SÍDNEY / KUALA LUMPUR – El señalamiento de culpables en el juego de la incursión de Rusia en Ucrania oculta el daño que está causando en muchos frentes. Mientras tanto, miles de millones de personas luchan por hacer frente al empeoramiento de su nivel de vida, exacerbado por la pandemia y otras cosas.
Perder la vista en la niebla de la guerra
El secretario de Estado estadounidense, Anthony Blinken, insiste en que «el pueblo ruso sufrirá las consecuencias de las decisiones de sus dirigentes». Los líderes y los medios de comunicación occidentales parecen creer que sus «aplastantes sanciones» sin precedentes tendrán un «efecto escalofriante» en Rusia.
Con las sanciones destinadas a estrangular la economía rusa, Estados Unidos y sus aliados esperan de alguna manera aumentar la presión interna sobre el presidente ruso, Vladimir Putin, para que se retire de Ucrania. Occidente quiere asfixiar a Rusia cortando sus fuentes de ingresos, por ejemplo, de las ventas de petróleo y gas a Europa.
El rublo, su moneda, ya ha sido golpeado al impedir que el banco central de Rusia acceda a sus 643 000 millones de dólares de reservas de divisas y al prohibir a los bancos rusos utilizar el sistema de transferencia de pagos global gestionado por Estados Unidos, el Swift.
El retiro de grandes empresas transnacionales occidentales -como Shell, McDonald’s y Apple- perjudicará sin duda a muchos rusos, no sólo a los oligarcas, su objetivo ostensible.
Así, la afirmación de Blinken de que «los costes económicos que nos hemos visto obligados a imponer a Rusia no van dirigidos a ustedes (los rusos de a pie)» puede sonarles a hueco. No les servirá de consuelo saber que «están dirigidos a obligar a su gobierno a detener sus acciones, a detener su agresión».
Como señala The New York Times, «las sanciones tienen un pobre historial a la hora de persuadir a los gobiernos para que cambien su comportamiento». Las sanciones de Estados Unidos contra Cuba durante seis décadas han perjudicado sin duda a su economía y a su pueblo.
Pero -al igual que en Irán, Corea del Norte, Siria y Venezuela- no han logrado sus supuestos objetivos. Claramente, «si el objetivo de las sanciones es obligar a (presidente ruso Vladimir) Putin a detener su guerra, entonces el punto final parece lejano», indica.
Rusia, gran exportador de materias primas
Sin duda, Rusia ya no tiene las ventajas industriales y tecnológicas de antaño. Tras las reformas de la era de Boris Yeltsin a principios de los años 90, su economía se redujo a la mitad, lo que hizo que la esperanza de vida de los rusos disminuyera más que en ningún otro lugar en los últimos seis milenios.
Rusia se ha convertido en un importante productor de productos primarios, al igual que muchos países en desarrollo y las antiguas colonias de América del Norte y Australasia. Ahora es un gran exportador de petróleo y gas natural.
También es el mayor exportador de paladio y trigo, y uno de los mayores proveedores mundiales de fertilizantes con potasa y nitrógeno. El 4 de marzo, Moscú suspendió las exportaciones de fertilizantes, alegando «sabotaje» por parte de «empresas logísticas extranjeras».
Los agricultores y los consumidores se verán perjudicados, ya que el rendimiento se reducirá hasta la mitad. Las repentinas y masivas interrupciones del suministro tendrán, por tanto, graves ramificaciones en la economía mundial, ahora más interdependiente que nunca, debido a la anterior globalización.
El bumerán de la inflación de las sanciones
La directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, ha advertido de las consecuencias económicas de la crisis de Ucrania. Advierte que las amplias sanciones impuestas a Rusia empeorarán la inflación y ralentizarán aún más el crecimiento.
Ningún país es inmune, incluidos los que imponen sanciones. Pero los más perjudicados son los países pobres, especialmente en África, que ya están luchando contra el aumento de los precios de los combustibles y los alimentos.
Para Georgieva, el aumento de la inflación -debido a las sanciones rusas- es la mayor amenaza para la economía mundial. «El aumento de los precios de la energía y de otros productos básicos -maíz, metales, insumos para fertilizantes, semiconductores- que se suman a la ya elevada inflación» son motivo de gran preocupación para el mundo, insistió.
Rusia y Ucrania exportan más de una cuarta parte del trigo mundial, mientras que Ucrania es también un importante exportador de maíz. Las perturbaciones de la cadena de suministro y las interrupciones podrían añadir entre 0,2 % y 0,4 % a la «inflación general», que incluye los precios de los alimentos y los combustibles en las economías desarrolladas durante los próximos meses.
Los precios de la gasolina en Estados Unidos se dispararon hasta un máximo de 17 años en la primera semana de marzo. Los costes de otros productos de primera necesidad, especialmente los alimentos, también están aumentando. La secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, ha reconocido que las sanciones están agravando la inflación en su país.
La Unión Europea (UE) obtiene 40 % de su gas natural de Rusia. Encontrar suministros alternativos no será ni fácil ni barato. La UE es el mayor socio comercial de Rusia, con 37 % del comercio mundial en 2020. Por ello, las sanciones pueden perjudicar más a Europa que a Rusia, como si se cortara la nariz para fastidiar la cara.
El Banco Central Europeo prevé ahora una estanflación, es decir, un estancamiento económico con inflación y, presumiblemente, un aumento del desempleo. Ya ha recortado su previsión de crecimiento para 2022 de 4,2 % a 3,7 %. Se espera que la inflación alcance un récord de 5,1 %, muy por encima de su anterior previsión de 3,2 %.
Los países en desarrollo son las peores víctimas
Los precios mundiales de los alimentos ya están en máximos históricos, con el Índice de Precios de los Alimentos (IPA) de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) subiendo más de 40 % en el último bienio.
El IPA alcanzó un máximo histórico en febrero, en gran parte debido al mal tiempo y al aumento de los costes de la energía y los fertilizantes. En febrero de 2022, el Índice de Precios de Productos Agrícolas era 35 % más alto, mientras que los precios del maíz y el trigo eran 26 % y 23 % más altos que en enero de 2021.
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Además de la escasez y el aumento de los costes de producción -debido al aumento de los precios de los combustibles y los fertilizantes-, la especulación también puede hacer subir los precios de los alimentos, como en 2007-2008.
Los signos de esta especulación ya son visibles. Los precios de los futuros del trigo de la Bolsa de Chicago subieron 40 % a principios de marzo, el mayor aumento semanal desde 1959.
El aumento de los precios de los alimentos afecta más a los habitantes de los países de renta baja y media, ya que gastan una parte mucho mayor de sus ingresos en alimentos que los de los países de renta alta.
La principal medida de inseguridad alimentaria se ha duplicado en los últimos dos años, con 45 millones de personas al borde de la inanición, incluso antes de la crisis de Ucrania.
Los países de África y Asia dependen mucho más del grano ruso y ucraniano. El Banco Mundial ha advertido: «Habrá importantes ramificaciones para Medio Oriente, para África, el norte de África y el África subsahariana, en particular», donde muchos ya sufrían inseguridad alimentaria antes de la incursión.
La crisis de Ucrania será devastadora para los países que luchan por hacer frente a la pandemia. Incapaces de acceder a suficientes vacunas o de organizar respuestas adecuadas, ya van a la zaga de los países ricos.
Las últimas subidas de los precios de los alimentos y el combustible también agravarán los problemas de la balanza de pagos y las presiones inflacionistas internas.
¡No a la guerra!
El proverbio africano «Cuando dos elefantes se pelean, toda la hierba es pisoteada», resume bien la situación mundial. Estados Unidos y sus aliados parecen decididos a «estrangular a Rusia» a toda costa, sin importar los enormes daños colaterales para los demás.
Esta crisis internacional llega después de que el multilateralismo haya sido socavado durante décadas. Las esperanzas de reducir las hostilidades internacionales, tras la elección del presidente Joe Biden, se han evaporado a medida que el doble rasero de la política exterior estadounidense se hace más evidente.
Rusia cuenta con poco apoyo para su agresiva violación del derecho y las normas internacionales. A pesar de décadas de provocaciones deliberadas por parte de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), incluso después del fin de la Unión Soviética, Putin ha perdido la simpatía internacional con su agresión en Ucrania.
Pero no hay un apoyo generalizado a la OTAN ni a Occidente. Tras los fiascos del apartheid de las vacunas y de la financiación del clima, las naciones más pobres y «oscuras» se han vuelto más cínicas respecto a la hipocresía de Occidente a medida que su racismo se vuelve más descarado.
T: MF / ED: EG