BRATISLAVA – Los refugiados gitanos que huyen de una Ucrania devastada por la guerra se enfrentan a la discriminación a ambos lados de las fronteras del país, al final de sus viajes, a menudo angustiosos, según denuncian grupos de derechos humanos.
La invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero ha desencadenado lo que la ONU ha descrito como la crisis de refugiados de más rápido crecimiento en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, y hasta este miércoles 9 de marzo se calcula que más de dos millones de personas han abandonado el país.
Entre ellas se encuentran gitanos que, al igual que otros refugiados, abandonaron sus hogares y comunidades al estallar los combates por una parte importante del territorio ucraniano.
Pero al llegar a las fronteras de los estados vecinos, se han encontrado con lo que algunos grupos que les ayudan han descrito como una discriminación «brutal».
“Grupos que trabajan sobre el terreno en las fronteras de Eslovaquia, Rumanía y Hungría nos han confirmado la discriminación, y también los informes de los medios de comunicación lo han respaldado. Los gitanos son discriminados tanto por los guardias fronterizos como por la población local una vez que salen de Ucrania”, dijo a IPS Zeljko Jovanovic, director de la Oficina de Iniciativas Romaníes de la Fundación Sociedad Abierta (OSF).
“Es muy triste y decepcionante, pero no sorprendente», remarcó el activista en defensa de los derechos del pueblo romaní, cuyos miembros también son conocidos como cíngaros, gitanos o rom.
Los gitanos que viven en Europa se encuentran entre los grupos más discriminados y desfavorecidos del continente. En muchos países, entre ellos Ucrania, donde se calcula que había hasta ahora 400 000 romaníes, un número considerable de ellos vive en asentamientos segregados donde las condiciones de vida son malas y la pobreza extrema está muy extendida.
La salud en muchos de estos lugares también es pésima, y las investigaciones muestran una carga muy alta de enfermedades infecciosas y no transmisibles y una esperanza de vida significativamente menor que la de la población general de los diferentes países.
Según el OSF y el Centro Europeo de Derechos de los Gitanos (ERRC), se han denunciado incidentes de discriminación de los romaníes en las fronteras de todos los países que acogen a los refugiados.
Entre otras cosas, se les hace esperar mucho más tiempo en las filas para ser registrados y tramitarse sus casos, a veces de decenas de kilómetros, con un tiempo gélido, que los demás ucranianos.
“Siempre son los últimos en salir del país», afirmó Jovanovic.
Los medios de comunicación citan a refugiados que describen la discriminación contra los romaníes y, en algunos casos, las agresiones físicas de que son víctimas en los pasos fronterizos y en los procesos para el refugio.
Una mujer romaní que había llegado a Moldavia dijo que ella y su familia habían pasado cuatro días esperando en la frontera sin comida ni agua, y que después de encontrar un refugio fueron expulsados por los guardias ucranianos.
Los grupos que trabajan con los refugiados dijeron que los romaníes que cruzaron a sus países les contaron historias similares.
Viktor Teru, del Fondo para la Educación de los Gitanos en Eslovaquia, afirmó a IPS: «Los refugiados gitanos nos cuentan que en el lado ucraniano hay una discriminación brutal”.
Pero una vez que consiguen cruzar la frontera, sus problemas no terminan en el país de acogida.
Bela Racz, de la organización 1Hungary, que ayuda a los refugiados romaníes en Hungría, dijo que había sido testigo de la discriminación durante los tres días que su organización pasó en la ciudad fronteriza de Zahony, en el este del país, a principios de marzo.
Los gitanos llegaron en autocares separados -los guardias fronterizos ucranianos lo organizaron así- y cuando llegaron, las madres gitanas fueron controladas por la policía húngara muchas veces, pero las madres no gitanas no.
“Los alcaldes locales y los húngaros no proporcionan ayuda directa, como alojamiento e información, (a los romaníes) en sus ciudades; eso solo se consigue si lo pedimos y lo organizamos. Los gitanos no reciben la ayuda, la información o el apoyo adecuados», dijo a IPS.
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Los medios de comunicación han informado de una discriminación similar en los pasos fronterizos de otros países, incluyendo incidentes en los que los voluntarios se negaron a transportar a los romaníes y se rechazó darles alojamiento.
Jaroslav Miko, fundador de la oenegé Cesi Pomahaji (Ayuda a los Checos), que ha transportado a más de 100 refugiados romaníes desde la frontera entre Ucrania y Eslovaquia hasta la República Checa, aseguró a IPS que había visto «discriminación de los romaníes entre los voluntarios que recogían a la gente en la frontera».
Explicó, como ejemplo, que los voluntarios recogían a algunos refugiados en vehículos y los trasladaban a otros lugares, pero que a las familias romaníes se rechazaba brindarles ayuda.
En otro incidente, el jefe de una estación de bomberos en Humenne, en el este de Eslovaquia, donde muchos refugiados romaníes han sido enviados a un campo de retención, dijo a un periodista que los refugiados habían «abusado de la situación».
«No son personas directamente amenazadas por la guerra. Son personas que vienen de cerca de la frontera, han abusado de la oportunidad de cocinarles comida caliente aquí y de recibir ayuda humanitaria», dijo el bombero según lo reportado, antes de añadir que en su opinión no se debería permitir a los gitanos ucranianos cruzar la frontera.
El ministro del Interior eslovaco, Roman Mikulec, y los responsables del cuerpo de bomberos nacional se han negado a comentar las denuncias.
Pero a pesar de estos incidentes de discriminación, los refugiados romaníes están sorteando en parte la situación porque reciben ayuda local de otros romaníes.
“Gracias a la presencia de grupos como el nuestro y de representantes del Estado, la situación de la discriminación está mejorando», afirmó Racz.
Jovanovic acotó que “hay una buena red de grupos de activistas romaníes que coordinan el trabajo para ayudar a los refugiados, y también hay alcaldes romaníes en muchas ciudades cercanas a las fronteras de Rumanía y Eslovaquia que están dispuestos a acoger a los refugiados romaníes y a organizar su alojamiento».
Sin embargo, todos los que hablaron con IPS dijeron que la discriminación contra los refugiados romaníes era un recordatorio del “prejuicio sistémico al que se enfrenta esta minoría”.
Mientras tanto, Jovanovic reflexionó que al menos esperaba que los problemas a los que se enfrentan los refugiados ucranianos romaníes ahora no se olviden, como sí ocurrió en otros episodios del pasado en que la discriminación contra los gitanos estuvieron presentes.
T: MF / ED: EG