Brasil seguirá sufriendo tsunamis mineros como el que ha ocasionado la muerte de más de 300 personas en Brumadinho el 25 de enero, que repite el colapso de otro dique de residuos que provocó 19 muertes y ahogó en fango el río Doce en 2015.
Es el dramático diagnóstico de Julio Cesar Grillo, superintendente del gubernamental Instituto Brasileño de Medio Ambiente (Ibama) en Minas Gerais, el estado brasileño más afectado por la maldición de la minería, grabada en su propio nombre.
Desde 2002, en Minas Gerais, en el sureste del país, se ha roto cada dos años en promedio una de las balsas que almacenan los relaves, los residuos minerales mezclados con barro estéril.
Es un récord que concentra 25 por ciento de estos accidentes a nivel mundial, que promedia el número de dos por año, destacó Grillo a IPS.
En ese estado se localizan 220 de las 449 presas de relave incluidas en el Programa Nacional de Seguridad de Presas de la Agencia Nacional de Minería, órgano regulador del gobierno central. En total en el país hay 839 depósitos de relaves, pero los demás no se incluyen en el programa por no representar un peligro.
La rotura del embalse Fundão el 5 de noviembre de 2015 en Mariana, un municipio de 60.000 habitantes en el centro del estado, era hasta ahora la mayor catástrofe ambiental de Brasil. El fango mineral extinguió la vida a lo largo de los 500 kilómetros del río Doce, que transportó la contaminación hasta el océano Atlántico.
La letalidad casi 20 veces mayor de Brumadinho, un municipio de 39.000 habitantes a 85 kilómetros de Mariana, se debe básicamente a que el centro administrativo de la mina Feijão (frijol), explotada por la empresa Vale, estaba a 1,6 kilómetros cuesta abajo de la represa Córrego do Feijão (riachuelo del frijol).
El relave de Brumadinho era de 12,7 millones de metros cúbicos, un cuarto del volumen del de Mariana.
Los daños ambientales serán menores, pero la tragedia humana mucho peor, reconoció Fabio Schvartsman, el presidente de Vale, la principal compañía minera de Brasil y la mayor exportadora mundial de hierro, antes de conocer los datos de las pérdidas humanas.
Al estallar el dique, poco después del mediodía del viernes 25, gran parte de los trabajadores de la mina, estimados en 427 por la empresa, estaban almorzando. En pocos minutos el barro sepultó todo el complejo administrativo, incluyendo el comedor.
No sonó la alarma prevista en caso de accidentes, según sobrevivientes.
En la mañana de este lunes 28, hora local, el Cuerpo de Bomberos, que coordina la búsqueda de sobrevivientes, anunció la confirmación de 60 muertos, solo 19 identificados.
Los desaparecidos eran 292, sepultados entre una masa de entre 15 y 20 metros de barro tóxico, y se logró rescatar 192 personas, entre las cuales ha decenas de heridos.
¿Cómo fue posible construir allí el centro administrativo, una trampa en la línea de destrucción del tsunami de fango?
“Los empresarios mineros no admiten que pueda ocurrir lo peor, aunque sepan que no hay riesgo cero. Ignoran el principio de la precaución, eluden las normas y minimizan los daños. Es el capitalismo salvaje”, resumió Grillo en su diálogo con IPS
Su convicción de que las tragedias se repetirán se debe a esa actitud de las firmas mineras y la imposibilidad de aprobar una legislación adecuada, al menos en el singular caso de Minas Gerais.
Un proyecto de ley regional elaborado tras la tragedia de 2015, con participación de órganos de control como Ibama y el Ministerio Público (fiscalía), organizaciones ambientalistas y comunidades, fue rechazada en la Asamblea Legislativa de Minas Gerais, pese al apoyo de más de 50.000 firmas de electores, lamentó Grillo.
Las empresas mineras presionan a los legisladores, reconoció, coincidiendo en ello con el único diputado que votó por la propuesta, el socialdemócrata João Vitor Xavier. Los opositores al proyecto argumentaron que una ley tan rígida “volvería inviable la minería”.
Evitar nuevas tragedias mineras solo sería posible eliminando esas balsas de relave, con “la disposición en seco de los desechos”, según Grillo, ingeniero de 66 años volcado a innovaciones tecnológicas y luchas ambientales.
“Hay cinco técnicas ya comprobadas en Minas Gerais, incluso por la Vale, que le quitan agua al relave, haciéndolo casi sólido, un residuo que se puede aprovechar en la construcción, para hacer hormigón o base de pavimentación de carreteras”, explicó.
Eso incluye la filtración y otras técnicas de tratamiento que se descartan porque representarían costos adicionales.
«Podría reducir utilidades en 0,5 o uno por ciento, nada excepcional. Pero las empresas prefieren arriesgar, maximizar las ganancias”, señaló el superintendente de Ibama, en el cargo desde diciembre de 2017.
Y tragedias más graves están al acecho.
En Paracatu, 430 kilómetros al noroeste de Brumadinho, el depósito de relave es de 475 millones de metros cúbicos, 12 veces el de Fundão en Mariana, realzó Grillo.
Además, sus desechos son más letales, porque incluyen arsénico y cianuro, ya que se trata de un yacimiento de oro, no de hierro como los de Mariana y Brumadinho.
Esa mina es explotada por el grupo canadiense Kinross Gold, que controla 22 por ciento de la producción de oro en Brasil, y con presencia también en Chile, América del Norte, África y Rusia.
“Perderíamos el río São Francisco por más de un siglo”, si se rompe el dique en Paracatu, advirtió Grillo. Ese río es uno de los ríos más largos de Brasil, con una extensión total de 2.830 kilómetros, y la mayor fuente de energía eléctrica de la región del Nordeste del país.
Las muertes serian incalculables, no solo porque el barro sepultaría las poblaciones ribereñas, sino también porque se envenenaría el agua de millones de familias, en la cuenca de 641.000 kilómetros cuadrados.
Una mortandad más inmediata es un riesgo para Congonhas, 50 kilómetros al sureste de Brumadinho, donde “en cinco minutos el relave sumergiría un barrio de más de 20.000 habitantes, ubicado a 300 metros abajo del dique”, teme el ingeniero ambientalista.
La repetición de esas tragedias es previsible también para Bruno Milanez, profesor de la Universidad Federal de Juiz de Fora, la segunda mayor ciudad de Minas Gerais, por detrás de su capital, Belo Horizonte.
“No discutimos si habrá otros accidentes, sino cuando ocurrirán”, dijo en entrevista al diario Folha de São Paulo del 28 de enero. Las empresas expanden sus minas cuando sube el precio del mineral y recortan costos de mantención en la baja, luego estallan sus presas de relave, explicó el especialista, quien coordina un núcleo de investigación sobre minería y ambiente.
Belo Horizonte, con sus 2,5 millones de habitantes, está rodeada de minas que han ido rebajando sus cerros y amenazan sus aguas.
Brumadinho, a 40 kilómetros en línea recta, integra la región metropolitana. El depósito de relave estallado ahora ya contaminó el río Paraopeba, una fuente que será reemplazada por otros manantiales, aseguraron las autoridades hídricas.
El barro ahora deberá escurrir ahora hasta ser contenido en la represa hidroeléctrica de Retiro Baixo, a 220 kilómetros río abajo. “El sacrificio de esa fuente de energía evitará daños ambientales más graves”, que podrían llegar al São Francisco, comentó Grillo.
Mientras, hay minas cuyos residuos amenazan el Parque Rola Moça y las sierras del Curral y de Piedade, todas en las cercanías de Belo Horizonte.
Las maniobras empresariales dificultan la prevención de accidentes. Hay empresas que se declaran en quiebra luego de explotar los yacimientos durante algún tiempo, dejando detrás pesados pasivos ambientales.
Vale, fundada en 1942 como estatal y privatizada en 1997, es socia de la mina accidentada en Mariana y tiene otras 140 unidades en Brasil.
En el caso de Brumadinho, logró autorización para expandir la mina, presentando la propuesta junto con la desactivación del relave.
“Me abstuve en la votación porque el paquete presentado juntó un proyecto positivo y otro negativo”, porque profundizar la excavación minera contaminaría la napa freática que abastece la población aledaña, concluyó Grillo.
La tragedia humana y ambiental de Brumadinho sucedió apenas tres días después de que el presidente Jair Bolsonaro, de extrema derecha, se jastase en el Foro Económico Mundial de Davos, en Suiza de que «somos el país que más preserva el medio ambiente en el mundo». En las redes sociales, cientos de usuarios esperan quela catástrofe sirva, al menos, para que su gobierno contenga su promesa de reducir las reglas de preservación ambiental.
Edición: Estrella Gutiérrez