TECOLUCA, El Salvador – Mientras observa con desesperanza un enorme charco de agua estancado en el patio de su casa, el campesino salvadoreño Ruperto Castillo se encogió de hombros y explicó que la persistente lluvia no le ha permitido sembrar el maíz, pescar en el río ni extraer cangrejos en el manglar.
“Aquí estamos sin poder hacer mucho, sin trabajar”, dijo Castillo, de 71 años, sentado en una silla, a la par de su esposa, Adela Ramírez, de 70 años, quien descansaba en una hamaca, en la casa de ambos.
Ellos viven en la comunidad de Nueva Pita, en el cantón Las Mesas, en Tecoluca, un municipio del central departamento de San Vicente, en el litoral de El Salvador.
Ese asentamiento se localiza en la zona conocida como el Bajo Lempa, cercana a la desembocadura en el océano Pacífico del río Lempa, cuyas aguas casi siempre se desbordan en la época lluviosa y convierte el área en una de las más golpeadas, con inundaciones, pérdidas de cosechas y a veces, también vidas humanas.
Llovía pertinazmente en esa área cuando IPS visitó el lugar, a mediados de junio, en el segundo mes de la estación húmeda que finaliza en noviembre.
“Ha habido ocasiones en que la cosa se ha puesto tan fea, que debemos salir de la casa, a un albergue, por la seguridad de las niñas”, dijo Ramírez, en referencia a sus dos nietecitas.
Ella recordó los terribles días del huracán Mitch, que golpeó América Central en octubre de 1998 y es considerado el segundo más devastador en el hemisferio, con alrededor de 11 000 muertos y millones de dólares en pérdidas.
“Perdimos todo, cultivos, gallinas, todo, incluyendo nuestra casa, era de madera y solo algunas tablas quedaron colgando”, acotó Ramírez, sentada en la hamaca, en la casa de piso de tierra.
Vulnerabilidad a flor de piel en América Central
Lo que sucede en el Bajo Lempa pasa también a otras miles de familias en América Central, una de las regiones más vulnerables del mundo ante los fenómenos climáticos extremos, según reportes de expertos sobre el cambio climático, incluyendo los del Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC).
Esa es una región donde, o llueve mucho y arruina los cultivos y causa destrozos por todas partes, o no hay precipitaciones cuando debería haberlas, como sucede en el llamado Corredor Seco, un cinturón que cubre 35 % del istmo centroamericano y donde viven más de 10,5 millones de personas.
También suceden erupciones volcánicas y terremotos, entre otros fenómenos.
Por América Central, con 43 millones de habitantes, han pasado dos de los huracanes más destructores de los que se tiene registro, como el Mitch, de categoría 5, la más intensa de todas.
También tocó tierra el Fifí, de categoría 2, que dejó en septiembre de 1974 un rastro de muerte y destrucción, sobre todo en Honduras, donde se calcula causó unos 8000 fallecidos.
Y sin embargo, pese a las décadas de lecciones aprendidas ante el paso de esos fenómenos, los distintos gobiernos en la región, desde años atrás, no han logrado establecer mecanismos permanentes para prepararse y adelantarse a algo que ya se sabe que va a suceder.
La misma película todos los años
Y cada año, pese a conocer que en varias zonas los ríos se desbordarán y habrá inundaciones, por ejemplo, y miles de personas perderán sus cosechas y deberán ser evacuadas, o habrá muertos por deslizamientos de tierra, se repite el mismo problema, como si fuera la primera vez que sucede.
De modo que la región no logra adelantarse a los sucesos y sigue siendo tan vulnerable como antes, dijeron expertos en gestión de riesgo de El Salvador, Guatemala y Honduras, entrevistados por IPS.
“Cada año nos sentimos asediados, en riesgo, y tienen que ver con los fenómenos climáticos pero también con la desidia de parte de autoridades”, dijo a IPS Sonia Hernández, oriunda de la comunidad Nueva Concepción, en el Bajo Lempa, y parte de la Comisión Sectorial de Protección Civil en la zona.
Hernández se refería a la borda de 21 kilómetros que en principio debería protege las aldeas asentadas en las márgenes del río Lempa, pero que se encuentra dañada y extremadamente frágil en siete puntos.
“Siempre es lo mismo, no entendemos por qué las autoridades no realizan trabajos permanentes en la borda”, añadió, “ahí se necesita de un trabajo más sofisticado”, sobre todo porque en cada época lluviosa la empresa estatal a cargo de las represas en el país realiza descargas en la planta hidroeléctrica 15 de Septiembre, para liberarla de la presión del agua.
Esas descargas van a dar al río Lempa, que se desborda y termina inundando la zona.
Cuando IPS visitó el Bajo Lempa, el país se mantenía bajo la influencia de lluvias moderadas que amenazaban con convertirse en tormenta tropical en la costa pacífica.
Y aunque las precipitaciones, si bien constantes por varios días, no fueron tan intensas, El Salvador ya reportaba ocho muertos, decenas de derrumbes y de ríos desbordados.
“Honduras está considerada la nación más vulnerables de Centroamérica, junto a El Salvador”, dijo a IPS el experto Hugo Zelaya, coordinador de la Mesa Nacional de Incidencia para la Gestión de Riesgo, en Honduras.
Zelaya, quien habló con IPS desde Juticalpa, municipio del nororiental departamento hondureño de Olancho, dijo que las características físicas y la ubicación del país, en el medio de Centroamérica, es paso y puerta de entrada al istmo de fenómenos extremos, como lluvias tropicales y huracanes.
Añadió que la zona norte de Honduras, a menor altura del nivel del mar, recibe o capta buena parte de toda la lluvia, y las familias ubicadas en las riberas de los ríos sufren por los desbordamientos de las aguas.
América Central es una región que sufre de graves necesidades sociales y de muchas precariedades económicas. Algunos de sus países vivieron convulsiones políticas y guerras civiles al final de los 70 y comienzo de los 80, sobre todo en Nicaragua, El Salvador y Guatemala, con guerrillas izquierdistas que buscaban instaurar gobiernos revolucionarios.
Ante la falta de empleo y de oportunidades, un buen porcentaje de la población centroamericana sale de sus países de forma irregular hacia los Estados Unidos, y desde allá son parte clave en el sostenimiento de la economías de sus naciones con el envío de millones de dólares en remesas.
La vulnerabilidad ambiental en la región y las consabidas dificultades para sobrevivir de las siembras agrícolas explican en parte ese éxodo, explicó Zelaya, sobre todo desde El Salvador y Honduras. En este último país persiste el fenómeno de las caravanas de migrantes: centenares de personas viajan en grupo hacia Estados Unidos.
Modelo extractivista golpea al ambiente
Por su parte, Adalberto Blanco, miembro de la Mesa Permanente por la Gestión de Riesgo, de El Salvador, dijo que en esta nación 88,7 % del territorio es considerado zona de peligro y ahí vive 94 % de la población nacional, de 6,7 millones.
“Por lo tanto no debería causarnos sorpresa que venga un fenómeno natural y nos afecte y golpee fuerte”, enfatizó.
Blanco dijo que la región centroamericana es vulnerable ante los fenómenos extremos porque es más susceptible al impacto de cambio climático, y en esto las naciones industrializadas tienen la mayor responsabilidad, como principales generadores de gases de efecto invernadero.
Pero luego están las políticas internas en los países centroamericanos, añadió, que han privilegiado modelos de desarrollo extractivistas que claramente deterioran el medio ambiente, volviéndolo más susceptible y vulnerable ante fenómenos climáticos extremos.
Al respecto, señaló que en varias de las naciones del istmo se privilegian, entre otros, cultivos como la caña de azúcar, sembradíos extensivos basados en el uso de agroquímicos, que impactan los suelos.
“En Guatemala y Honduras está la palma africana, en Nicaragua el maní y el tabaco, en Honduras también tenemos las bananeras, todo eso impacta”, aseguró.
Mientras que Marco Tulio Granados, miembro de la Asociación de Desarrollo Agrícola y Microempresarial, que realiza su trabajo en la zona suroccidente de Guatemala, dijo a IPS que varias empresas transnacionales han dañado ecosistemas enteros, para su beneficio.
Dijo que en Guatemala hay presencia de hidroeléctricas de capital español que han degradado el medioambiente sobre todo en la parte nororiente del país, en los departamentos de Alta Verapaz y Baja Verapaz.
Señaló que desde hace unos 10 años se ha incrementado el cultivo de la palma africana, plantaciones que antes estaban confinadas solo en el sur, y con ello se ha arrasado con zonas boscosas enteras.
También destacó la presencia de minería en los departamentos de Huehuetenango y Quiché, ambos en el oeste del país.
“Ese modelo de desarrollo ha sido el que nos ha venido afectando en décadas”, comentó Granados a IPS, desde la ciudad de Quetzaltenango, en el oeste guatemalteco.
Granados es también el secretario ejecutivo de la Concertación Regional para la Gestión de Riesgos, que aglutina a cinco organizaciones nacionales, una por país: Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y la recién incorporada Costa Rica. Los cinco países conforman el área centroamericana junto con Belice y Panamá.
Granados dijo que los gobiernos del istmo promueven reuniones regionales para hablar sobre el tema de la vulnerabilidad, pero eso se ha quedado en espacios de élites políticas que no se traducen en acciones efectivas en los territorios.
ED: EG