es parte de las discriminaciones sistémicas contra las mujeres.
Gaela Cari, mujer trans peruana, lideresa indígena de la organización Federación Nacional de Mujeres Campesinas Artesanas Indígenas Asalariadas del Perú, alertó sobre la amenaza que representa el fundamentalismo para las mujeres y las democracias.
La lideresa, que también se reivindica como afroperuana por parte de sus raíces, se refirió también a la persecución que sufre la población LGTBI y que esta es una herencia colonial.
“La Santa Inquisición quemaba a mujeres acusándolas de brujas y también a homosexuales, lesbianas, travestis, por sodomía, un delito que no existía en el imperio incaico, en nuestras comunidades indígenas ni nativas”, aseguró.
Contó su propia experiencia personal de haber sido expulsada del hogar por su familia debido a la presión del pastor evangélico de su comunidad que instó a sus padres a “separar la manzana podrida para que no contagie a sus hermanos”.
“Es producto todo eso de algo importado, colonial, occidental porque en nuestros pueblos indígenas y originarios las personas expresaban su sexualidad y amaban con total naturalidad”, analizó.
Aliana Reis, del Instituto de la Mujer Negra de Brasil, que lucha contra las desigualdades sociales y de género, afirmó que son las mujeres indígenas, campesinas, negras LGTBI las que mueren en mayor cantidad por la violencia.
“Soy lesbiana, soy negra, de la región periférica de Salvador de Bahía, en el nordeste, y tengo la certeza de que el movimiento feminista y movimiento negro son las dos principales vertientes de lucha frente a la violencia, pero esta lucha no será coherente sino luchamos también contra el racismo y las desigualdades de clase”, reivindicó.
Tejer desde las espiritualidades
Reis postuló como alternativa construir procesos educativos que hablen de la libertad de los cuerpos y garantizar que mujeres negras, indígenas y rurales de la amazonía tengan seguridad de vivir sin discriminaciones.
“Usemos nuestros saberes tradicionales ribereños, negros, indígenas para pensar otra cultura no eurocentrada y alimentar ideas de libertad sexual y de género, de otras formas de convivencia y de sociedad”, expresó.
Zuly Rivera, de Colombia, también hizo un llamado a que en cada territorio las mujeres se afiancen en una resistencia desde abajo, conociendo sus derechos para poder ejercerlos, tejiendo desde las espiritualidades.
Esa dimensión fue resaltada igualmente por Wilma Mendoza, de Bolivia, quien incidió en la necesidad de luchar por representaciones políticas de mujeres comprometidas con la defensa de sus propuestas, como las que presentarán al presidente de su país, Luis Arce, de frenar la deforestación y erradicar las políticas extractivas.
La defensa de la naturaleza y de los territorios es causal de muerte en los países de América Latina.
Según Naciones Unidas, la región registró 933 de los 1323 asesinatos de defensores de derechos humanos ocurridos entre 2015 y 2019 siendo creciente el ataque a quienes defienden el ambiente. Colombia es el más afectado con 397 casos seguido de Brasil con 174 y Perú con 24.
Cari, la lideresa indígena trans peruana, colocó la urgencia de que las mujeres, en su amplia y rica diversidad, abracen todas las luchas para transformar democracias que permiten el asesinato de mujeres, la violencia contra los pueblos indígenas y el despojo de sus territorios.
“Nos urge encontrar un sistema capaz de generar una coexistencia donde podamos vivir y convivir en armonía hombres mujeres y diversidades, en equilibrio con la madre tierra”, puntualizó.
Las diferentes sesiones de reflexión de la Casa de Resistencias en el X Fospa estuvieron siempre llenas, no solo se pobló de la presencia y diálogos de las mujeres, sino de sus cantos, risas y esperanzas.
Porque las mujeres, aseguraron, son como las aguas, crecen cuando se juntan, tal como corearon en todo momento enriqueciendo la fuerza colectiva en defensa de la Amazonia, de sus cuerpos y de sus territorios.
ED: EG