Mantener el distanciamiento social o lavarse las manos con frecuencia, las medidas más elementales frente al coronavirus, son un lujo para los refugiados y desplazados por los conflictos en Borno, el estado más al noreste de Nigeria, advirtió la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF).
Son aproximadamente 1,5 millones de personas, y muchos viven en campamentos superpoblados, con instalaciones de agua y saneamiento deficientes, suministro limitado de elementos esenciales de higiene, como agua y jabón, y a menudo no hay espacio individual en absoluto.
En Borno, un estado de 70 898 kilómetros cuadrados y unos cinco millones de habitantes, “el funcionamiento de la salud es escaso y la capacidad de derivar pacientes es extremadamente limitada”, según el reporte de MSF, que trabaja en cuatro hospitales del área, constantemente saturados.
En toda la región ribereña del lago Chad, que comparten Camerún, Chad, Níger y Nigeria, se confrontan los ejércitos regulares con las guerrillas Boko Haram y Estado Islámico de África occidental, un conflicto que ha cobrado 35 000 vidas y forzado el desplazamiento de unos dos millones de personas.
En los últimos 10 años los habitantes de la región han padecido ese conflicto pero también brotes de malaria, sarampión, cólera y desnutrición severa, y ahora están amenazados por la pandemia covid-19, los que demandará más atención médica pero en primer lugar recursos simples, como agua, jabón y distancia entre personas.
Según MSF, muchas personas en campamentos de refugiados o desplazados en poblados de Borno son muy vulnerables, porque ya padecen males endémicos en esos asentamientos superpoblados, como infecciones en el tracto respiratorio o enfermedades transmitidas por el agua insalubre que logran obtener.
Solo en 2019 los servicios de MSF atendieron 40 000 personas de urgencia, detectaron 33 000 casos de malaria y trataron 10 000 de desnutrición severa. En Pulka, una ciudad de 63 000 habitantes, 35 por ciento de las enfermedades atendidas se debieron a la mala calidad del agua.
En esa ciudad, 27 000 desplazados se hacinan durante meses o años en refugios diseñados como albergues para un par de semanas. El distanciamiento o la cuarentena son imposibles en tiendas de 75 metros cuadrados ocupadas por 10 familias, unas 50 personas, sin separación de espacios.
El informe trae el testimonio de Ajia Adam, una desplazada que vive en Pulka: “Tienes que levantarte temprano si quieres obtener agua. Tengo siete hijos, y a veces el agua no es suficiente para que bebamos. Todos los días, las mujeres en el pozo se pelean por eso: sabemos que no habrá suficiente para todos”.
Siham Hajaj, coordinadora de MSF en la zona, dijo que “en todos los campos de desplazados hay brechas en las instalaciones esenciales de agua y saneamiento, lo que exacerba la amenaza de la covid-19”.
Esas brechas, “combinadas con los niveles de hacinamiento, los problemas endémicos y la falta de infraestructura de salud, subrayan la vulnerabilidad de la población. No hay duda del peligro que representa la covid-19, pero no podemos permitir que interrumpa la asistencia en otras áreas”, agregó Hajaj.
MSF abogó por que se mejoren las instalaciones de agua y saneamiento en los campamentos de desplazados y se asegure el acceso a equipos de protección personal para los trabajadores de la salud de primera línea.
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