Cuando a Yasser Arafat se le negó en 1988 una visa estadounidense para poder hablar ante las Naciones Unidas en Nueva York, la Asamblea General desafió a Washington al trasladar temporalmente al máximo órgano de la ONU a Ginebra, por primera vez en la historia del foro mundial.
El ya fallecido líder de la Organización para la Liberación de Palestina, quien había sido orador de la ONU anteriormente en 1974, golpeó al gobierno estadounidense de la época cuando dijo durante su discurso que «nunca se me ocurrió que mi segunda intervención ante esta honorable Asamblea, desde 1974, tendría lugar en la hospitalaria ciudad de Ginebra».
El gobierno de Donald Trump, dentro de su batalla con Irán, ha impuesto una serie de sanciones políticas y económicas al ministro de Asuntos Exteriores iraní, Mohammad Javad Zarif, incluso cuando Washington, paradójicamente, proclama que la crisis con Teherán solo puede resolverse diplomáticamente.
Las sanciones a Zarif, impuestas el 31 de julio, también le impedirán integrar la delegación iraní a la próxima Asamblea General de la ONU, a partir del 17 de septiembre, y participar en seis reuniones de alto nivel que tendrán lugar posteriormente en el foro mundial en Nueva York.
Si a Zarif se le niega una visa, como muchos prevén, será una violación del acuerdo de 1947 entre la ONU y Estados Unidos, relativo a la sede en Nueva York, según el cual Washington debe facilitar y no obstaculizar el buen funcionamiento del organismo mundial.
En el caso de la OLP, no era un Estado miembro de la ONU de pleno derecho, pero Irán es un miembro fundador del organismo mundial.
La administración Trump ya ha incumplido o abandonado varios acuerdos internacionales, incluido el Acuerdo de París sobre cambio climático de 2015, el acuerdo nuclear iraní de 2015 y, más recientemente, el histórico Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio de 1987 con Rusia, que ayudó a sellar el final de la Guerra Fría.
¿El acuerdo de la sede de Estados Unidos y la ONU estará muy lejos de vivir una situación similar?
James Paul, quien se desempeñó como director ejecutivo del Foro de Política Global (1993-2012), un monitor independiente de las políticas de la ONU, dijo a IPS que las sanciones impuestas a Zarif han dado otro golpe a la diplomacia y al arreglo de disputas.
Zarif, señaló, no es solo un diplomático muy respetado y una de las figuras más populares del gobierno de Hassan Rouhani, es quizás la figura en Teherán más capaz de ayudar a resolver la espiral del conflicto entre Teherán y Washington.
«Un aspecto importante del movimiento de Washington contra Zarif ha pasado desapercibido: el impacto en las Naciones Unidas», agregó.
Existe una gran posibilidad de que Washington viole sus responsabilidades como país anfitrión de la ONU, ya que las sanciones de viajar a Estados Unidos impedirán que Zarif asista a la sesión de apertura de la Asamblea General y a las reuniones posteriores, señaló.
«Tal medida violaría el Acuerdo de la sede de Estados Unidos y la ONU de 1947», dijo Paul, autor del libro «De zorros y gallinas: la oligarquía y el poder mundial en el Consejo de Seguridad de la ONU».
Tradicionalmente, añadió, la sesión de apertura trae oradores de alto nivel de todo el mundo. Es importante no solo como momento para discursos de alto perfil, sino también de encuentros y negociaciones privadas, lejos de la atención pública.
El portavoz de la ONU, Stephane Dujarric, dijo el 6 de agosto que «obviamente, tendremos que esperar y ver qué sucede en la Asamblea General», respecto a la presencia del ministro iraní.
«No hago predicciones, pero Estados Unidos tiene obligaciones bajo el Acuerdo del país anfitrión, al igual que otros países que albergan sedes de la ONU o conferencias de la ONU. Y, como cuestión de principio, esperamos que todos los países con tales obligaciones estén a la altura de esas obligaciones, pero tendremos que esperar y ver qué pasa», dijo Dujarric.
Ramesh Thakur, ex subsecretario general de las Naciones Unidas y profesor emérito de la Escuela Crawford de Política Pública de la Universidad Nacional de Australia, dijo a IPS que hay tres problemas profundos del lado estadounidense.
El primero, dijo, se retiraron unilateralmente de un acuerdo nuclear negociado multilateralmente con Irán, respaldado por unanimidad por el Consejo de Seguridad de la ONU.
El Consejo pidió a todos los Estados que ayuden a implementar el acuerdo, levantar las sanciones y ayudar al desarrollo económico de Irán. Por lo tanto, al volver a imponer sanciones unilaterales, Washington viola de manera sustancial el acuerdo y viola el requerimiento del Consejo.
El segundo, añadió, las sanciones contra Zarif contravienen la declarada posición de la administración Trump a favor de una solución con Irán a través de la diplomacia, lo que obviamente no favorece sancionar al ministro de Asuntos Exteriores iraní.
El tercero es la implicación que tiene sobre la asistencia de Zarif a la Asamblea General, sostuvo.
A su juicio, el portavoz de la ONU está en lo correcto de que ello violaría el tratado de 1947. Pero para Thakur también violar el acuerdo nuclear, “es en realidad más grave” y además muestra la falta de capacidad de la ONU y el Consejo de Seguridad en controlar los actos de sus cinco miembros permanentes.
Thakur, quien también fue vicerrector superior de la Universidad de las Naciones Unidas (1998–2007), considero que algo similar sucedió cuando dos miembros prominentes de la administración Trump, el secretario de Estado, Mike Pompeo, y el asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, amenazaron con sanciones a la Corte Penal Internacional (CPI) y a todo su personal.
A juicio del diplomático australiano, la ONU aceptó mansamente la descarada amenaza estadounidense y los jueces del CPI abandonaron la investigación que molestaba a Washington.
Paul dijo que la administración Trump está ansiosa por presionar más a Irán y enterrar completamente el acuerdo nuclear que tanto costó alcanzar y que Washington abandonó en 2018.
Pero, salvo en Gran Bretaña e Israel, hay poco respaldo internacional a cerrar las puertas diplomáticas al trascendental acuerdo, denominado formalmente Plan de Acción Integral Conjunto sobre el programa nuclear iraní, que además de Estados Unidos suscribieron y mantienen Alemania, China, Francia, Gran Bretaña y Rusia.
«Los gobiernos de todo el mundo también se oponen firmemente a las tácticas de intimidación de la administración Trump y a que Estados Unidos desprecie una ONU abierta, donde todos los Estados miembros puedan hablar», dijo Paul.
«Esta no sería la única vez que Estados Unidos ha denegado la entrada a funcionarios extranjeros de alto nivel, pero el retroceso ahora puede ser especialmente grave. A la luz del apoyo al acuerdo nuclear en Europa, se podría anticipar una intensa oposición a la prepotencia de Estados Unidos», planteó.
Paul recordó que Zarif vivió en Estados Unidos como estudiante universitario y es famoso como portavoz del gobierno de los ayatolás por su perfecto dominio del inglés, sus maneras corteses y unas posiciones flexibles que incluso le han traído problemas dentro de su gobierno.
Esto, a su juicio, hace que los halcones de la Casa Blanca lo vean como “una amenaza”.
Pompeo acusó a Zarif de ser «cómplice del comportamiento ilegal del régimen», mientras que Bolton lanzó sus propios insultos al diplomático iraní de voz suave.
«¿Los halcones neutralizarán a Zarif al prohibirle participar en la ONU, o la Casa Blanca se sentirá obligada a dejarle que represente a su país en la ONU, al menos por el momento?», se preguntó Paul.
En un momento en que una guerra de Estados Unidos con Irán está en el tapete y unas negociaciones secretas en la ONU sobre Irán podrían aliviar las tensiones, el acatamiento del acuerdo de la sede podría tener un gran impacto en la paz y la seguridad internacionales, mantuvo.
Hay un antecedente a ese respecto. Poco antes de anunciarse las sanciones en su contra, Zarif estuvo en Nueva York para participar el 17 de julio en el Foro Político de Alto Nivel sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Entonces ya el Departamento de Estado restringió su viaje a esa actividad, pero el diplomático se reunió con miembros de Congreso estadounidense.
Estados Unidos rara vez ha denegado una visa a un jefe de Estado que visite las Naciones Unidas para dirigirse a la Asamblea General.
Pero lo hizo en noviembre de 2013, cundo negó la visa al entonces presidente sudanés, Omar Hassan al Bashir (1989-abril 2019), lo que provocó la protesta de su país ante la ONU.
La negativa a la visa al ahora expresidente sudanés tuvo entre sus razones el abierto proceso en su contra en el CPI por crímenes de guerra y genocidio, por el que había una orden de captura internacional.
Eso planteó una pregunta legítima: ¿tiene Estados Unidos el derecho de actuar implícitamente en un fallo de la CPI cuando Washington no es parte del Estatuto de Roma que creó la CPI?
T: MF