El sol ilumina las noches de familias campesinas en El Salvador

Francisca Piecho, junto a su nuera Johana Cruz y su nieto, afuera de su vivienda que ha sido electrificada con energía solar, en el caserío Cacho de Oro, en el municipio de Teotepeque, en el sureño departamento de La Libertad. Estas familias campesinas salvadoreñas han tenido una mejoría en su vida con la llegada no solo de la electricidad sino también de un programa de reforestación en la zona. Foto: Edgardo Ayala / IPS

TEOTEPEQUE,  El Salvador – Luego de trabajar en la parcela agrícola familiar, Carlos Salama llegó a casa y conectó su teléfono celular al enchufe, por medio de un sistema eléctrico alimentado con energía solar, una rareza en este caserío de campesinos en el sur de El Salvador.

“Solo esto de cargar el teléfono con nuestra propia electricidad, venida del sol, es una gran cosa para nosotros”, dijo a IPS este agricultor de 29 años, que vive en Cacho de Oro, un asentamiento rural enclavado en las colinas que se yerguen a la orilla del océano Pacífico, en el municipio de Teotepeque, en el sureño departamento de La Libertad.

La madre de Salama, Rosa Aquino, también se mostró entusiasmada con el sistema eléctrico instalado en su casa y en otras 15 viviendas del caserío, a finales de abril.

“Se siente bien, nosotros nunca habíamos tenido corriente… en la noche uno se alegra. De niña, con lámparas de gas. Y luego con lámparas de baterías, y ahora nos ahorramos eso en baterías”, comentó a IPS Aquino, de 45 años.

El campesino salvadoreño Carlos Salama recarga su teléfono celular por medio de un sistema de energía solar instalado en el techo de la casa donde vive, en el caserío Cacho de Oro, en el municipio de Teotepeque. Pese a que el sistema no soporta aparatos que consuman más de 500 vatios, de momento les basta para iluminarse en las noches, cargar los celulares y utilizar otros pequeños electrodomésticos. Foto: Edgardo Ayala / IPS

La pobreza a plena luz

En Cacho de Oro viven unas 50 familias, dedicadas a la agricultura de subsistencia, y si bien el lugar sí cuenta desde hace algunos años con electricidad provista por la red nacional, una veintena de familias, las más pobres, no pudieron costearse la conectividad.

Eso le sucedió a la familia de Francisca Piecho, una campesina de 43 años que vive con su hijo, la compañera de él, y el pequeño hijo de ambos, en una vivienda de piso de tierra.

El esposo de Piecho trabaja en otra zona del país cortando caña, ya que no ha encontrado trabajo en Cacho de Oro.

La familia no pudo pagar los 500 dólares que costaba conectarse a la línea del sistema eléctrico nacional que por fin había llegado al caserío.

“Algunas familias tienen parientes en otros países y les mandan remesas, nosotros no tenemos, no pudimos pagar ese dinero”, contó a IPS Piecho, mientras removía un guiso que hervía en una estufa de leña.

Su hijo no estaba en casa cuando IPS llegó a la zona, pero la madre contó que él se dedica a trabajos agrícolas sobre todo en la época lluviosa (de mayo a noviembre), pero en la estación seca  la situación es difícil, casi no hay empleo.

El caserío Cacho de Oro está encaramado en la cima de las colinas que se yerguen al pie del océano Pacífico, en el sur de El Salvador. Es un lugar remoto donde viven familias muy pobres y donde el desempleo se agudiza sobre todo en la época seca, de noviembre a mayo, cuando no hay actividades agrícolas en las que trabajar. El privatizado sistema eléctrico no conecta a la red a estas localidades porque no le resulta rentable. Foto: Edgardo Ayala / IPS

En El Salvador, la distribución de la electricidad está privatizada desde 1998, y muchos caseríos y asentamientos rurales no cuentan con el servicio eléctrico cuando son muy pequeños y esas empresas no ven un negocio en la inversión.

Según cifras oficiales, en el área rural los hogares que tienen acceso a servicio de electricidad son 95,2 %, mientras 2,0 % utilizan velas, otros medios 1,4 %, paneles solares 0,8 % y kerosene (gas) 0,5 %.

Esos datos revelan además que el ingreso promedio mensual de los hogares en el área urbana es de 728,33 dólares mientras que en el área rural es de solo 435,19.

Pero ahora esas familias muy pobres de Cacho de Oro ya cuentan con el servicio, generado además con una fuente limpia, gracias al proyecto con energía solar llevado al lugar por el estatal Fondo Ambiental de El Salvador (Fonaes), a un costo de 16 000 dólares.

Personal de la municipalidad de Jicalapa, en el sureño departamento salvadoreño de La Libertad, , explica a un grupo de habitantes del caserío Izcacuyo sobre el proyecto de electrificación solar llegado al lugar, en diciembre de 2021, así como el esfuerzo comunitario de reforestación. Foto: Municipalidad de Jicalapa

Energía solar llega en ayuda

En los techos de las casas de esa veintena de familias se instaló un panel solar, que genera un servicio eléctrico muy básico: apenas para conectar un par de bombillos y cargar un teléfono celular y algún pequeño electrodoméstico que consuma menos de 500 vatios.

“Si los aparatos consumen más que eso, no los levanta”, explicó a IPS Arturo Solano, técnico de la empresa Tecnosolar, proveedora de los paneles.

Añadió que hay aproximadamente unos 100 proyectos de energía solar comunitarios en la zona rural de El Salvador, un país de 6,7 millones de habitantes. Alrededor de 7500 viviendas han sido electrificadas con esa fuente de energía limpia.

“Hay que acoplarse al sistema y comprar aparatos que sean compatibles con la potencia que da el sistema”, señaló, tras agregar que esa potencia la determina la inversión realizada, pues si se quiere más potencia hay que colocar más paneles.

Aun así, con ese servicio muy básico de electricidad, los habitantes de Cacho de Oro sienten que ahora tienen la ventaja de contar al menos con iluminación y un enchufe para cargar sus teléfonos celulares y mantenerse comunicados.

Antes de la llegada del proyecto de energía solar, algunas de esas familias lograban conectarse a la red nacional por medio de un vecino, que sí estaba conectado a la red. Pero eso les implicaba compartir el pago del recibo.

“Ahora ya no pagamos ese recibo, que era de cinco dólares. Ahora ese dinero lo ocupamos para comprar algo de comida, huevos, o aceite”, aseguró a IPS satisfecho de contar con luz sin costo mensual alguno, Francisco de la Cruz Tulen, un campesino de 30 años, que vive con su pareja, Milagro Menjívar, de 21 años, y dos hijos pequeños.

En la época lluviosa, Tulen, como el resto, arrienda una parcelita de tierra para sembrar la milpa, el cultivo básico de los centroamericanos: maíz y frijoles, para la alimentación familiar. Y también trabaja en otras parcelas como jornalero, para ganar un poco de dinero.

Pero en época seca, se va también del caserío a buscar empleo en los cañaverales. En esa faena, que es de las más pesadas en la agricultura, se puede ganar entre seis y 24 dólares al día.

Junto al proyecto de electrificación solar llegado al caserío Cacho de Oro, en el sur de El Salvador, se han construido reservorios para captar agua lluvia e irrigar árboles frutales y maderables sembrados para reforestar la zona y proveer de alimentos, como aguacates, y mantener sanos los mantos acuíferos. Foto: Edgardo Ayala / IPS

Reservorios para la vida

En Cacho de Oro no hay agua potable. Las familias se abastecen de un naciente de agua que escasea en la época seca y en ocasiones deben comprarla a personas que llevan barriles en camiones con ese fin. Cada barril cuesta 2,5 dólares.

“Hay posibilidades de que nos echen el agua, ya hay un proyecto iniciado por la cooperación japonesa, ya abrieron un pozo, pero estamos en veremos”, dijo a IPS German de la Cruz Tesorero, poblador del caserío y presidente de su Asociación de Desarrollo Comunal (Adescos), un sistema organizativo de pequeños asentamientos en país centroamericano.

Para mantener vivas las fuentes de agua y también para proveer de alimentos, el proyecto de electrificación solar va acompañado además con un esfuerzo de reforestación en la zona. También se han construido pequeños reservorios para irrigar esos árboles y los huertos caseros.

Eso ha ocurrido no solo en Cacho de Oro sino también en otro caserío localizado tierras abajo, llamado Izcacuyo, del municipio de Jicalapa, también en el departamento de La Libertad.

Algunas familias han establecido huertos junto a sus viviendas, en el caserío Cacho de Oro, en el sur de El Salvador, en los que cosechan vegetales como «pipián», una especie de calabacín local muy apreciado, para ayudar así a la producción de alimentos en esta zona empobrecida del país. Foto: Edgardo Ayala / IPS

Las familias de Izcacuyo también tuvieron un proyecto de electrificación solar, inaugurado en diciembre de 2021, con la diferencia de que ahí no había llegado la energía de la red nacional y habían vivido a oscuras toda su vida.

Para cargar un teléfono celular, las personas tenían que desplazarse hasta el cantón La Perla, a 30 minutos en autobús.

El monto total del proyecto de electrificación y reforestación de la localidad fue de 38 000 dólares, 30 000 provistos por Fonaes, 4 000 por la municipalidad y los otros 4 000 fue el trabajo aportado por la comunidad, que se contabilizó como horas laborales.

Ahí se han sembrado en parcelas familiares unos 5 450 árboles frutales, como de aguacate, limón y mango, y de especies maderables también, como el madrecacao (Gliricidia sepium), que ofrece ventajas al hábitat y a los suelos al fijar el nitrógeno.

Dieron también fertilizantes para asegurar el buen desarrollo de los árboles.

La idea de la municipalidad es que en tres o cuatro años, las familias estén cosechando ya aguacates, mangos y limones, y parte de la producción la puedan comercializar en la franja costera del departamento de la Libertad, aprovechando el turismo y los hoteles y restaurantes de la zona.

“El beneficio lo verán en un par de años”, dijo William Beltrán, técnico de la alcaldía de Jicalapa, durante un encuentro con IPS en San Salvador.

ED: EG

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