Mientras la mayoría de arrecifes del mundo se enfrentan al blanqueamiento causado por el calentamiento global, los 450 kilómetros del arrecife mexicano en el mar Caribe batallan contra un enemigo mayor: el síndrome blanco, que consume sin piedad los corales.
Ahora, una luz de esperanza surge contra la enfermedad con el proyecto Arca de Noé para el Coral Mexicano, que comenzó a implementarse a fines de 2019.
Roberto Cerda, fundador de la organización no gubernamental Restore Coral, sostuvo que “más de 22 especies de corales han sido afectadas, principalmente corales duros. El coral cerebro es el más afectado, pero está, por ejemplo, el coral pilar, bellezas de 300 años y 200 años, y 90 por ciento de esa especie ya desapareció”.
El síndrome blanco, explicó el activista Noticias ONU, es causado por una bacteria que “tiene un efecto similar en los corales que el blanqueamiento, pero las colonias infectadas mueren rápidamente en cuestión de semanas. En 40 días mata un coral de 200 años, es brutal”.
Su organización ha promovido el proyecto del Arca de Noé, un banco genómico con el objetivo de restaurar el tejido coralino vivo, preservar de manera criogénica gametos y larvas de esos animales marinos, y establecer un banco genético de diversas especies.
En la iniciativa participan académicos de diferentes disciplinas, pertenecientes a la Universidad Autónoma de México (Unam).
No solo las bacterias del síndrome blanco golpean a los arrecifes coralinos del Caribe mexicano. También la llegada de las aguas negras, el turismo insostenible, el cambio climático y el mal manejo de residuos amenaza a esos ecosistemas.
Hay indicios de que la mala calidad del agua incide en el crecimiento de la bacteria que causa el síndrome blanco. En algunas zonas costeras mexicanas se descargan aguas residuales directamente al océano.
El daño avanza: según un estudio de la oenegé Healthy Reefs, el síndrome blanco, que se detectó por primera vez en gran escala en México en 2018, ha tenido una propagación rápida a lo largo del Caribe, afectando hasta diciembre de 2019 a ocho países.
El fenómeno incluye al Sistema Arrecifal Mesoamericano, que acoge a 100 000 especies y es considerado el segundo de barrera más largo del mundo, el primero transfronterizo, que discurre por cuatro países a lo largo de 1000 kilómetros de costa, según datos del Fondo Mundial para la Naturaleza.
Los arrecifes de coral no son plantas ni rocas, son animales coloniales, de los cuales depende hasta 25 por ciento de las especies marinas, incluyendo las tortugas. Son fundamentales para preservar la capacidad de pesquerías, que marcan el modo de vida de comunidades costeras mexicanas.
Pero el Caribe mexicano es un importante destino de cruceros y otras expresiones de turismo, que acarrean a la economía del país al menos 2200 millones de dólares, recordó Cerda.
“Hay una realidad, el impacto del turismo. Cada vez que lega se altera la calidad del agua si no le damos un descanso”, pues en caso contrario, la gente que vive del turismo en esos bellos arrecifes “tendrán que dedicarse a otra actividad económica”, comentó el experto.
La luz de esperanza está en el banco genómico que puedan desarrollar las entidades activas en la preservación ambiental de la zona, junto con los de replantación y restauración de corales que propone la nueva y mexicana arca de Noé.
Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), si no se reducen los actuales niveles de emisiones de carbono, 99 por ciento de los arrecifes de coral desaparecerán para el año 2050.
Incluso si se cumple el Acuerdo de París sobre cambio climático, aprobado en 2015 y que entrará en vigor a fines de este año, podrán desaparece al menos 50 por ciento de las formaciones coralinas.
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