Fuertes vientos embravecen el mar que choca contra la Punta de Maisí, el punto más extremo del este de Cuba, donde ninguna edificación se alza sobre la costa de entremezcladas áreas rocosas, con vegetación y otras de arenas que facilitan el disfrute de bañistas.
Algo tierra adentro, se alza desde 1862 el blanco y bien cuidado faro de 37 metros sobre el nivel del mar, que es un ícono del municipio de Maisí, en la provincia de Guantánamo, en el este de este país insular caribeño de 11,2 millones de habitantes.
“De vez en vez puede haber un ciclón. Hace poco pasó el Matthew y dejó esto devastado”, dijo Hidalgo Matos, que es torrero desde hace más de 40 años.
Matos se refiere al último gran desastre ocurrido en la zona, entre el 4 y 5 de octubre de 2016, cuando el huracán Matthew, con categoría cuatro en la escala de Saffir-Simpson de un máximo de cinco, asoló a Guantánamo y también tuvo algún impacto en provincias vecinas.
Gracias a este raro oficio, que es mantenido de generación en generación por las tres familias afincadas junto al faro, Matos, a sus 64 años, ha visto desde la altura privilegiada de la torre la furia del mar y los vientos de los huracanes que asolan a Cuba y demás islas del Caribe, cada vez con más intensidad por el cambio climático.
“Parte de los beneficios de la zona es que la mayoría de la población vive de la pesca”, señaló el farero, explicando sin saberlo la principal causa por la cual las poblaciones costeras se resisten a dejar sus hogares al borde del mar y hasta regresan luego de que son reubicadas en lugares seguros tierra adentro.
Con ese y otros obstáculos, las autoridades cubanas emprendieron ya en los años 90 un manejo diferente de la zona costera que se aceleró con la puesta en marcha en 2017 del primer plan de Estado de enfrentamiento al cambio climático, más conocido como Tarea Vida.
Actualmente, más de 193.000 personas viven en zonas vulnerables, con condiciones que tienden a agravarse por los pronósticos de 27 centímetros en el ascenso del nivel del mar para 2050 y de 85 centímetros en 2100, con sus diferencias por áreas donde la erosión resulta más acelerada.
De ahí que la reubicación de comunidades costeras y la restauración del paisaje autóctono resulten claves para elevar la resiliencia frente a eventos naturales extremos.
Fuentes científicas aseguran que los elementos naturales de protección costera como playas arenosas, pastos marinos, arrecifes y manglares, amortiguan las marejadas.
De los 262 asentamientos costeros del país, se estima que 121 son afectables por el cambio climático. De ellos, 67 se ubican en la costa norte, que fue afectada casi totalmente por el poderoso huracán Irma en septiembre de 2017, y 54 en la sur.
En total, están en riesgo 34.454 personas, 11.956 viviendas permanentes, 3.646 residencias vacacionales y 1.383 instalaciones de otro tipo.
Las autoridades cubanas informaron a la televisión local que 93 de los 262 asentamientos costeros habían recibido hasta 2016 algún tipo de acción de adaptación y mitigación al cambio climático.
También se establecían medidas de reubicación hacia zonas protegidas en 65 de estas comunidades, 25 tenían planes parciales de reubicación de viviendas, 22 debían ser removidas totalmente del borde costero y otras 56 debían recibir acciones de reacomodo, rehabilitación y protección.
“No está previsto el traslado de ningún asentamiento ni persona en el municipio porque luego del ciclón Matthew todo se trasladó”, dijo Eddy Pellegrín, vicepresidente para la economía del gobierno de Maisí, con una población de 28.752 personas que dependen mayormente de la agricultura.
“Desde 2015 veníamos trabajando en ello. De ese año a 2017, trasladamos unas 120 personas”, precisó en diálogo con IPS en Punta Maisí.
En los alrededores de los 254 kilómetros de costa de este municipio hoy viven 840 personas, “que no están en un lugar de peligro ni vulnerabilidades”, detalló el funcionario, sobre el programa nacional de reordenamiento de la zona costera que Maisí se apresta a concluir con un proyecto de desarrollo local.
“No hay que hacer nuevas inversiones en la zona costera, lo que queda es sembrar uvas caletas (Coccoloba uvifera) para que aumente su producción”, reveló, sobre un proyecto de desarrollo local que consiste en plantar estos arbustos propios de las playas, para restaurar la barrera natural de protección y producir vino a partir de los frutos.
La Punta de Maisí y Boca de Jauco son los consejos populares (divisiones municipales) donde se reforestará con los arbustos de uvas caletas.
Pellegrín añadió que se restablecerán bosques de cocoteros a 250 metros de la costa, un renglón clave de la economía de Guantánamo.
Maisí es un ejemplo de los retos a largo plazo y complejidades del reordenamiento costero, que conlleva desde la demolición de viviendas e instalaciones mal ubicadas, cambiar las alternativas económicas en esas comunidades que dependen de la pesca hasta realizar grandes obras ingenieras.
Guantánamo ha sido afectado sin descanso en los últimos años por furiosos huracanes: Sandy (2012), Matthew (2016) e Irma (2017), además de por la severa sequía entre 2014 y 2017 que prácticamente afecto a todo el país.
“Los últimos fenómenos atmosféricos han traído afectaciones en toda la zona costera”, dijo a IPS la funcionaria Daysi Sarmiento en la ciudad de Guantánamo.
“Ahora se está realizando el dragado de la bahía de Baracoa”, indicó Sarmiento, que es vicepresidenta para la economía del gobierno provincial de Guantánamo, sobre la ciudad con más riesgos costeras de su departamento, la primera villa fundada por la colonia española en el área.
El dragado es parte de inversiones que se prevé que concluyan en septiembre para proteger el litoral de Baracoa, muy vulnerable a inundaciones, huracanes y tsunamis.[related_articles]
Hasta agosto de 2017, las autoridades eliminaron en el país más de 900 instalaciones estatales y 673 privadas de las playas. Solo en estas costas arenosas, se identificó al inicio del plan Tierra Vida un total de 14.103 ilegalidades constructivas, de las cuales 1.746 eran de personas jurídicas y 12.357 privadas.
Las provincias centrales de Ciego de Ávila y Santi Spíritus son las únicas que hoy ostentan playas libres de violaciones en ordenamiento territorial y urbanístico.
El ordenamiento costero obliga a cumplir más de seis leyes que de diversas maneras protegen el litoral, en especial el decreto ley 212 “Gestión de la Zona Costera”, que está vigente desde 2000 y prohíbe acciones humanas aceleradoras de la erosión natural del terreno, un problema al que durante décadas no se le dio importancia.
“La comunidad ha ido creciendo más alejada de la costa”, contó a IPS la entrenadora deportiva Milaydis Griñán, que se autodefine como la primera habitante de Cuba por la cercanía con el faro de Punta de Maisí de su humilde vivienda, que aún se recupera de los embates de Matthew.
“Los riesgos han sido muchos porque estamos muy a la orilla de la playa, sobre todo cuando hay tormenta o alerta de huracán o tsunami, pero hasta ahora no tenemos pronóstico de traslado tierra adentro”, explicó.
Edición: Estrella Gutiérrez