El mundo puede detener ya la fuga de capitales, si quiere

Este es un artículo de opinión de Jomo Kwame Sundaram, profesor de economía y antiguo secretario general adjunto de la ONU para el Desarrollo Económico.

Imagen: Prensar

KUALA LUMPUR –  Hace tiempo que hay que frenar la fuga de capitales de los países del Sur en desarrollo. Las nuevas sanciones contra los oligarcas rusos demuestran que se puede hacer con la voluntad política necesaria. Una investigación reciente también muestra cómo detener la fuga de capitales de manera más eficaz.

Fuga de capitales

La fuga de capitales está muy extendida, y los países ricos en recursos son los más vulnerables. La «subfacturación» de las exportaciones y la malversación de los ingresos de exportación de las empresas mineras estatales han sido fundamentales para esta apropiación de la riqueza.

La fuga de capitales se ve favorecida no solo por las condiciones nacionales, sino también por los facilitadores transnacionales. En el ámbito internacional, la fuga de capitales cuenta con la ayuda de instituciones y profesionales que la facilitan, como banqueros, abogados, contables y consultores.

El capital debería fluir hacia las inversiones que producen más beneficios. Pero la teoría económica sugiere que obtener más depende de la apropiación de lo que los economistas llaman «rentas». Estas rentas pueden asegurarse por muchos medios, legales o no.

Los países en desarrollo, especialmente las economías ricas en recursos, suelen ser más susceptibles de abuso. La riqueza compra poder e influencia, lo que permite una mayor acumulación. Así, en el mundo real, la dotación de recursos naturales se convierte en una maldición, no en una bendición.

Desde la década de los 90, el sexto Artículo de Asociación del Fondo Monetario Internacional (FMI), que autoriza los controles de capital nacionales, ha sido «reinterpretado con flexibilidad» por la dirección y el personal. En lugar de proteger las economías nacionales, han facilitado los flujos de capital transfronterizos y su fuga.

Para colmo de males, sus defensores afirman, falsamente, que de este modo fluirá más capital hacia los países en desarrollo, en lugar de salir de ellos. Después de todo, la teoría económica convencional insiste en que el capital fluye de los países «ricos en capital» a los «pobres en capital».

La realidad de que el capital fluye «hacia arriba», es decir, hacia los países ricos, un hecho que pone de manifiesto que los libros de texto de economía convencionales engañan. Está claro que el mundo real es muy diferente del que esos economistas teorizan que debería existir.

Permitir las salidas ilícitas

No es de extrañar que los ricos, especialmente los corruptos, quieran mantener sus activos en el extranjero, fuera del alcance de las autoridades nacionales y de sus rivales. Como esa riqueza se ha adquirido a menudo de forma ilícita, los propietarios quieren protegerse de la investigación, el enjuiciamiento y la expropiación.

Jomo Kwame Sundaram
El autor, Jomo Kwame Sundaram

La fuga de capitales es posible gracias a las redes financieras transnacionales con una influencia considerable. En ellas participan bancos e instituciones financieras mundiales, auditores y empresas de contabilidad, abogados fiscales y empresas de consultoría de alquiler. Junto con los ejecutivos de las empresas y los funcionarios del gobierno.

Todo ellos facilitan la fuga de capitales y comparten el botín.

Con los Estados y los mercados a su disposición, las redes financieras transnacionales superan con éxito las limitaciones nacionales. También se abusa de las prerrogativas de la soberanía nacional para ocultar sus transacciones y operaciones de la vigilancia.

La fuga de capitales se ve facilitada, e incluso incentivada, por los entornos nacionales que permiten a los ricos esconder subrepticiamente sus activos financieros en el extranjero. En lugar de ayudar a los países en desarrollo a proteger sus escasos activos, las instituciones financieras internacionales han facilitado, cuando no agravado, la hemorragia.

Las élites influyen en la ley y en su aplicación, normalmente mediante el empleo de profesionales y legisladores amigos. Al fin y al cabo, las leyes y los gobiernos no son ni imparciales ni eficientes, sino que son constantemente remodelados por influencias, a menudo relacionadas con la riqueza. Por lo tanto, algunas actividades y riquezas ilícitas pueden ser ilegales mientras que otras pueden no serlo.

Las jurisdicciones legales nacionales se han modificado para facilitar los flujos transfronterizos. Las reglas, normas y prácticas se han modificado para ocultar las transferencias de riqueza de las autoridades, normas y reglamentos nacionales e internacionales. De ahí que las dotaciones de recursos naturales permitan especialmente la fuga de capitales.

Estas salidas pueden ser incluso triplemente ilícitas,  en cuanto al modo de adquisición, la ocultación a las autoridades fiscales y la transferencia transfronteriza.

Pero no todo el capital en fuga transferido ilícitamente es adquirido ilícitamente. Por el contrario, la riqueza obtenida ilícitamente si es “blanqueada” antes de ser transferida legalmente al extranjero, no se considera fuga de capitales.

Una parte de la fuga de capitales consiste en una riqueza adquirida legalmente y transferida de forma ilícita al extranjero. Esto puede declararse como pagos relacionados con el comercio en la cuenta corriente, que no signifiquen transferencias en la cuenta de capital. De este modo, pueden eludir, o incluso contravenir, los controles de capital y la normativa sobre divisas.

Se esfuerzan por eludir la detección, el enjuiciamiento, los litigios, las multas, los cargos y los impuestos de las distintas autoridades fiscales. Las salidas ilícitas de divisas transferidas en secreto al extranjero y no registradas en las cuentas nacionales oficiales pueden no considerarse ilegales.

Por lo tanto, el volumen y la importancia de las estimaciones de la fuga de capitales tienden a ser subestimados. La fuga de capitales es más fácil desde la mayoría de las economías en desarrollo, forzadas a abrirse más en las últimas cuatro décadas con la liberalización económica, a menudo exigida por los programas de ajuste estructural.

La obra que describe la billonaria y desestabilizadora fuga de capitales en África subsahariana. Imagen: Universidad de Oxford

¿Por qué frenar la fuga de capitales?

La corrupción transnacional -a través de las fronteras nacionales- socava la gobernanza y la movilización de recursos nacionales necesarios para mejorar las inversiones productivas. Pero muchos defensores de la apertura de las cuentas de capital justifican la fuga de capitales culpando a gobiernos supuestamente depredadores o incompetentes.

Las características del sistema financiero internacional que permiten la fuga de capitales a menudo también facilitan la elusión y la evasión de impuestos por parte de los ricos. Por lo tanto, la fuga de capitales socava doblemente la movilización de los recursos nacionales al filtrar tanto los recursos invertibles como los gubernamentales.

Los flujos de capital transfronterizos eluden o minimizan el pago de impuestos, al tiempo que ocultan las identidades y la riqueza de los beneficiarios en paraísos fiscales secretos. Las finanzas del gobierno también se ven afectadas directamente cuando se malversan fondos prestados externamente, o empresas estatales y recursos naturales.

Y lo que es peor, a menudo se ha abusado de la deuda externa pública o gubernamental para financiar directamente la fuga de capitales. Mientras tanto, el capital ilícito proveniente de la fuga al llegar al extranjero no se grava. Esto, en consecuencia, traslada la carga fiscal a la clase media y a las empresas nacionales que no pueden esconder sus activos en el extranjero, o evitar de otro modo a las autoridades fiscales.

Muchos países en desarrollo siguen sufriendo importantes salidas de recursos, en gran parte debido a la fuga ilícita de capitales.

El libro On the trail of capital flight from Africa: The Takers and the Enablers (Tras la pista de la fuga de capitales de África: los tomadores y los facilitadores), editado por Leonce Ndikumana y James Boyce, estudia esta plaga en África subsahariana de ese éxodo ilegal de capitales. El mundo tiene mucho que aprender de este análisis forense.

Los dos prestigiosos académicos estiman en la obra, publicada en febrero por la británica Universidad de Oxford, que la hemorragia de los países africanos desde 1970 en dos billones (millones de millones).

Sí, ¡dos billones de dólares! De esta cifra, casi 30 % se ha fugado en el siglo XXI. Si se añaden los intereses, los activos acumulados en el extranjero ascendían a 2,4 billones de dólares en 2018, es decir, más del triple de la deuda externa de África.

Se reconoce que el enfoque occidental de las sanciones contra individuos es costoso, lento e ineficaz. En su lugar, los editores recomiendan un esfuerzo preventivo y generalizado para socavar las redes transnacionales que permiten los flujos financieros ilícitos. Esto debería comenzar con el cierre de las lagunas del sistema financiero.

T: MF / ED: EG

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