Los impactos humanos sobre los remanentes de la Mata Atlántica han provocado pérdidas de hasta 42 por ciento de su biodiversidad y sus reservas de carbono, elementos esenciales para la conservación de la vida y la regulación del clima, halló un nuevo estudio.
Con una variedad de bosques tropicales de diversos tipos y una vegetación única –como el pau-brasil, la especie de planta que dio nombre a Brasil– la Mata Atlántica alguna vez cubrió toda la costa de Brasil y partes de Argentina, Paraguay y Uruguay. Hoy sobreviven solo fragmentos.
A través del análisis de 1819 encuestas, que tomaron en cuenta el clima, el suelo, el nivel de degradación del bosque y el tamaño de lo que queda, un equipo científico determinó que, en promedio, los fragmentos de bosque tienen un 25-32 por ciento menos de biomasa (elementos del bosque, como raíces, tronco, hojas y ramas); 23-31 por ciento menos de especies y 33, 36 y 42 por ciento menos de individuos de especies endémicas, de sucesión tardía y de semillas grandes, respectivamente.[pullquote]3[/pullquote]
En conjunto, ello equivale a la pérdida de 55 000 -70 000 kilómetros cuadrados de bosques o entre 2300 y 2600 millones de dólares en créditos de carbono, remarca el estudio publicado en Nature Communications.
Estas cifras tienen implicaciones directas para la mitigación del cambio climático, ya que uno de los mecanismos para hacerle frente es combatir la degradación de los bosques, explica a SciDev.Net el autor principal del estudio, Renato Lima, investigador del Instituto de Biociencias de la Universidad de São Paulo.
La investigación reconoce que “cuantificar los impactos de la degradación forestal es difícil y, por lo tanto, ha recibido menos atención que la deforestación en las agendas de cambio climático y conservación, como el Acuerdo de París” sobre cambio climático.
La degradación ocurre cuando la acumulación de perturbaciones dentro del bosque (como la quema, tala y proliferación de especies invasoras) cambia todo el ecosistema y el funcionamiento del bosque, afectando su capacidad de almacenar carbono y agua y dañando la biodiversidad.
Si bien la deforestación ha recibido mucha atención en las últimas décadas, los científicos advierten que el destino de los bosques tropicales depende no solo de promover la reforestación de las tierras deforestadas, sino también de mitigar la degradación forestal en los fragmentos remanentes del bosque.
Las proyecciones del Joint Research Centre –el servicio de ciencia y conocimiento de la Comisión Europea– muestran que si se mantienen las tasas actuales de perturbaciones, los bosques tropicales vírgenes desaparecerán para 2050.
Según estas proyecciones, algunos de los bosques vírgenes de África subsahariana desaparecerán entre 2024 y 2090; 2034 sería el año de la desaparición de los ubicados en Tailandia o Vietnam; para 2040, desaparecerán los de Madagascar e India, y para 2129 los de la Amazonia brasileña.
Un mapa del Joint Research Centre de la UE muestra el año previsto de desaparición de los bosques en todo el mundo, basándose en las perturbaciones observadas durante la última década.
De cara a la próxima COP15 –la 15 Conferencia de las Partes de la Convención de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica (CDB), que debe celebrarse en mayo de 2021 en Kunming, China– investigadores de 12 países mapearon 2900 millones de hectáreas de diferentes tipos de ecosistemas degradados y los dividieron en una escala de prioridades, desde la más alta a la más baja.
En esta escala, la Mata Atlántica se encuentra entre las áreas de mayor prioridad global y, en otro trabajo, aparece como uno de las áreas críticas de conservación con mayor área de restauración.
Para Marcos Pedlowski, geógrafo de la Universidad Estatal del Norte Fluminense, de Río de Janeiro, la importancia del nuevo estudio radica en que se centra en la degradación de la Mata Atlántica.
“Los esfuerzos más recientes toman en cuenta la deforestación del Amazonas, sin tener en cuenta todos los demás biomas ni el problema de la degradación. Cabe señalar que la Mata Atlántica tiene un nivel endémico igual o superior al de la Amazonia, pero poco se habla de su riqueza en biodiversidad”, dice Pedlowski, quien no participó en el estudio.
En esta vista aérea se aprecia la deforestación de la Mata Atlántica, sin embargo medir la degradación forestal es mucho más difícil. Crédito de la imagen: Cnes – Spot Image/Wikimedia Commons, bajo licencia Creative Commons 3.0
El geógrafo, cuyo estudio reciente llama la atención sobre el ritmo de degradación en la Amazonia, agrega que cuanto menos perturbado esté el fragmento, más servicios ambientales puede ofrecer.
“Además de ser un ecosistema diverso, la Mata Atlántica se ubica alrededor de las concentraciones urbanas más grandes de Brasil, y el agua es un elemento importante para estos centros urbanos. Hemos atravesado graves crisis hídricas; sin embargo, la generación de agua es uno de los servicios ambientales que pueden ofrecer los bosques preservados”, explica Pedlowski.
Según el estudio, combatir la degradación forestal en lo que queda de la Mata Atlántica puede atraer miles de millones de dólares en inversiones relacionadas con créditos de carbono.
Renato Lima agrega que dado que la mayoría de los fragmentos están ubicados en propiedades privadas, es fundamental crear alternativas atractivas para los propietarios.
“La restauración forestal tiene sus costos, pero puede generar ganancias en el mercado de créditos de carbono. La formulación de políticas podría ser la clave para atraer fondos para la Mata Atlántica”, asegura.
En Brasil, los fondos para reducir las emisiones de carbono provenientes de la deforestación y degradación forestal se concentran principalmente en la Amazonia. Actualmente, solo el estado de Río de Janeiro tiene un fondo para la Mata Atlántica.
Este artículo fue publicado originalmente por SciDevNet de América Latina.
RV: EG