…Y la luz se hizo en comunidad salvadoreña por su propio esfuerzo

La electricidad era una extravagancia inimaginable hasta hace seis años, en el caserío de Joya de Talchiga,  en el oriental departamento de Morazán, El Salvador.

Ahora, este asentamiento rural del municipio de Perquín, compuesto por unas 40 familias, en su mayoría campesinas, goza del privilegio de iluminar sus noches con bombillos, y hay quienes –aunque pocos—pueden darse algunos pequeños lujos, como encender una televisión o abrir un refrigerador y degustar una bebida bien fría.

En La Joya, como le llaman, la empresa privada que brinda el servicio de energía en esa región escondida de Morazán, colindante con Honduras, no procedía a electrificar el caserío porque, aducían,  los habitantes no poseían toda la documentación de propiedad de los terrenos donde viven.

 

Así que la comunidad, con el apoyo financiero de organizaciones cooperantes europeas, levantó su propio proyecto hidroeléctrico, aprovechando que el río El Calambre atraviesa su territorio.

Alrededor de 20 hombres tuvieron que cargar, con maderos en sus hombros, la pesada turbina que mueve un generador de 58 kilovatios, ya que en donde se instaló la casa de máquinas no hay acceso a vehículos, contó a IPS la maestra Carolina Martínez, de 36 años que enseña a niños de parvulario, en la escuela del lugar.

En funcionamiento desde 2012, la pequeña presa fue posible gracias a que hombres y mujeres de La Joya aportaron muchísimas horas de trabajo voluntario, que al final se contabilizaron como dinero, unos 34.000 dólares.

Ese monto representó la contrapartida dada por la comunidad a un proyecto cuyo costo total fue de 192.000 dólares, incluyendo esas horas laborales convertidas en dinero.

Aquí se encuentra un amplio reportaje sobre el tema.

Edición: Estrella Gutiérrez

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