LONDRES – Los negociadores y observadores salieron de la última reunión del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) con un impulso renovado, pero con muchas cuestiones sin resolver, entre ellas cómo encontrar los 700 000 millones de dólares anuales que faltan para proteger y restaurar la naturaleza.
En la sesión celebrada en Ginebra entre el 14 y el 29 de marzo, se realizaron las primeras negociaciones puramente presenciales desde antes de que comenzara la pandemia de covid-19.
A pocos meses de la 15 Conferencia de las Partes (COP15) -la principal reunión del CDB, que se celebrará en la ciudad china de Kunming-, también se anunciaba como la última oportunidad para introducir cambios significativos en el proyecto de texto que salió de la última reunión del CDB en octubre, que había sido ampliamente criticado.
En las conversaciones de Ginebra se introdujeron muchas adiciones al texto, pero la mayoría están entre corchetes, lo que significa que aún no se han acordado. Se ha programado una reunión adicional en junio en Nairobi para intentar llegar a un consenso.
¿Cómo cerrar la brecha financiera para la biodiversidad?
La financiación sigue siendo un problema. La inversión necesaria para la biodiversidad se estima en 844 000 millones de dólares anuales, lo que supone 711 000 millones más de lo que se gasta actualmente.
En cuanto a la financiación específica de los países desarrollados a los países en vías de desarrollo, una coalición de grupos ecologistas, entre los que se encuentran Campaña por la Naturaleza, Nature Conservancy, Fondo Mundial por la Naturaleza (WWF) y el Instituto de Recursos Mundiales (WRI), había pedido antes de la reunión que los países ricos apoyaran un objetivo de al menos 60 000 millones de dólares anuales.
Las ONG también pidieron un enfoque más holístico de la financiación, incluyendo la reorientación de los subsidios perjudiciales, en sectores como la agricultura y la minería, y el gasto de los recursos existentes de manera más eficiente.
Un grupo de países, entre los que se encontraban Argentina y Brasil, liderados por Gabón, pidieron que los países desarrollados aportaran al menos 100 000 millones de dólares al año, que se elevarían a 700.000 millones para 2030.
La suma ayudaría a atajar el impacto de los hábitos de consumo de los países ricos sobre la biodiversidad, argumentaron. Alrededor de 30 % de las amenazas mundiales a la biodiversidad son generadas por el comercio internacional, especialmente de productos básicos producidos en los países en desarrollo para su uso en las naciones más ricas, según una investigación de la Universidad de Sydney.
Aunque los negociadores añadieron un texto al proyecto de acuerdo sobre la alineación de los flujos financieros para que sean positivos para la naturaleza, «todavía están muy alejados» sobre cómo cerrar la brecha de financiación, según Andrew Deutz, director de política global, instituciones y financiación de la conservación en Nature Conservancy.
«Hay un abanico bastante amplio de expectativas y posiciones. Como antiguo negociador, creo que eso está bien. Todavía estamos en el proceso de averiguar dónde está todo el mundo, y una vez hecho esto, se puede negociar para llegar a un consenso», dice.
Brasil, en particular, está «adoptando una línea dura» en las discusiones sobre finanzas para tratar de maximizar la ayuda exterior que recibe, y cuenta con el apoyo de otros países de África y América Latina, señaló. «A algunos les conviene tratar a todos los países «en desarrollo» por igual, pero los países donantes se niegan. Las necesidades de recursos de Angola frente a las de Brasil son muy diferentes, dijo.
Como país de renta media, Brasil debe reconocer que tendrá que pagar la mayor parte de sus esfuerzos de conservación con recursos nacionales, cree. Colombia es un buen ejemplo de cómo se puede hacer esto, pagando mediante la combinación de la ayuda extranjera del Fondo Verde para el Clima con la financiación filantrópica y una parte de sus ingresos del mercado del carbono. «Esto es lo que debería hacer un país progresista de renta media», afirma Deutz.
En la actualidad hay una falta de liderazgo que empuje hacia una mayor ambición, afirma. Los anfitriones de la COP15, China, trabajaron principalmente entre bastidores, señala. «No han hecho el tipo de divulgación global a la sociedad civil y al sector privado que hizo el Reino Unido en el período previo a las conversaciones sobre el clima de la COP26», afirma.
«La preocupación que escuchamos en los pasillos, sobre todo en torno a la financiación, es que va a ser más difícil cumplir con algunos de los compromisos de financiación: los presupuestos de ayuda se están reorientando debido a la crisis de los refugiados ucranianos, y a un probable aumento del gasto en defensa entre los países europeos», afirma.
La guerra también distrajo a los líderes mundiales, dificultando que los negociadores prestaran atención a la biodiversidad, afirma. Deutz espera que la reunión del G7 de junio pueda aportar algo de liderazgo en materia de financiación de la biodiversidad, pero reconoce que ahora será mucho más difícil incluir el tema en la agenda.
Sin embargo, Brian O’Donnell, director de la ONG Campaña por la Naturaleza, señala que siempre ha faltado liderazgo. «La naturaleza no puede quedar siempre relegada a un segundo plano de prioridades, cuando es fundamental para todos los asuntos del planeta y es la base de todos nuestros medios de vida y economías. Así que tiene que ser el tema número uno, convenga o no», indica.
Avances en la protección de 30 % de la tierra y el mar
En términos más positivos, el Objetivo 3, que consiste en proteger al menos 30 % de la tierra y los océanos del planeta, sigue contando con un importante apoyo. Ya son 91 los miembros de la Coalición de Gran Ambición para la Naturaleza y las Personas, un grupo intergubernamental formado para defender la propuesta.
Durante las reuniones de Ginebra, varios países expresaron por primera vez su apoyo al objetivo -algunos de los cuales lo habían cuestionado anteriormente-, siempre y cuando quede claro que los países pueden determinar su contribución al objetivo global según las circunstancias nacionales.
También en la Meta 3, se incluyó un nuevo lenguaje para indicar mejor la importancia del papel de los pueblos indígenas y las comunidades locales (IPLC) en la consecución de la meta, y para proteger más explícitamente sus derechos.
Los pueblos indígenas y locales han expresado su desconfianza en el Objetivo 3, debido al historial de abusos de los derechos humanos en nombre de la conservación. Un informe de Indigenous People’s Rights International expone muchos ejemplos recientes, como el acoso y la tortura de personas que recogían verduras en el Parque Nacional Chitwan de Nepal en 2021.
Jennifer Tauli Corpuz, miembro y negociadora del Foro Internacional Indígena sobre Biodiversidad, afirma que se habría negado a apoyar el Objetivo 3 si no hubiera una declaración clara sobre el respeto a los derechos de los pueblos indígenas.
«Sin salvaguardias, el riesgo es que se siga como hasta ahora, con más desalojos, asesinatos y criminalización de los pueblos indígenas», afirma. Sin embargo, se ha añadido una advertencia a la nueva redacción: que los derechos de los pueblos indígenas deben ser «conformes a la legislación nacional».
«Hay muchos países que no tienen una legislación que reconozca los derechos de los pueblos indígenas, así que creemos que esto es una gran laguna para ellos», según Corpuz.
Las empresas y sus perspectivas en la COP15
Un hecho positivo en Ginebra fue la participación del sector privado. Unas 35 empresas asistieron a las reuniones, entre ellas el gigante de los bienes de consumo Unilever y el minorista de ropa H&M, según Eva Zabey, directora ejecutiva de la coalición Business for Nature (BfN).
«Algunos hicieron declaraciones en las sesiones oficiales, y eso resonó bien porque es una voz más nueva y más fuerte de empresas progresistas que participan en el proceso», dice. La BfN pide que las empresas evalúen y divulguen obligatoriamente el impacto y la dependencia de la naturaleza. Gran parte del texto al respecto sigue entre corchetes, pero varios países apoyan la idea, informa Zabey.
«Dos años de negociaciones virtuales han hecho imposible que los países solidifiquen sus propias posiciones, y mucho menos que comiencen las verdaderas negociaciones a cara descubierta», dice Deutz, y añade que la sesión de Ginebra «nos hizo superar el bache» hasta el punto de que los negociadores estaban discutiendo realmente el texto sobre la mesa.
«Pero no hay mucho tiempo hasta la COP15», asegura.
Hay opiniones encontradas sobre las posibilidades de éxito de la COP15 en Kunming. Muchos temen que la sesión de Nairobi y las reuniones virtuales adicionales sobre finanzas no sean suficientes para lograr un acuerdo.
O’Donnell afirma: «Podríamos haber pasado otra semana en Ginebra, y no estoy seguro de que se hubieran resuelto totalmente los problemas. El tiempo no es el único problema, sino la falta de sentido de la urgencia. Los países tienen que adoptar un enfoque que consista menos en que cada uno trate de defender sus prioridades individuales, y más en pensar en los sistemas del planeta en su conjunto, y en cómo podemos desarrollar un marco de biodiversidad que aborde esta crisis».
Este artículo se publicó originalmente en la plataforma informativa Diálogo Chino.
RV: EG