Transformar valores y comportamientos, tan importante como restaurar ecosistemas

Restaurar los ecosistemas dañados resulta fundamental para evitar el colapso de las contribuciones más valiosas que la naturaleza ofrece a las personas, pero el Día Internacional de la Diversidad Biológica 2020 también debería ser una llamada de atención sobre la importancia de abordar nuestros valores sociales, económicos y sistémicos, porque son estos los que están provocando la destrucción del ambiente.
El Parque Nacional Tapantí, en Costa Rica, que cubre más de 50 000 hectáreas de bosque y sirve como punto de recarga acuífera y fijador del dióxido de carbono que el país emite, dentro de su plan de lograr la neutralidad del carbono. Foto: Diego Arguedas Ortiz/IPS

Restaurar los ecosistemas dañados resulta fundamental para evitar el colapso de las contribuciones más valiosas que la naturaleza ofrece a las personas, pero el Día Internacional de la Diversidad Biológica 2020 también debería ser una llamada de atención sobre la importancia de abordar nuestros valores sociales, económicos y sistémicos, porque son estos los que están provocando la destrucción del ambiente.

Somos parte de la naturaleza, pero nuestras elecciones y comportamientos han llevado al resto del mundo natural al borde del desastre. El hambre, las enfermedades, la pérdida de medios de subsistencia y los niveles de riesgo e inseguridad cada vez más altos son el resultado directo de nuestras propias acciones.

Para cambiar a un futuro más sostenible, los informes de especialistas disponibles nos dicen que necesitamos un cambio transformador para restablecer nuestra relación fundamental con nuestro entorno.

Esto requerirá que abordemos las emergencias de la naturaleza y el clima de forma directa y simultánea, uniéndonos detrás de la ciencia del clima y la biodiversidad. Ya nos hemos “dormido en los laureles” demasiadas décadas con las advertencias de expertos de todas las disciplinas y todas las regiones; seguir demorándonos queda totalmente bajo nuestro propio riesgo.

La autora, Ana María Hernández Salgar
La autora, Ana María Hernández Salgar

El cambio transformativo implica una reorganización fundamental de todo el sistema a través de factores tecnológicos, económicos y sociales.

Significa abordar no solo las amenazas directas y más visibles para la biodiversidad, como el cambio en el uso de la tierra, la sobrepesca, la contaminación, el cambio climático y las especies exóticas invasoras, sino también trabajar los valores y comportamientos que se traducen en factores indirectos, como las tendencias de la población, los patrones de producción y consumo, la gobernanza débil y los conflictos.

La forma en que dirigimos nuestras vidas y hacemos negocios ha sido aprovechándonos de la generosidad que la naturaleza brinda a las personas, dando por sentado los procesos naturales que revitalizan nuestro ambiente.

En lugar de vivir dentro de nuestros medios, hemos estado utilizando «capital natural» cada vez más, en exceso de lo que la naturaleza puede reponer, y es una deuda que ahora está vencida.

Esta es una de las razones por las cuales el último Informe de Riesgos Globales del Foro Económico Mundial reconoció que los cinco riesgos principales para las empresas en todo el mundo son todos ambientales.

Con la publicación el año pasado del Informe de Evaluación Global de IPBES (la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas), la ciencia ha hablado: el daño que hacemos a la naturaleza ya no puede justificarse como una externalidad.

Cuando dañamos la naturaleza, también nos dañamos directamente a nosotros. Cuando no actuamos como guardianes responsables del medio ambiente, es nuestro futuro lo que ponemos en peligro.

La buena noticia, sin embargo, es que muchas soluciones sostenibles a estos problemas también se pueden encontrar en la naturaleza y, están, por lo tanto, a nuestro alcance. Los esfuerzos que muchos países, organizaciones, comunidades e instituciones ya han realizado para recuperar la biodiversidad están comenzando a dar sus frutos.

Es importante para nosotros aprender de estos buenos ejemplos, y de nuestros errores, para trazar un camino realista y riguroso, con acciones concretas, pero basadas en nuestras diversas circunstancias nacionales y regionales.

Invertir en la naturaleza alberga grandes esperanzas. Las soluciones al cambio climático basadas en la naturaleza, por ejemplo, como la restauración de tierras degradadas, pueden proporcionar más de un tercio de la mitigación necesaria para 2030 a fin de mantener el calentamiento climático muy por debajo de los dos grados centígrados.

La implementación de nuevos y existentes instrumentos de políticas a través de intervenciones integradoras, informadas, inclusivas y adaptativas permitirá la transformación global que necesitamos.

Se requiere una acción coordinada a nivel local, nacional, regional e internacional para salvaguardar los hábitats restantes, emprender la restauración a gran escala de hábitats degradados y, en general, colocar la naturaleza en el corazón de la toma de decisiones y el desarrollo sostenible.

Es importante destacar que esto también implicará un cambio en lo que entendemos por buena calidad de vida: desacoplar la idea de una vida buena y significativa del consumo de materiales cada vez mayor y forjar acciones individuales, colectivas y organizativas hacia la sostenibilidad.

La pandemia de la covid-19 ha causado un retraso inevitable en las negociaciones globales planificadas sobre el marco de biodiversidad posterior a 2020, pero 2020 sigue siendo un «Súper Año para la Naturaleza».

Este año, el mundo ha tenido la oportunidad de ver muy directamente la importancia de cambiar los valores, enfoques y comportamientos, y de comprender mejor la conexión vital entre las personas y la naturaleza.

Después de esta crisis, estaremos ante una «nueva normalidad», es de esperar que también sea un momento decisivo con valores, enfoques y comportamientos, los motores indirectos del cambio en la naturaleza, a la vanguardia de la política y la acción.

Las pruebas disponibles dejan en claro que volver a «hacer negocios como siempre», ignorando nuestro impacto colectivo en la naturaleza, sería un grave error.

La pregunta candente en este día para conmemorar la importancia de la naturaleza es si cambiaremos y cuándo enfrentaremos seriamente las emergencias que se desarrollan a nuestro alrededor.

Ana María Hernández es la presidenta de IPBES, la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas que, al igual que el IPCC (Grupo Intergubernamental del Cambio Climático) hace para el cambio climático, brinda evaluaciones científicas objetivas sobre el grado de conocimiento de la biodiversidad del planeta, los ecosistemas y las contribuciones que estos hacen a las personas, así como opciones y acciones para proteger y usar de manera sostenible estos activos naturales vitales.

T: MLM – RV: EG

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