A Sibonisiwe Hlanze, que vive en Lawuba, una especie de municipio del distrito de Shiselweni, en Eswatini, se le ilumina el rostro cuando muestra su estera para dormir que ella misma elaboró con lo que describió como «la fibra nativa de más alta calidad».
Hlanze se enorgullece de que no pagó un centavo por la variedad de junco conocida localmente como “likhwane” (Cyperus latifolius), que usa para hacer esteras que vende a los comerciantes del epicentro económico de Eswatini, Manzini, y la ciudad más poblada, por delante de Mbabane, la capital de este pequeño Estado del sudeste de África de apenas 1,4 millones de personas, antes conocido como Suazilandia.
Ella solo tiene que caminar unos metros desde su casa hasta el humedal de Lawuba, donde recolecta la fibra durante la temporada de cosecha para hacerse con los juncos adecuados.
Aproximadamente 600 mujeres cosechan esta fibra en el humedal, en general desde temprano en la mañana hasta el mediodía, durante el mes de junio.
Hlanze cobra el equivalente a cinco dólares por cada estera. En una buena temporada, haría entre 15 y 20 de ellas, lo que supone entre 85 y 114 dólares de ganancia.
«Pero ahora prefiero cosechar y vender solo la fibra cruda porque ya no tengo mucho tiempo para hacer las esteras», explicó Hlanze a IPS. Ella gana el equivalente a 11 dólares por un paquete del junco, utilizado para confeccionar artículos de artesanía como tapetes y cestas. La temporada que acaba de pasar cosechó para 10 paquetes.
«Algunas mujeres prefieren comprar la fibra en lugar de ir al humedal a arrancarla ellas mismas porque les resulta tedioso», detalló Hlanze. «El humedal nos ha proporcionado a mí ya otras mujeres una fuente de ingresos porque estamos desempleadas», detalló.
Son ingresos estacionales que Hlanze utiliza para comprar insumos agrícolas, la principal actividad de la familia, que vive a orillas del humedal en Lawuba, una de las 14 demarcaciones de Shiselweni, a su vez una de los cuatro distritos (regiones) en que se divide este país de poco más de 17 300 kilómetros cuadrados, el más al sur y colindante con Sudáfrica.
Nkhositsini Dlamini, la secretaria del humedal de Lawuba, está de acuerdo con Hlanze y agrega que en la última temporada ganó unos 1310 dólares, elaborando esteras con la fibra que cosechó en el humedal.
Vende su artesanía en la ciudad sudafricana de Johannesburgo, a un precio superior que en Eswatini. Por las esterillas le pagan 17 dólares allí. «A mi hijo le admitieron en la universidad pero no obtuvo una beca», dijo Dlamini a IPS, así que “usé ese dinero para pagar las cuotas de admisión”.
Además de las plantas de fibra como likhwane o la variedad del junco “inchoboza” (Cyperus articulate) y la herbácea umtsala (Miscanthus capensis), que se utilizan para elaborar artesanías, el humedal de 21 hectáreas es rico en plantas medicinales autóctonas, que son muy apreciadas para curar diferentes dolencias.
Además, la comunidad se beneficia con el agua que extrae del humedad para un abrevadero para el ganado y para el riego de las huertas.
Dlamini contó que no todo ha sido tan positivo en tiempos recientes con este cuerpo de agua como ahora. Durante mucho tiempo el humedal se fue degradando, porque el ganado pastaba sin control en él y las mujeres locales sobreexplotaban las diferentes plantas fibrosas. Así que este mal manejo estaba matando la capacidad de almacenar el agua.
«La cantidad de fibra disponible en el humedal se redujo significativamente, sin mencionar la cantidad de ganado que solía morir después de quedar atrapado en el lodo», dijo Dlamini.
El estado del humedal preocupó al viceprimer ministro Themba Masuku, quien solicitó a la Autoridad de Medio Ambiente de Eswatini (AEMA) un plan para ayudar a la comunidad a protegerlo.
Masuku, quien también es residente de la zona, dijo que se decidió actuar cuando notó que el humedal había perdido algunas de sus plantas autóctonas, así como especies de su fauna nativa, como aves y serpientes, mientras que su inundable territorio se secaba a ojos vista.
«Este humedal alimenta al río Mhlathuze», explicó Masuku en una entrevista con IPS. «También es una fuente para un estanque de inmersión aguas abajo», añadió.
A través del Fondo Nacional para el Medio Ambiente, la AEMA proporcionó material para cercas a fin de evitar que el ganado pastara y bebiera del humedal.
La AEMA se asoció con la organización internacional World Vision, que proporcionó ayuda alimentaria a los residentes que construyeron la cerca en el marco del Programa de Alimentos por Trabajo. Esto sucedió luego que la AEMA educó a la comunidad sobre los beneficios del humedal para sus vidas.
La construcción de la valla de protección se realizó en 2010 y 2011.
De hecho, la AEMA ha protegido ya 12 humedales, especialmente importantes en un país sin salida al mar, utilizando el mismo Fondo.
«Una vez que la gente conoce y ve los beneficios de conservar el ambiente, sus actitudes y su comportamiento cambian», dijo la ecóloga de la AEMA, Nana Matsebula.
Esto fue corroborado por un estudio realizado por una estudiante de la Universidad de Pretoria, Linda Siphiwo Mahlalela, titulado “La valoración económica y la renta de los recursos naturales como herramientas para la conservación de los humedales en Swazilandia: el caso del humedal Lawuba”.
El estudio de la estudiante en la universidad sudafricana halló que hay suficiente evidencia para sugerir que los hogares en Lawuba tienen altos niveles de conocimiento sobre los beneficios de conservar el humedal y las amenazas que lo ponen en peligro.
También determinó que los pobladores tienen actitudes positivas hacia su conservación, ya que sus ingresos en buena parte dependen de su protección del hábitat.
Matsebula dijo que la comunidad también asume el valor cultural del humedal para el pueblo swati que se asienta en sus riberas.
«Una estera para dormir proviene de un humedal», dijo Matsebula. «Además de usarlo para dormir y sentarse, nadie en nuestra cultura es enterrado sin una estera para dormir».
La estera es también uno de los elementos importantes en las tradiciones nupciales.
Además del valor económico y cultural del humedal, dijo Matsebula, la comunidad también fue educada sobre los beneficios ecológicos. Estos incluyen actuar como un control de ilas nundaciones al absorber agua durante la lluvia, reponer el nivel freático y actuar como un depósito para una diversidad biológica.
«Los humedales también son importantes para la mitigación del cambio climático porque atrapan carbono hasta 50 veces más en comparación con los bosques», dijo, y agregó que “los humedales ocupan solo tres por ciento de la superficie terrestre total del mundo, sin embargo, contienen hasta un tercio del carbono total”.
Matsebula explicó que las comunidades ribereñas a este y otros humedales de Eswatini también comprenden ahora la diferencia entre preservación y conservación, que en el segundo caso promueve el uso y gestión sostenible de los recursos naturales, mientras en el primero proscribe su uso por completo.
«Se ha demostrado que cuando las personas se dan cuenta de los beneficios del ambiente, es más probable que lo protejan», dijo.
Pero una conciencia de las comunidades sobre la importancia del humedal de su entorno no basta y ahora se enfrentan a delincuentes que han comenzado a robar partes de la cerca que lo rodea.
El viceprimer ministro Masuku dijo que para que este humedal y otros estén adecuadamente protegidos, el gobierno debe hacerse cargo de su administración para que sea declarado un bien nacional. Si bien la comunidad seguirá teniendo la responsabilidad principal de protegerlo, el gobierno debe apoyar con su monitoreo y regulación.
«Necesitamos un compromiso político en la regulación de la recolección de fibra y la extracción de agua del humedal», dijo Masuku. «También necesitamos leyes rigurosas que garanticen que los delincuentes que roban las cercas que protegen los humedales sean castigados», añadió.
Mientras tanto, no hay permisos para que los visitantes accedan al lugar y los usuarios locales de los recursos naturales del humedal se autorregulan.
T: MF