Cuando en 2011 Ruanda se comprometió a reforestar dos millones de hectáreas de su capa boscosa, dentro del objetivo mundial de restaurar 150 millones de hectáreas de bosques degradados para 2020, había muchas dudas sobre si este país del centro-oriental de África podría lograrlo.
Densamente poblado y con una pequeña superficie, el país tenía muchas limitaciones para avanzar hacia esa meta, como parte del Desafío de Bonn, un compromiso mundial en que hasta ahora participan 44 países y que también establece que para 2030 se hayan restaurado un total de 350 millones de hectáreas de bosques en el mundo.
Además de la disponibilidad limitada de tierra, en un país con una superficie de tan solo 2,4 millones de hectáreas o 24 000 kilómetros cuadrados, había otros obstáculos como una topografía de pendientes pronunciadas y una de las tasas de erosión del suelo más altas, según las Naciones Unidas.
También perjudicaba al ambicioso compromiso hecho como que alrededor de 98 por ciento de la población usaba la leña como fuente de energía, 70 por ciento de la tierra era utilizada por la pequeña agricultura y la diversidad de las especies era baja y las semillas de baja calidad y poco disponibles.
Pero ya en 2018, Ruanda, junto con Corea del Sur, Costa Rica, Pakistán y China, fue considerado uno de los países líderes en el mundo en reforestación, gracias a su exitoso programa de restauración de bosques.
¿Cómo logró el país reforestar más de 800 000 hectáreas, casi la mitad de su compromiso original, en menos de una década?
Parte de la respuesta radica en la reestructuración y el fortalecimiento del Centro Nacional de Semillas de Árboles (CNSA), ubicado en Huye, en la provincia Sur, a unos 133 kilómetros de la capital, Kigali.
El Centro tiene la tarea de centralizar el suministro de semillas arbóreas en todo el país, incluido el establecimiento de nuevas fuentes de semillas, la mejora de los árboles con deficiencias de crecimiento y la recolección y certificación de semillas.
Hasta 2014, el CNSA dependía de la Junta de Desarrollo de Recursos Agrícolas y Animales de Ruanda y sus semillas tenían ganada mala fama entre los agricultores y las comunidades, según recuerda Emmanuel Nsabimana, un trabajador en el Centro, que ha plantado árboles alrededor de Huye por más de 40 años.
Pero todo cambió cuando ese año el Centro se convirtió en una unidad de la Agencia Forestal de Ruanda.
Dos años después, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la Secretaría del Desafío de Bonn y el gobierno alemán se convirtieron en los contribuyentes más importantes de las labores de restauración del Centro.
La UICN y la Agencia de Desarrollo de Bélgica se asociaron además como el gobierno de Ruanda para fortalecer al Centro.
Jean Pierre Maniriho, oficial de Restauración del Paisaje Forestal de la UICN, explicó a IPS que esta organización que aglutina a gobiernos, agencias estatales y organizaciones ambientales, apoya al Centro con equipos, mejora de sus instalaciones, nuevos métodos para producir las semillas y la rehabilitación de los almacenes donde se cuidan hasta su distribución.
«Antes de que llegaran los socios, muchas cosas no iban bien. Por ejemplo, no teníamos una cámara refrigerante, lo que era malo para las semillas. Solo éramos dos empleados, y el stock también era viejo. Pero ahora estamos en una mejora constante”, acotó a IPS Floribert Manayabagabo, el responsable de producción del Centro.
Manayabagabo cree que el éxito se originó en la combinación de asociaciones que garantizan que el CNSA cuente ahora con una buena infraestructura, que incluye los viveros de semillas, invernaderos apropiados, un laboratorio, una moderna cámara frigorífica y cinco empleados a tiempo completo.
Maniriho explica que la calidad y cantidad de las semillas son esenciales para garantizar la sostenibilidad, satisfacer la demanda y generar confianza entre los productores.
Actualmente, 30 por ciento de las semillas provienen del Arboreto de Ruhande, de 200 hectáreas, vecino al centro.
Las semillas de esa plantación con fines científicos incluyen 207 especies exóticas y nativas, explica Emmanuel Niyigena, un oficial de campo en el centro.
El otro 70 por ciento proviene del exterior del centro, con una cantidad significativa procedente de nueve cooperativas relacionadas con la agrosilvicultura de Ruanda, mientras el resto se importan de la vecina Kenia.
El trabajo de Eric Kazubwenge, explica a IPS, es asegurarse de que las semillas del centro nunca decepcionen.
«Normalmente hacemos una inspección física para asegurarnos de que no estén dañados. Luego procedemos con las pruebas de laboratorio antes de realizar otras pruebas en el vivero donde se conservan las semillas para asegurarnos de que no resistan la plantación del suelo», explicó el responsable de la inspección y regulación de las semillas.
Para ello se realizan múltiples pruebas continuamente para determinar cuánto tiempo puede crecer una semilla en un vivero o cuánta humedad necesitan para sobrevivir.
Kazubwenge aprendió muchas de estas habilidades en Kenia, donde recibió capacitación a través de una asociación de la UICN.
La capacitación de Kazubwenge fue altamente técnica, pero los miembros de las cooperativas involucradas en la cadena de suministro de semillas también recibieron un adiestramiento específico para sus tareas.
Al contrario que en el pasado, «nuestro stock está (ahora) lleno de buenas semillas en términos de calidad y cantidad, gracias a las cooperativas que fueron capacitadas en la recolección y selección de semillas”, dijo a IPS Janviere Muhayimana, responsable de ese stock.
El CNSA también garantiza que los agricultores y la comunidad reciban la información necesaria sobre la plantación de las semillas mejoradas.
El trabajador Nsabimana está de acuerdo: «No hay más quejas (de los agricultores) ya que las semillas responden bien al suelo».
Los especialistas de la institución son optimistas sobre el futuro.
La visión de Kazubwenge para el futuro del centro involucra incorporar tecnologías avanzadas que le permitirán «realizar evaluaciones y análisis genéticos porque nos brinda un conocimiento profundo sobre la compatibilidad de las semillas de acuerdo con sus orígenes».
Maniriho, de la UINC, ve a Ruanda en un buen camino para convertirse en un centro regional de semillas.
«La deforestación es un desafío global. Lo que tenemos en Ruanda es lo mismo que está sucediendo exactamente en Burundi o Malawi”, explicó.
Ahora el país importa semillas de Kenia, pero en un próximo futuro podría ser él quien exporte, consideró.
“Podemos hacer esas conexiones que puedan alentar y fortalecer la asociación recíproca en el suministro de semillas” y no gastar así recursos en importarlas cuando se pueden producir internamente, destacó.
T: MF