CANBERRA – Tuvalu, una pequeña nación insular situada en un atolón del océano Pacífico central, es uno de los pocos países del mundo que hasta ahora ha evitado la pandemia. Pero, más allá de ese hito de no sufrir un solo caso de covid-19, su población de apenas unos 11 931 habitantes sigue luchando contra la incertidumbre alimentaria y la mala nutrición.
Estos problemas, que estaban presentes mucho antes de que surgiera la pandemia, se han visto agravados en Tuvalu por las restricciones de cierre actividades en el mundo, que han acarreado dificultades económicas durante el último año y medio.
En este país insular de baja altitud, la gente se ha esforzado por cultivar alimentos “en medio de falta de acceso a la tierra, de abono para cultivar alimentos y, más aún, con las mareas altas y los ciclones que inundan la tierra con agua salada”, dijo a IPS desde la capital tuvaluana, Funafuti, Teuleala Manuella-Morris, directora en el país de la organización medioambiental y de desarrollo Live & Learn.
Durante años, los habitantes isleños han visto cómo se destruían sus cultivos por el clima tropical extremo y las catástrofes, como los ciclones y las grandes mareas.
Son factores que han contribuido a su creciente consumo de alimentos importados en el país de Oceanía que forma parte de la Polinesia.
Pero ahora, el futuro parece más seguro con la introducción de un innovador sistema de cultivo en Funafala, un islote situado cerca de la isla principal de Funafuti.
El nuevo método de cultivo se basa en una estructura modular de cajas especialmente diseñadas, conocidas como “cubos de alimentos”, que dan a los agricultores locales un mayor control sobre sus cosechas.
“Tuvalu, como nación de atolones, tiene una serie de problemas de producción agrícola y también depende de los alimentos importados. La pandemia también ha afectado a las cadenas de suministro de alimentos. Así que, teniendo en cuenta estos retos, se produjo un cambio en la política para intentar reforzar los programas de seguridad alimentaria”, dijo a IPS el especialista Gibson Susumu.
De hecho, ya antes de la pandemia “ya estábamos probando el sistema de cubos de alimentos en Tuvalu. Encaja perfectamente con el cambio de enfoque de la política de seguridad alimentaria del país”, explicó el jefe de Agricultura Sostenible de la División de Recursos de la Tierra de la Comunidad del Pacífico, la organización de desarrollo regional que está guiando la implementación del proyecto, con su sede en Noumea, la capital de Nueva Caledonia.
Los problemas de la disminución de la producción agrícola y la persistente malnutrición han existido en las islas del Pacífico durante décadas. Antes de la pandemia, 49,6 por ciento de la población de Oceanía, estimada en 11,9 millones de personas, sufría inseguridad alimentaria de moderada a grave, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
En el caso de Tuvalu, el retraso en el crecimiento afecta a 10 % de los niños menores de cinco años, lo que está muy por debajo de la media regional, pero el país soporta una pesada carga de enfermedades no transmisibles.
Entre otros problemas, esto se traduce en que 80 % de los hombres y 83,8 % de las mujeres tenían sobrepeso en Tuvalu en 2016, según el Informe Mundial sobre Nutrición, mientras que la diabetes afecta a 23,1 % de los adultos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En Funafala, un vasto conjunto de cajas entrelazadas, elevadas sobre el suelo, crea un campo que semeja un mosaico de abundante verdor. El campo contiene entre 80 y 100 cubos repartidos en una superficie de 1,2 acres (algo menos de media hectárea) en los que se cultivan frutas y verduras para más de 16 familias locales.
Cada cubo, de un metro cuadrado y 30 centímetros de profundidad, está fabricado con 80 % de plástico alimentario reciclado y diseñado con características que exponen a las plantas cultivadas en su interior al oxígeno y al riego controlado.
“El huerto de Funafala ha mostrado el cultivo de alimentos locales, como la pulaka (Cyrtosperma merkusii, o taro de pantano), el taro (Colocasia esculenta, un tubérculo), los higos locales, la yuca (mandioca), los plátanos enanos y los árboles de pawpaw enanos (Asimina triloba Dun, chirimoyo de Florida)”, destacó Manuella-Morris.
La experta destacó que el huerto “no solo proporcionan más alimentos a la comunidad, sino que también ha demostrado que los cubos son otra forma de cultivar alimentos en zonas que se inundan con agua de mar, al mismo tiempo que mantienen la fertilidad del suelo para más plantaciones y ahorra agua”.
El cubo de alimentos fue diseñado y producido por Biofilta, una empresa australiana que desarrolla sistemas modulares de agricultura urbana desde hace seis años.
En 2017, la empresa ganó un concurso mundial llamado LAUNCH Food, organizado por el Departamento de Asuntos Exteriores y Comercio de Australia para premiar nuevas soluciones al problema mundial de la mala nutrición.
“Para ponerlo en un contexto de seguridad alimentaria, creo que esos cubos de comida podrán producir hasta 150 kilos de verduras y hortalizas durante un año, y eso es suficiente para satisfacer las necesidades de verduras de los hogares de los miembros”, dijo Susumu.
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Biofilta afirma que al estar elevado el sistema, “no hay riesgo de inundación de agua salada, y nuestra tecnología de mechas es extremadamente eficiente en cuanto al uso de agua, ya que solo utiliza una fracción del agua necesaria en la agricultura convencional”.
Estas son características importantes, ya que Tuvalu no posee recursos hídricos renovables y su punto de mayor elevación sobre el nivel del mar es de solo cinco metros.
Además este sistema hortícola utiliza compost, adaptado específicamente a las necesidades del suelo del país por el Centro Australiano de Investigación Agrícola Internacional (Aciar, en inglés), que también usa ingredientes de la instalación de tratamiento de residuos verdes de la isla.
Otro socio clave, Live & Learn, ha ampliado las pruebas del sistema de cultivo en otras islas de Tuvalu.
El objetivo a largo plazo es mejorar la salud y alargar la vida productiva de la población isleña.
“Debido a los problemas agrícolas, la diversidad de la dieta es muy baja… Por eso, con la diversificación de los sistemas de producción, los hogares tienen más acceso a dietas sanas, y si los excedentes pueden comercializarse, también se apoyan los ingresos de los hogares”, explicó Susumu.
La Comunidad del Pacífico también tiene previsto consultar con el gobierno, las comunidades locales y los agricultores para determinar los precios adecuados para la venta comercial de los excedentes de productos frescos de las nuevas granjas productivas, de modo que los alimentos saludables sigan siendo asequibles para todos.
En términos más generales, la iniciativa responde a los llamamientos de organizaciones como la FAO para que se replanteen los sistemas alimentarios de todo el mundo, de modo que una producción más inteligente conduzca a un mayor suministro de alimentos de calidad, a una menor presión sobre los recursos naturales finitos, como la tierra y el agua, y a un menor impacto de las prácticas agrícolas en el calentamiento global.
El éxito de los cubos alimentarios en Tuvalu ha despertado el entusiasmo de otros países insulares del Pacífico, como las Islas Cook y Fiyi, donde también se están probando.
T: MF / ED: EG