La transición de una economía basada en los combustibles fósiles a otra con bajas emisiones de carbono está en el centro de la respuesta a la crisis climática. Sin embargo, esto está siendo un reto para América Latina, con la mayoría de los países sin una estrategia a largo plazo para sus matrices energéticas.
Desde México hasta Argentina, los gobiernos siguen desarrollando nuevos proyectos de petróleo y gas para las próximas décadas, tanto para uso doméstico como para la exportación. Esto no sólo dificultará el cumplimiento de los objetivos en materia de cambio climático, sino que también corre el riesgo de dejar a la región con muchos «activos varados», desde oleoductos hasta centrales térmicas.
Según un reciente informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la inversión en la producción de nuevos combustibles fósiles y en la generación de energía a partir del carbón debe terminar este año para que el sector energético mundial alcance las emisiones netas cero en 2050. Un sector energético con emisiones netas cero es «viable», pero «requiere una transformación sin precedentes» en la forma de producir energía, según la AIE.
Manuel Pulgar-Vidal, líder global de clima y energía de Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF), dijo que América Latina «no está prestando atención» al surgimiento de una «nueva economía climática». Para Pulgar-Vidal, la región «no tiene ningún plan» para dejar atrás los combustibles fósiles, siendo Chile, Uruguay y Costa Rica las excepciones al no tener petróleo ni gas.
Costa Rica sigue siendo el único país de América Latina que ha presentado oficialmente, y comenzado a aplicar, una estrategia de descarbonización a largo plazo, que incluye el sector energético. Otros países como Chile y Argentina están trabajando en ello y podrían presentar sus respectivos planes en noviembre en la 26 Conferencia de las Partes (COP26) sobre cambio climático en el Reino Unido.
América Latina representa 5 % de las emisiones mundiales, en su mayoría procedentes del sector energético, la agricultura y el cambio de uso del suelo. Pero la proporción está aumentando a medida que los países siguen desarrollando los combustibles fósiles. Los expertos coinciden en que invertir en energías renovables y planificar una transición energética podría evitar que las emisiones sigan aumentando.
Los combustibles fósiles
Aunque la energía eólica y solar están creciendo rápidamente, solo representan 6,5 % de la capacidad energética instalada actualmente en América Latina. Los combustibles fósiles siguen representando alrededor de 75 % del suministro de energía primaria, y el resto de la matriz se compone en gran medida de hidroeléctrica, biomasa y bioenergía.
Los países se dividen en dos grupos en función de su combinación de electricidad.
Algunos dependen en gran medida de la energía hidroeléctrica, como Brasil y Colombia, mientras que otros utilizan el petróleo y el gas como fuente principal de electricidad. Entre ellos se encuentran Argentina y Perú. La energía del carbón sólo representa una pequeña parte de la producción total de electricidad en la región.
Sin embargo, de cara al futuro, varios países como Argentina, Brasil y México tienen planes ambiciosos para aumentar su producción de combustibles fósiles, mientras que otros, como Guyana, quieren iniciar la explotación a una escala transformadora para sus economías. Esto haría que sus compromisos climáticos fueran imposibles de cumplir, dicen los expertos en clima.
«Es hora de discutir una transición energética en América Latina. La región tiene grandes inversiones en combustibles fósiles y muchos de ellos tendrán que cambiar de rumbo drásticamente», dijo Isabel Cavelier, cofundadora de Transforma, una ONG de Colombia. «Algunos países tienen planes climáticos ambiciosos, pero son totalmente contradictorios con sus políticas energéticas».
81 % de las reservas de petróleo de América Latina pueden no ser explotables si los países deben cumplir los objetivos establecidos en el Acuerdo de París sobre cambio climático.
En un estudio reciente publicado en la revista Energy and Climate Change, un grupo de expertos en energía encontró que entre 66 % y 81 % de las reservas de petróleo de América Latina podrían no ser explotables si se cumplen los objetivos de contención de la temperatura del Acuerdo de París sobre cambio climático.
Esto podría reducir los ingresos fiscales procedentes del petróleo a entre 1,3 y 2,6 billones (millones de millones) de dólares, frente a entre 2,7 y 6,8 billones de dólares si las reservas se explotaran en su totalidad.
Los autores del estudio destacan que muchos países de América Latina dependen de la demanda mundial de petróleo para obtener ingresos fiscales. Casi la mitad del petróleo que se produce allí se exporta a nivel mundial.
En 2018, 8 % de los ingresos fiscales de Ecuador, 4,6 % de Bolivia, 4,2 % de México y 3,4 % de Trinidad y Tobago dependían de la explotación de petróleo y gas, según datos de la OCDE.
«La mayor parte de la región parece ignorar estos debates. Los gobiernos siguen adelante con sus planes de producción de combustibles fósiles sin planificar lo que harán cuando la demanda mundial de petróleo y gas empiece a disminuir», dijo Baltazar Solano Rodríguez, autor principal del estudio. «América Latina tiene que empezar a pensar en cómo va a diversificar sus fuentes de ingresos», añadió.
Leonardo Stanley, economista argentino que publicó recientemente un libro sobre la transición energética de América Latina, dijo que la región está «cometiendo un gran error» al no abordar su transición energética. Muchos proyectos de petróleo y gas ni siquiera serían económicamente viables sin los miles de millones de dólares que se gastan cada año en subvenciones, añadió.
El camino a seguir
¿Cómo será la transición energética en América Latina? Los expertos en clima y energía sostienen que no se producirá de la noche a la mañana. La región tardará décadas en dejar atrás los combustibles fósiles, de ahí la urgente necesidad de empezar cuanto antes. Cuanto más se tarde en emprender la transición, más cara será, dicen.
Cavalier sugiere que las empresas fósiles estatales, como YPF en Argentina o Petrobras en Brasil, den el primer paso, adoptando un plan de transición por el que dejen de invertir en nuevos proyectos de petróleo y gas. Los gobiernos también deberían obligar a las empresas privadas a adaptarse limitando el número de concesiones que se les otorgan.
Para Pulgar-Vidal, América Latina tiene que empezar a pensar en nuevas fuentes de ingresos que no estén ligadas a los combustibles fósiles.
«Los gobiernos pueden resistirse, pero los precios del petróleo y del gas acabarán bajando debido a una menor demanda y la región obtendrá menos dinero de sus exportaciones de combustibles fósiles. Tenemos que empezar a pensar en nuevos sectores, como el del hidrógeno verde», afirmó.
Es técnica y económicamente factible aumentar la energía renovable en América Latina. Según el escenario de la Agencia Internacional de Energías Renovables de un sistema energético global coherente con el Acuerdo de París, el 93% de la electricidad de la región provendría de energías renovables en 2050.
Este resultado no solo limpiaría la red energética, sino que también impulsaría la economía.
Un informe del año pasado del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) estima que la descarbonización generará 15 millones de nuevos empleos en general y 100 000 empleos adicionales a tiempo completo en el sector de la electricidad renovable para 2030, en comparación con las proyecciones basadas en las tendencias actuales.
«Los gobiernos siguen endeudándose para construir nuevos oleoductos o perforar pozos de petróleo y gas y esto dificultará aún más la salida del círculo vicioso de los combustibles fósiles. En cambio, una transición energética podría impulsar la economía de la región al tiempo que se identifican nuevas fuentes de ingresos, como las energías renovables», dijo Stanley.