WASHINGTON – El Banco Mundial rebajó a 2,3 % su previsión del crecimiento de la economía de América Latina y el Caribe este año, a raíz de la guerra en Ucrania y por incertidumbres sobre la inflación y la persistencia de la covid-19.
Un nuevo informe del ente multilateral expuso que “la invasión rusa de Ucrania a fines de febrero de 2022 supone un freno para la recuperación regional”, que se previó inicialmente en 2,7 % de su producto interno bruto, luego de una caída de -7,7 % en 2020 y un alza “de rebote” de 6,9 % en 2021.
Aunque la mayoría de los países lograron revertir las pérdidas de PIB que tuvieron durante la crisis de la pandemia, las modestas proyecciones colocan el crecimiento regional bajo el signo de la incertidumbre por la posible aparición de nuevas variantes del coronavirus, la presión inflacionaria y la guerra en Europa.
Del lado positivo, el proceso de vacunación se ha generalizado en la región, las empresas nuevamente están contratando y las escuelas reabren sus puertas, “pero las secuelas a largo plazo de la crisis persisten y necesitan atención”.
“Nos encontramos en un entorno mundial de gran incertidumbre, que podría impactar en la recuperación post pandemia. Los desafíos del cambio climático serán aún más apremiantes, lo que nos obliga a avanzar de forma urgente hacia una agenda de crecimiento más verde, más inclusiva y que eleve la productividad”: Carlos Felipe Jaramillo.
La tasa de pobreza a nivel regional se elevó a 27,5 % en 2021 y sigue sobre el nivel previo a la pandemia (25,6 %), mientras que las pérdidas de aprendizaje podrían resultar en una reducción de 10 % en los ingresos futuros de millones de jóvenes en edad escolar.
Según el banco, para evitar el regreso de las bajas tasas de crecimiento de la década de 2010, los países de la región deben llevar a cabo reformas estructurales largamente postergadas y aprovechar las oportunidades que ofrece una economía mundial cada vez más verde.
“Nos encontramos en un entorno mundial de gran incertidumbre, que podría impactar en la recuperación pospandemia”, insistió el vicepresidente para la región en el Banco Mundial, Carlos Felipe Jaramillo.
A largo plazo “los desafíos del cambio climático serán aún más apremiantes, lo que nos obliga a avanzar de forma urgente hacia una agenda de crecimiento más verde, más inclusiva y que eleve la productividad” agregó.
El recetario del banco incluye que los países inviertan más en infraestructura, educación e innovación, que obtengan los recursos necesarios para ello de mayores ingresos fiscales y un gasto más eficiente, y que presten más atención a los acontecimientos de la economía global, incluido el cambio climático.
En los últimos 20 años, dice el informe, los países de América Latina y el Caribe perdieron anualmente el equivalente a 1,7 % de su PIB a causa de los desastres relacionados con el clima, mientras que otros 5,8 millones de personas podrían caer en la extrema pobreza (86 millones ya en 2021) para el año 2030.
La agricultura probablemente se vea seriamente impactada, con una reducción en los rendimientos de los cultivos en casi todos los países, mientras que la estabilidad de la generación de energía se verá afectada por cambios en el ciclo hidrológico.
La región “disfruta de tremendas ventajas comparativas verdes, que le brindan la oportunidad de generar nuevas industrias y exportaciones”, observó William Maloney, economista je de del Banco Mundial para América Latina y el Caribe.
“La matriz de generación eléctrica es de las más verdes, 50 % de la electricidad proviene de renovables, tiene 58% de las reservas de litio, 48% de las de cobre y 50 % de la biodiversidad del globo, todo cada vez más valorado en un mundo donde el calentamiento global y la seguridad energética pasan al centro de la escena”, dijo Maloney.
Sin embargo, “adaptarse al cambio climático y aprovechar estas oportunidades para crecer de forma diversificada y sostenible requerirá de mejoras en la capacidad regional de identificar, adaptar e implementar las nuevas tecnologías”, subrayó.
Entre las medidas para aprovechar el “crecimiento verde”, el banco ubicó políticas para la fijación de precios que promuevan tecnologías bajas en carbono, incluidas reformas a los subsidios a los combustibles fósiles e impuestos al carbono.
Asimismo, mejorar los sistemas para identificar y adoptar tecnologías que mitiguen el impacto de la región sobre el clima y ayuden a la adaptación –la agricultura inteligente puede ayudar a los países a adaptarse a los cambios en los patrones de lluvia, por ejemplo- mientras se aprovechan las ventajas naturales para crecer.
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