La vida de la sudafricana Joy Daniels dio un vuelco cuando, de ser limpiadora en una pensión, pasó a trabajar en una empresa de comercio justo en la que pronto fue ascendida a gerenta. Actualmente dirige una agencia de viajes.
La certificación de comercio justo es una de varias iniciativas con las que Sudáfrica busca desarrollar el turismo de modo responsable.
“La manera como administraban aquella pensión y el modo en el que manejaban a su personal era totalmente diferente de lo que experimenté después. Intenté ayudar en distintas partes, pero no lo logré. Yo era apenas una limpiadora”, relató Daniels a propósito de su empleo anterior.
Cuando pasó a integrar la empresa certificada como de comercio justo tuvo la oportunidad de desarrollar nuevas habilidades. Había vacante un puesto de gerenta y varias personas la alentaron a postularse.
“No estudié administración (de empresas). Todo lo que sabía lo aprendí en el día a día, mirando a los demás. Y nunca había trabajado de manera independiente, sin alguien que me supervisara. Tenía mucho miedo, pero también me di cuenta de que no tenía nada que perder”, agregó.
Finalmente obtuvo el puesto, y la experiencia la hizo crecer tanto en lo profesional como en lo personal.
“Siempre fui muy tímida y esto mejoró mi autoestima. Al administrar una empresa, una empieza a pensar de manera diferente en otras áreas de su vida también. Aprendí muchas cosas, entre ellas cómo manejar mi vida personal y mi tiempo”, dijo Daniels.
El impacto en su vida fue enorme. Esta madre soltera vivía antes en Mitchell’s Plain, otrora suburbio dominado por el régimen del apartheid -que segregaba a la población negra- y que actualmente es escenario del violento accionar de pandillas. Pero gracias a todos estos cambios pudo mudarse a Sea Point, un barrio residencial de moda sobre la costa atlántica de Ciudad del Cabo.
En otro escenario de la misma ciudad, en Table Mountain (o montaña de la mesa), otro emprendimiento turístico acreditado como de comercio justo recibe a viajeros de todo el mundo. Se trata de un hostel para excursionistas que abrió sus puertas en 1990.
“Mi mejor amiga Toni (Shina) y yo queríamos marcar una diferencia desde el inicio, así que imprimimos nuestros primeros folletos en papel reciclado. En aquella época eso no era para nada común, por lo que resultaba un poco difícil conseguir ese papel”, explicó a IPS la copropietaria del hostel, Lee Harris.
Harris y Shina invirtieron mucho en el bienestar y el desarrollo profesional de su personal. Crearon un fondo de becas dotado de 15.000 rands (unos 1.000 dólares) anuales que promueve la educación de empleados y empleadas. Y también de sus hijos e hijas, que de este modo pueden acceder a buenas escuelas.
Aunque la educación es gratuita en todas las escuelas públicas sudafricanas, todavía quedan algunas a las que otrora solo podían asistir los blancos. Ahora, por ley, las mismas están abiertas a personas de todas las razas, y son administradas por juntas escolares que cobran tarifas mínimas para cubrir su mantenimiento y disponer de materiales extra.
Uno de los guardias de seguridad usó el fondo para pagarse los estudios que le permitieron convertirse en pastor. Otro empleado optó por formarse en turismo.
También cuentan con un fondo de retiros financiado por el propio personal. “Es como un ahorro forzado que será de ellos cuando se vayan o se retiren”, dijo Harris.
Las directoras también se aseguran de que los miembros del personal puedan consultar a un médico cuatro veces al año, y que reciban tratamiento si se enferman. Uno de los empleados, por ejemplo, contrajo tuberculosis.
“Nunca despedimos a nadie por estar enfermo”, señaló Harris, agregando que, en cambio, tratan de ayudarlo en lo que necesite.
El hostel también implementa varias prácticas amigables con el ambiente: reciclaje, criaderos de gusanos, duchas eficientes y paneles solares, entre otras.
“Tenemos una empresa que viene cada lunes a reciclar nuestros desechos. Colocamos aparte los restos de comida, que luego utiliza un establecimiento agrícola cercano”, relató Harris.
Solamente compran verduras y frutas de estación. Lo que sobra lo empacan y lo entregan a personas de la calle. El hostel también participa de manera activa en varias iniciativas sociales.
En el hostel permiten que el personal decida sobre las reglas que imperan en el ámbito laboral, lo que está detallado en el contrato de empleo.
Quienes trabajan allí viajan largas distancias cada día, porque no pueden darse el lujo de vivir en la ciudad.
[related_articles]“Llegar al trabajo cuesta 1.000 rands (unos 70 dólares) mensuales, y el salario mínimo del gobierno es de 3.200 rands (unos 200 dólares). ¿Qué puede hacer uno con eso? Nuestra sueldo base es 2,6 veces el salario mínimo: 8.500 rands (unos 590 dólares)”, destacó Harris.
Comercio Justo en el Turismo de Sudáfrica (FTTSA, por sus siglas en inglés), comenzó originalmente como un proyecto de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Pero luego se formó una organización sin fines de lucro que funcionaba de modo independiente.
FTTSA tiene seis principios que funcionan como eje de su trabajo: comercio justo, poder de decisión, respeto, confiabilidad, transparencia y sostenibilidad.
“Hay 230 criterios de certificación. Las empresas tienen que pasar por una auditoría que realiza la administración. Hacemos muchas consultas a lo largo de todo el proceso”, explicó a IPS la directora gerenta de FTTSA, Jane Edge.
El estándar de turismo de comercio justo se aplica directamente en otros cuatro países (Malawi, Zambia, Uganda y Zimbabwe) y a través de acuerdos de reconocimiento mutuo en otros cinco países.
Según Edge , existen planes de expandirse. “En aproximadamente un año queremos estar activos en 12 o 13 países africanos”, expresó a IPS.
En tanto, Harris dijo esperar “que, en el futuro, el turismo responsable no sea algo inusual”.