La pandemia desatada por el nuevo coronavirus se sumó ya a la precaria situación en que sobreviven miles de indígenas venezolanos desplazados y refugiados en el norte de Brasil, de acuerdo con el seguimiento sobre el terreno de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).
Un reporte de la agencia recogió el testimonio de Orlando Martínez, 43 años, líder comunitario de 18 familias warao, etnia cuyo hábitat originario es el delta del Orinoco, en el noreste de Venezuela, que en 2017 cruzaron la frontera con Brasil para huir del hambre, la violencia y la inseguridad en su país.
Martínez dijo desde la norteña ciudad de Belém que 26 personas de su comunidad presentaron síntomas de padecer la covid-19, como fiebre, dolores de pecho, de cabeza, tos y dificultad para comer y caminar.
Uno de ellos cayó gravemente enfermo. Los warao, de acuerdo con sus tradiciones, rezaron para que pudiera librarse del mal, pero finalmente el pariente falleció, agregando otra tristeza a la ya golpeada comunidad, de unos 120 individuos.
Orlando y su familia se ganan la vida vendiendo artesanías hechas con hojas de palma buriti (Mauritia flexuosa, también llamada moriche), pero con la situación creada por la covid-19 ya no pudieron salir a vender, y quedaron sin dinero para el alquiler de la casa donde estuvieron confinados en Belém durante meses.
“No pudimos pagar y nos echaron”, narró Martínez. Afortunadamente fueron rápidamente reubicados en un albergue local.
La región norte de la Amazonia, a donde llegaron unos 5000 indígenas entre las decenas de miles de venezolanos que cruzaron la frontera, es una de las regiones de Brasil golpeadas por el coronavirus, que ya colocó a este país como el tercero más afectado del mundo, con más de 300 000 casos y más de 20 000 fallecidos.
De acuerdo con el reporte de Acnur, casi la mitad de los refugiados indígenas venezolanos en Brasil encontraron espacios seguros en albergues en todo el país, pero muchos otros aún se encuentran en situaciones precarias.
Están relegados en viviendas de calidad inferior, dependen en gran medida de la venta de sus artesanías, su alimentación e higiene es deficiente, se ven afectados por las medidas de permanencia en el hogar y están mal equipados para tomar medidas para evitar el contagio.
El desplazamiento forzado de los indígenas “a menudo los deja debilitados y desnutridos. Eso, más la falta de acceso a la medicina natural, las condiciones insalubres de alojamiento y la exposición a nuevas enfermedades, a veces puede resultar fatal”, dijo Sebastián Rosa, oficial de Acnur sobre el terreno.
Los indígenas venezolanos agregan sus carencias a las de casi 900 000 integrantes de los pueblos originarios de Brasil y cuyos líderes, a comienzos de mayo, advirtieron en un documento que “somos extremadamente vulnerables y existe un riesgo real de que el nuevo virus cause otro genocidio”.
En su apoyo, una carta abierta instigada por el fotógrafo Sebastiao Salgado y firmada por más de 200 000 personas, encabezadas por celebridades globales como Brad Pitt, Madonna y Paul McCartney, dijo que la covid-19 “representa una amenaza extrema” para los pueblos indígenas de la Amazonia.
Acnur subrayó que, entre los indígenas, las comunidades de desplazados están “peligrosamente expuestas y en riesgo”, y en el norte brasileño intensificó su trabajo con gobiernos municipales para dotarlos con kits de higiene y brindarles albergues con mejor infraestructura de saneamiento básico.
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