NYABIHU, Ruanda – Laurent Hategekimana, un campesino de Nyabihu, un distrito del oeste de Ruanda, recuerda el terrible estado del bosque natural de Gishwati hace unos años, cuando lo invadieron madereros ilegales y agricultores invasores.
Muchos de los invasores de esta reserva natural eran los mismos pobladores locales, y Hategekimana, un agricultor convertido en activista medioambiental, se enfrentó a una dura tarea para hacerles cambiar de opinión.
“Aunque muchos aún no han empezado a obtener beneficios tangibles, algunos se dedican a la apicultura y otros intentan aventurarse en la plantación de árboles, la agricultura de conservación y la artesanía”, dijo este padre de seis hijos en una entrevista con IPS.
En estas remotas zonas rurales de este país de África oriental sin salida al mar, la conservación de los bosques tropicales está creando nuevos puestos de trabajo para varios miles de indígenas que viven especialmente cerca de los principales bosques tropicales del oeste de Ruanda, gracias a las nuevas leyes y políticas del país que fomentan la participación de la comunidad en la protección del medio ambiente.
Los científicos recomiendan soluciones estratégicas para resolver los posibles conflictos entre la población y la conservación de la vida silvestre a lo largo de esta parte de la cuenca del río Congo.
Algunos de estos especialistas creen que es importante averiguar qué tipo de actividades quieren, necesitan y podrían comprometerse las comunidades y administrarlas de forma sostenible en este país de unos 13 millones de habitantes. Ello para así idear acciones duraderas que aborden la conservación de la biodiversidad y los problemas del cambio climático.
Gracias a varios mecanismos de conservación adoptados recientemente por el gobierno de Ruanda y las partes interesadas, Hategekimana se encuentra entre los miembros de la comunidad indígena que se han implicado activamente en la vigilancia del bosque natural de Gishwati.
Ellos informan a las autoridades administrativas locales de actividades ilegales como la tala de árboles sin permiso y la quema de carbón vegetal.
“Ahora entiendo la importancia de conservar el bosque. Por eso sacrifico mi tiempo para protegerlo”, dijo Hategekimana.
En las dos últimas décadas, gran parte de estas reservas naturales en el lado ruandés de la selva del Congo estuvieron a punto de agotarse, en gran parte debido al reasentamiento y la ganadería.
Cuando se iniciaron los nuevos esfuerzos de conservación del bosque en 2015, la mayoría de los campesinos locales sintieron que se les privaba de su principal fuente de ingresos. Algunos se dedicaban inicialmente a la tala ilegal, la madera y el negocio del carbón vegetal.
La reserva natural de Gishwati-Mukura, ahora convertida en parque nacional para la conservación, contribuye actualmente a mejorar los medios de vida de las comunidades locales que viven en los alrededores. Esto, a su vez, ofrece al bosque una mayor posibilidad de regeneración.
Esto ha impulsado a los residentes locales a lanzar una organización no gubernamental (ONG) local centrada en la conservación del recién creado parque nacional. Gracias a estas iniciativas, el tamaño de la reserva aumentó de 886 a 1484 hectáreas, el número de chimpancés creció de 13 a 30, las 600 hectáreas añadidas al bosque central se están regenerando de forma natural y los chimpancés empezaron a utilizar esta zona en las últimas dos décadas.
Beth Kaplin, directora del Centro de Excelencia en Gestión de la Biodiversidad y los Recursos Naturales de la Universidad de Ruanda, dijo a IPS que es necesario comprometerse a escuchar realmente a las personas que viven junto a este parque y que interactúan con él a diario, y desarrollar estrategias en colaboración para resolver los problemas que surjan.
«Tenemos que dedicar tiempo a averiguar qué tipo de actividades quieren, necesitan y pueden comprometerse las comunidades y administrarlas de forma sostenible… para idear acciones duraderas que aborden la conservación de la biodiversidad y los problemas del cambio climático», aseguró.
El bosque de Gishwati, una reserva protegida en el noroeste de Ruanda, tiene una superficie de unas 1439 hectáreas y el bosque de Mukura, con una superficie total de 1987 hectáreas, cuenta con poblaciones críticas de especies endémicas y en peligro de extinción, como los monos dorados, los monos azules y los chimpancés, y más de 130 tipos diferentes de aves.
La reserva también tiene unas 60 especies de árboles, entre ellas maderas duras autóctonas y bambú, según la Junta de Desarrollo de Ruanda, organismo gubernamental responsable del turismo y la conservación.
La Autoridad de Gestión Medioambiental de Ruanda (Rema) calcula que las reservas forestales cubrían inicialmente 250 000 hectáreas, pero la minería ilegal, el pastoreo de animales, la tala de árboles y otras prácticas redujeron drásticamente su tamaño.
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En 2014, Ruanda recibió 9,5 millones de dólares del Fondo para el Medio Ambiente Mundial a través del Banco Mundial para restaurar el bosque y la biodiversidad en el bosque de Gishwati-Mukura.
El objetivo principal de esta financiación era apoyar las actividades comunitarias. Éstas incluían estancias en granjas, artesanía, apicultura y actividades turísticas como visitas a plantaciones de té y la posibilidad de aprender de los curanderos tradicionales, que utilizan plantas naturales como apoyo a la medicina moderna y a los medicamentos sintetizados.
Se han elogiado los esfuerzos colectivos de los pobladores de las comunidades rurales, las ONG ecologistas e indígenas y las entidades administrativas locales para formar y movilizar a los habitantes sobre la importancia de conservar el bosque en esta parte de la cuenca del río Congo, que cubre 33 % del territorio ruandés.
“Estos esfuerzos lograron cambiar la mentalidad de la gente y, a su vez, salvaron este bosque natural de la extinción”, dijo Jean Bosco Hakizimana, un alto dirigente administrativo local de Arusha, una pequeña aldea forestal de Nyabihu, un distrito montañoso del noroeste del país.
Delphine Uwajeneza, subdirectora de la Organización Iniciativa Africana para el Progreso de la Humanidad, dijo a IPS que la clave para lograr los actuales esfuerzos de conservación de los bosques naturales sería incluir a los pueblos indígenas en la toma de decisiones y la gestión de los ecosistemas.
Su ONG aboga por la protección y promoción de los derechos, el bienestar y el desarrollo de los pueblos históricamente marginados de Ruanda.
“Los esfuerzos actuales de conservación no permitirán que los bosques tropicales persistan si se les cierra completamente el paso al uso u otros beneficios por parte de estas comunidades que son las primeras en preservar el medio ambiente”, afirmó Uwajeneza en una entrevista con IPS.
Aunque el gobierno ruandés y otros sectores involucrados están satisfechos con los actuales esfuerzos de conservación, algunos científicos y activistas sacuden la cabeza con consternación y dicen que no es suficiente. Insisten en que las comunidades que viven alrededor de esas reservas naturales deben beneficiarse.
Charles Karangwa, jefe del Programa Regional de Bosques y Paisajes de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) para la región de África Oriental y Meridional, dijo a IPS que lo más importante es equilibrar la necesidad de estas comunidades que tratan de ganarse la vida y de mantener y sostener sus bosques.
“Los actores del desarrollo deben involucrar a estas comunidades vulnerables en una situación en la que todos salgan ganando”, planteó.
En 2011, Ruanda se unió al Desafío de Bonn, un esfuerzo global para restaurar 150 millones de hectáreas de tierras deforestadas y degradadas para 2020. Según los funcionarios, Ruanda alcanzó su objetivo de 30 % de cobertura forestal.
Sin embargo, a pesar del buen marco político y de los esfuerzos realizados para alcanzar este objetivo, los expertos insisten en la necesidad de encontrar formas de que las comunidades puedan beneficiarse de los recursos del bosque de forma sostenible.
“La gente que trabaja aquí (en la actividad tradicional de la cerámica) se gana la vida sin depender totalmente de los recursos del bosque”, explicó Giselle Uwimanaas, de 55 años, mientras conversaba con sus vecinos en la aldea situada en las adyacencias de la cercana reserva forestal de Mukura, en Rutsiro, al oeste de Ruanda.
T: MF / ED: EG