KUALA LUMPUR – Antes de que los ministros de finanzas y los gobernadores de los bancos centrales inicien el día 11 sus reuniones anuales del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial en la capital estadounidense, se han producido ya los primeros disparos de un nuevo golpe de estado contra el multilateralismo. El objetivo del «putsch»: Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI desde 2019.
Los pecados de Georgieva
Ella ha intentado mejorar la coherencia multilateral alineando el Fondo con las Naciones Unidas, tal y como preveía el entonces presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt. Al igual que su predecesora, Christine Lagarde, la que antes fue economista medioambiental del Banco Mundial está comprometida con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la lucha contra el calentamiento global.
A pesar de la oposición de la administración de Donald Trump (2017-enero 2021), apoyó la emisión de derechos especiales de giro (DEG) del FMI para ayudar a los miembros a hacer frente a la pandemia. De este modo, mejoró los escasos recursos de divisas de los países y trató de acelerar la vacunación masiva para permitir la recuperación.
Tras el cambio en la Casa Blanca en enero, la nueva secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, acordó la emisión de 650 000 millones de dólares en DEG.
Originaria de Bulgaria, Georgieva es apreciada por muchos gobiernos “especialmente los que tienen poco o ningún peso en el Fondo”, por acelerar los esfuerzos para hacer frente a la pandemia.
El juego de los negocios
El informe anual del Grupo del Banco Mundial, Doing Business Report (DBR), lleva mucho tiempo clasificando a los países en función de su «facilidad de inversión», especialmente para los inversores extranjeros.
No es de extrañar que el índice Doing Business (DB, hacer negocios) valore los bajos tipos del impuesto de sociedades y la escasa protección laboral.
Ese DB ha sido considerado problemático durante mucho tiempo, atrayendo muchas críticas, incluso desde dentro del Grupo. Pero como su publicación anual más leída e influyente, fue defendida celosamente por la dirección durante décadas con promesas de reforma durante muchos años.
Los gobiernos de los países de renta media de todo el mundo pagan ahora muy bien a los consultores para que les ayuden a jugar con las puntuaciones y la clasificación de su DB. Esperan así atraer más inversiones, especialmente del extranjero. Con la financiarización, los criterios económicos reales perdieron importancia a medida que los indicadores del mercado financiero adquirían mayor importancia.
Acusación por insinuación
El informe del bufete de abogados WilmerHale sobre el DB, para el Consejo de Administración del Banco Mundial, es citado por el derechista medio británico The Economist para pedir la cabeza de Georgieva. Se refiere a las presuntas irregularidades relacionadas con los índices del DB de 2018 y 2020 para Azerbaiyán, China y Arabia Saudí.
Su atroz crimen: como alta ejecutiva entonces del Banco responsable, Georgieva no consiguió rebajar la ya baja clasificación de China. En lugar de ello, insisten en que debe dimitir por mantener en 2018 su clasificación de 78 en 2017. Su nefasto acto fue supuestamente para conseguir el apoyo de China para la ampliación de capital que el Banco estaba buscando.
Pero China llevaba mucho tiempo defendiendo esa ampliación de capital, a la que se oponían las sucesivas administraciones estadounidenses antes de Trump.
De hecho, cuando todavía estaba en el estadounidense Departamento del Tesoro en 2018, el actual presidente del Banco, David Malpass, había invertido la política de Estados Unidos, recomendando un aumento de capital.
El caso se desmorona
Reportando directamente a Georgieva entonces, el ahora economista jubilado del Banco, Shanta Devarajan, que dirigió el equipo de Facilidad de Doing Business, insiste en que nunca fue presionado por ella para cambiar los datos o los resultados.
“Los cambios en la puntuación de China se debían a la corrección de errores de codificación o a la toma de decisiones en preguntas que requerían una valoración. Me sentí cómodo porque la puntuación de China era comparable a la de años anteriores (y a la de años futuros). En ningún momento me sentí presionado”, afirmó.
La dirección de Georgieva tenía que verificar las cifras de China, asegurándose de que el país recibiera el crédito por las reformas que había emprendido, sin comprometer la integridad de Doing Business. Los abogados del Banco omitieron esta última frase.
En cambio, se quejan de una información tendenciosa y selectiva de lo que planteó WilmerHale.
Sesgo político
El exvicepresidente sénior y economista jefe del Banco, el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, ha calificado el uso del informe para atacar a Georgieva como un «trabajo con hacha». Al igual que Stiglitz, dos décadas antes, Paul Romer recibió el premio Nobel tras ser obligado a abandonar su puesto de economista jefe del Banco. Su pecado: cuestionar la «integridad» del DBR.
Una investigación del Centro para el Desarrollo Global (CGD, en inglés) mostró cómo un supuesto ajuste metodológico mejoró las clasificaciones del DB de Chile e India para reforzar los regímenes de derecha frente a sus rivales de centro.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
Reaccionando airadamente, otro búlgaro, Simeon Djankov, inventor del índice DB, calumnió a la corriente principal del CGD como «marxismo reformado».
Un año después del brutal asesinato de Jamal Khashoggi en octubre de 2018, el Banco anunció que Arabia Saudí había subido 30 puestos en el índice DB. Malpass citó esta mejora en una concurrida conferencia de inversión en Riad. No es de extrañar que el informe de WilmerHale concluya la inocencia de los dirigentes del Banco en la consecución de este impresionante progreso.
Suprimir el aumento de la clasificación de China
Después de que Georgieva dejara el Banco en 2019, la clasificación de China no descendió, sino que aumentó considerablemente. Con Malpass, nombrado por Trump, a partir de 2019, China pasó del puesto 78 en 2017 y 2018, al 31 en 2019 para el DB 2020, y al 25 al año siguiente.
El propio Malpass intentó cambiar la metodología del DB para suprimir la clasificación de China. Al parecer, alarmado por el rápido aumento de la clasificación de China, canceló la publicación del siguiente informe. Así, en agosto de 2020, el Banco «suspendió» la publicación del Índice Doing Business 2021.
Más de un año después, el 16 de septiembre, el Banco mató hábilmente dos pájaros de un tiro. Al poner fin a su largamente controvertido DBR, se aseguró una victoria de relaciones públicas con las organizaciones de la sociedad civil sin reconocer sus críticas de larga data.
El nuevo síndrome de China
El influyente economista estadounidense Jeffrey Sachs ha sugerido que la creciente histeria antichina de Estados Unidos está detrás de la campaña.
Tres congresistas republicanos quieren destituir a Georgieva por no ser lo suficientemente antipática. Culpan a China de la cuestión de los 650 000 millones de dólares de los DEG, además de hacer otras acusaciones que reflejan la creciente paranoia de Estados Unidos respecto a China.
El trío afirma que su supuesta parcialidad muestra «cómo el partido comunista chino, en busca de su propio interés, socava las instituciones multilaterales como el Fondo, la Organización Mundial de la Salud y las Naciones Unidas».
La influencia política de Washington en el Banco se presume ampliamente, y se cree que la aprobación de Washington es decisiva. De ahí que no sorprenda a nadie que 5300 millones de dólares hayan ido a parar al último régimen afgano dirigido por un antiguo empleado del Banco.
Los cargos contra Georgieva son vistos por gran parte del mundo como hipócritas. El despido de Georgieva como directora general del FMI supondría un nuevo revés para el multilateralismo, ya socavado durante décadas, irónicamente, sobre todo desde el final de la Guerra Fría.
Washington manda
Para muchos, desde el final de la Guerra Fría, Estados Unidos domina o se opone al multilateralismo. Para los “soberanistas”, Estados Unidos debe controlar las organizaciones multilaterales o socavarlas. Así, bajo el mandato de Trump, Estados Unidos abandonó el acuerdo climático de París, la Organización Mundial de la Salud, la Unesco y el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Dando prioridad a su agenda política interna en un legislativo Congreso estadounidense dividido y partidista, la Casa Blanca prefiere evitar conflictos innecesarios con los republicanos y los demócratas antichinos. Así, las fuerzas antiGeorgieva aún esperan forzar su destitución.
Si la Casa Blanca sacrifica a Georgieva en una táctica cínica para asegurar el apoyo político a su agenda interna, también perderá la oportunidad de recuperar el «poder suave», la confianza internacional y el liderazgo multilateral.
T: MF / ED: EG