América Latina ya ha perdido más de 40 por ciento de servicios naturales o ecosistémicos proporcionados por los mamíferos, y el proceso se está acelerando con graves consecuencias para los bosques y las personas que los habitan, halló un nuevo estudio.
La extinción o disminución de la población de mamíferos, especialmente de los más grandes, conlleva graves impactos negativos en los procesos naturales de los ecosistemas, como el control de enfermedades y plagas, la dispersión de semillas, la polinización e incluso la producción de oxígeno, alerta el estudio publicado en la revista Ecosystem Services.
Para su análisis, los autores revisaron la literatura sobre la distribución de las comunidades de mamíferos y usaron datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) sobre el rango probable de alrededor de mil especies de mamíferos en la región Neotropical, que va desde el sur de México hasta el final del área patagónica.
Luego de compilar diversas características de diferentes especies, como el tipo de dieta, el tamaño corporal y peso de los individuos adultos, y su función como proveedores de proteínas para los pueblos nativos, entre otras, trabajaron en diferentes escenarios futuros para las especies.[pullquote]3[/pullquote]
Así, simularon un escenario “estocástico” o aleatorio, bajo el cual calcularon el impacto de perder el 47 por ciento de especies por el cambio climático o el 71 por ciento de los mamíferos en la Mata Atlántica de Brasil, una de las regiones más amenazadas de América Latina.
Y bajo un escenario «determinista», calcularon qué sucedería si, por ejemplo, todas las especies en peligro crítico desaparecieran en América Latina o si las poblaciones de mamíferos vulnerables a la extinción se redujeran a la mitad de su tamaño actual en la región.
El estudio encontró que los servicios ecosistémicos más afectados por la pérdida de especies de mamíferos, o defaunación, en un escenario determinista serían el ecoturismo, la formación de suelos, el control de enfermedades y la adquisición de proteínas por parte de los pueblos tradicionales. Todos se reducirían a casi la mitad de sus niveles actuales.
Bajo un escenario aleatorio las pérdidas de los servicios ecosistémicos serían similares y las regiones de menor diversidad como Atacama, Patagonia o Las Pampas experimentarían los mayores impactos.
Esta tendencia podría generar una mayor pérdida de especies y un mayor impacto en las áreas verdes, que se sumarían a la pérdida de 40% de los servicios prestados por estos animales constatada por los autores.
Para Adriano Chiarello, experto en mamíferos neotropicales y profesor de Biología de la Conservación de la Universidad de São Paulo en Ribeirão Preto, esto sería un grave problema porque los servicios de los ecosistemas que brindan los mamíferos, como la polinización y la regulación del clima, son esenciales para el mantenimiento de los bosques nativos.
“Cada especie que muere significa la pérdida de una relación simbiótica con los bosques, debilitando finalmente su capacidad de perpetuación. Los bosques no solo están hechos de plantas, sino también de los animales que viven en ellos”, agregó Chiarello, quien no estuvo involucrado en el estudio.
En cualquiera de los dos escenarios “tendríamos bosques vacíos”, añadió por teléfono a SciDev.Net.
“Perder muriquis y tapires del sur significa alterar los sistemas de reservas de carbono de nuestra biosfera, lo que acelera el cambio climático y, en última instancia, el colapso de nuestras sociedades”, dijo Fabio Olmos, experto en zoología que tampoco participó en el estudio, en entrevista telefónica con SciDev.Net.
Las semillas de los árboles grandes, longevos y densos, que son los principales sumideros de carbono en los bosques tropicales, son dispersadas por los mamíferos medianos y grandes más afectados por la caza y las actividades humanas.
Uno de los coautores, Carlos Peres, de las universidades de East Anglia (Reino Unido) y Paraíba (Brasil), puntualiza que la proteína animal es el recurso forestal más valioso para los pueblos tradicionales de la Amazonía, que “no van al supermercado para sus compras mensuales. Pescan y cazan para su subsistencia”.
Si se pierden especies como el tapir y los simios, “los lugareños pierden su acceso a la proteína animal y buscarán fuentes en otros lugares. Esto podría alimentar la deforestación porque la tendencia es talar los bosques para pastorear ganado, lo que puede cambiar todo un ecosistema y acelerar los procesos de cambio climático”, explicó Peres a SciDev.Net mediante videoentrevista.
Es muy probable que esto suceda en un futuro cercano porque los animales más grandes son los primeros en desaparecer. En otro estudio publicado en Nature Scientific Reports en septiembre, el mismo equipo encontró que América Latina ya ha perdido casi el 60 por ciento de sus grandes mamíferos (que pesan más de 1 kg) en los últimos 500 años.
Las especies más grandes son más vulnerables a la extinción porque se reproducen más lentamente, tienen un tiempo de incubación más largo, menos crías por parto y tardan más en convertirse en adultos.
Pero esto no es todo. Las especies más pequeñas a menudo dependen de procesos determinados por las más grandes.
“El rinoceronte blanco en África, por ejemplo, se alimenta y pisa las regiones cubiertas de hierba, aplanando esas áreas, que también son el hogar de antílopes, pájaros y pequeños roedores. Si el rinoceronte blanco desaparece, también desaparecen estas otras especies, ya que dependen del rinoceronte para transformar el paisaje en el que viven”, agregó Fabio Olmos, director para América Latina de Permian Global, empresa enfocada en la restauración forestal.
“Esta investigación no es solo sobre la pérdida de animales tiernos y mullidos. Se trata de la pérdida de una parte crítica de ecosistemas fundamentales”, concluyó Olmos.
Este artículo fue publicado originalmente por SciDevNet.
RV: EG